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sábado, 29 de marzo de 2014

Obama consagra el liderazgo del Papa

El presidente de EE UU pide, en su primera visita al Vaticano, que se escuche a Francisco

Conversan sobre la situación internacional y los migrantes



Cada uno a su manera, los dos llegaron al lugar que hoy ocupan desde el fin del mundo. El primer presidente negro de la historia de Estados Unidos y un arzobispo callejero, en contacto constante con la pobreza, que se convirtió en Papa en medio de un Vaticano corrompido por las guerras de poder. La visita de Barack Obama a Roma consagró aún más si cabe el liderazgo mundial de Francisco, por cuanto no se limitó al habitual intercambio de sonrisas, secretos y fotos. El presidente de la nación más poderosa del mundo hizo un llamamiento a prestar atención a los mensajes de Jorge Mario Bergoglio — “la suya es una voz que el mundo debe escuchar”— y se ofreció a luchar juntos contra la pobreza: “Él nos desafía. El Papa nos pone ante los ojos el peligro de acostumbrarnos a la desigualdad. Y su autoridad moral hace que sus palabras cuenten. Con una sola frase, él puede focalizar la atención del planeta”.
Dos enormes poderes sentados frente a frente durante 50 minutos, sin testigos, a excepción de sus respectivos intérpretes. Al margen de las anécdotas típicas —Obama le dijo que lo admiraba y que era una maravilla poder conocerlo—, el Vaticano no ofreció muchos detalles del encuentro. Solo cinco líneas en las que se decía de forma genérica que el presidente de EE UU y el Papa habían hablado de los conflictos internacionales y de los problemas de los migrantes. Por la tarde, durante una conferencia de prensa conjunta con el primer ministro italiano, Matteo Renzi, Obama fue más explícito. Se mostró “muy conmovido” por el encuentro y explicó: “Hemos hablado mucho sobre los desafíos y los conflictos actuales y de lo difícil que es mantener la paz en el mundo. He percibido un gran interés por parte de su santidad sobre la situación de Oriente Próximo, sobre todo en Siria y Líbano, y por la persecución que sufren los cristianos en esas zonas”. Vino a decir el presidente de EE UU que, en cierta forma, su trabajo y el de Bergoglio son complementarios: “Nosotros, los políticos, tenemos el deber de encontrar las soluciones a los problemas. Su santidad tiene la capacidad de abrir los ojos a la gente para que vean el problema, porque el peligro es la indiferencia y el cinismo cuando se trata de ayudar al menos afortunado”.
Antes del encuentro, durante una entrevista con el diario italianoCorriere della Sera, Obama ya había hecho hincapié en el liderazgo moral de Jorge Mario Bergoglio: “Ha inspirado a la gente de todo el mundo y también a mí con su esfuerzo por la justicia social y su mensaje de amor y compasión, especialmente por las personas que, entre nosotros, son las más pobres y vulnerables (…). Su testimonio, el hecho de ir siempre en busca de los últimos, de aquellos que viven en las condiciones más difíciles, tiene también el valor de una llamada de atención: nos recuerda que cada uno de nosotros tiene la responsabilidad individual de vivir de un modo recto, virtuoso (…). No se trata de solo un problema económico: en el fondo es una cuestión ética. Yo creo que, al referirse a ello continuamente, el Papa nos pone ante los ojos el peligro de acostumbrarnos a la desigualdad. De acostumbrarnos a este tipo de desigualdad extrema hasta el punto de aceptarla como normal”. También hablaron de la reforma migratoria: “Una persona como el Papa, que procede de América Latina, conoce bien la situación de quienes han emigrado, tienen hijos nacidos en Estados Unidos, pero que se ven obligados a vivir en la sombra y muchas veces son deportados”.
Durante el intercambio de regalos, Obama aprovechó para invitar al Papa a visitar Estados Unidos, a lo que Bergoglio respondió en español: “¿Por qué no?”. Durante el tiempo abierto a las cámaras de televisión, el presidente estadounidense se mostró mucho más sonriente que el Papa, quien, no obstante, bromeó y se dejó fotografiar aquí y allá junto a su invitado. Antes del encuentro con Obama, el Papa dijo misa a las siete de la mañana ante 493 parlamentarios italianos. La práctica totalidad de diputados y senadores escucharon durante la homilía una seria advertencia por parte de Francisco ante los peligros de la corrupción en la política: “Es tan difícil que un corrupto pueda volver atrás… El pecador sí, porque el Señor es misericordioso y nos espera a todos. Pero el corrupto se fija en sus asuntos, y sus asuntos son la corrupción”.
Desde que llegó a la silla de Pedro, Bergoglio no ha dejado de lanzar aldabonazos contra la corrupción y los privilegios, tanto los que se cometen desde el interior de los muros del Vaticano como de la política en general. Y ese es, según Obama, uno de sus atractivos: “Una de las cualidades que más admiro en el santo padre es su coraje de hablar sin pelos en la lengua de los desafíos económicos y sociales más grandes con los que nos encontramos en estos tiempos".

“Renzi sabrá llevar adelante a Italia”

P. O
Si contento estaba Barack Obama de su encuentro con el Papa, más contento estaba Matteo Renzi de su encuentro con el presidente de EE UU. El joven y reciente primer ministro italiano recibió un espaldarazo en toda regla del político más poderoso del mundo. Obama no solo se mostró convencido de que Renzi “sabrá llevar adelante a Italia” —algo que los propios italianos no tienen tan claro—, sino que alabó en público su ímpetu: “Quiero decir que me ha impresionado la energía y la visión con las que Renzi ha llegado a su puesto. Tiene ideas serias y ambiciosas, así como el espíritu para que los italianos tengan la oportunidad de emprender un camino positivo para su país y para Europa”. Ahí es nada. Pero cuando Renzi —abanderado de la jubilación de las viejas glorias de la política— estuvo a punto de levitar fue cuando Obama dijo: “Es maravilloso ver cómo una nueva generación de líderes toma las riendas”.
Por su parte, Renzi aseguró que “Italia ya no tiene excusas” para emprender las reformas que necesita: “No podemos pensar que nuestros problemas y nuestras soluciones vienen de fuera, de Europa o de EE UU. Tenemos que cambiar nosotros para luego pedir a los demás que cambien”. Obama, que reservó la tarde para hacer turismo por Roma, almorzó con el presidente de la República, Giorgio Napolitano, a quien calificó de amigo y de “gran estadista, una verdadera suerte para Italia”.

DIARIO EL PAIS.

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