El sacerdote Edgardo Montaldo trabaja en Ludueña, Rosario. Convive a diario con situaciones de furia y marginalidad que, como subraya, "van dirigidas sobre todo a niños y adolescentes".
.La Capital |
Un joven fue señalado como presunto autor del robo de una cartera en barrio Azcuénaga y un grupo de vecinos montó en cólera y literalmente linchó al muchacho, que días después falleció víctima de los golpes recibidos. David tenía 18 años y la noticia sacudió los portales de noticias, siendo uno de los hechos más comentados de la semana. El caso es otra de las caras de un escenario violento que se vive en la ciudad, con distintas aristas y puntos de vista.
El sacerdote Edgardo Montaldo trabaja desde hace cuatro décadas en barrio Ludueña, una de las barriadas populares del noroeste rosarino. Convive a diario con situaciones de furia y marginalidad que, como subraya, "va dirigida sobre todo a niños y adolescentes". Pertenece a la congregación salesiana creada por Don Bosco, que Montaldo se encarga de remarcar que fue un cura que trabajó sobre todo por "la salvación de los chicos de la calle y los niños y jóvenes presos". Por eso sostiene que, ante el cruel e injusto escenario en el que nacen y crecen los chicos en muchas zonas de la ciudad, "hay salida, pero tenemos que ponernos a trabajar entre todos". Y aclara que de ninguna manera la solución pasa por la violencia.
El crimen de David interpela a la hipocresía social y al fatal desenlace, tristemente "festejado" por un sector de la población que por redes sociales y llamados radiales celebraron el asesinato. "Un negro menos", fue una de las expresiones más leves escuchadas tras la atroz muerte. Porque no fue justicia, sino que fue venganza.
Convicciones. Montaldo habla pausado pero con firmeza, lo hace a partir de convicciones a las que les pone el cuerpo con una tarea de pastoral social que sostiene a diario junto a las escuelas y distintas organizaciones del barrio.
"Frente a esta realidad tenemos que ver qué les ofrecemos a los chicos", agrega el padre Montaldo siempre pensando la salida por la cara más positiva. Por eso propone correr el eje del debate y, en lugar de centrarlo en el drama cotidiano que reflejan los hechos de violencia social, para hacer el ejercicio de pensar y rescatar qué tipo de salidas se construyen colectivamente. E invita a recorrer los distintos proyectos generados en el barrio para contener y brindarle otros horizontes a los pibes de la zona. "Creo que siempre se habla del vaso medio vacío, pero también hay que ver la gran cantidad de milagros que hay. Acá mismo, en Ludueña, se han creado cinco escuelas y ocho comunidades, y todos trabajando en red. Hay que acentuar también que se hacen cosas buenas en estas condiciones", destaca el sacerdote, y agrega: "Tenemos un país superrico en bienes y personas, tenemos que sumar nuestras diferencias".
Las adicciones y la marginalidad son para Montaldo dos de los grandes dramas de los chicos de sectores vulnerables. "Queremos quitarles la droga, ¿pero qué les ofrecemos a cambio?", se pregunta. Afirma que la clave está entonces en "empezar a mostrarle otras cosas a los chicos".
Y a modo de ejemplo, cuenta el caso de un adolescente que un día se acercó al centro comunitario que encabeza el cura en Ludueña. El chico pidió permiso para entrar y preguntó si tenían algo para darle. Estaba drogado, había estado en la cárcel y frente al propio Montaldo confesó: "Lo cagué a Dios". Hoy ese joven asiste al Eempa del barrio, en busca de otra oportunidad.
"A esos chicos hay que abrirles las puertas y darles el cariño y el amor que no pueden encontrar en otras partes. Y que lo necesitan", concluyó el referente de Ludueña. Una mirada que propone construir otra sociedad. Distante de la que se jacta de festejar la muerte de un pibe de 18 años.
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