La creciente alza de las tasas de divorcio revela que los vetustos mandatos sociales en torno al matrimonio están siendo dejados de lado y ,hoy en día, es muy poca la gente que decide seguir atada por el resto de su vida a una relación que ya no funciona.
"Han surgido otros modos de vivir en pareja, sin convivencia o compartiendo solo los fines de semana, evitando oficializar legalmente y liberándose así de un sinfín de papeleos y gastos legales en caso de ruptura. La tendencia de hoy es valorar y prestigiar el vínculo interior, el punto de encuentro amoroso, en lugar de la formalización legal", explicó Adriana Guraieb, psicóloga, en una entrevista con Infobae.
Cuando llega el tiempo del divorcio es porque se han intentado soluciones fallidas y, al no poder encontrar alguna o ninguna posibilidad de negociar, uno o ambos miembros de la pareja deciden que llegó el momento de poner un punto final a la relación.
"El divorcio es un momento que puede ser muy largo, trabajoso, desgastante... que requiere dedicación e inteligencia a la hora de resolver problemas de vivienda, de hablar con los hijos, atravesar el dolor de un proyecto que no llegó a buen fin y prepararse para un cambio en sus vidas", indicó la especialista.
"Una vez que se llega a la instancia del postdivorcio, uno de los miembros -por lo general, el hombre- se retira de la casa y la convivencia de los que quedan se modifica, lo cual puede producir una vivencia de alivio ante la fragmentación de la estructura disfuncional familiar", sostuvo Guraieb.
Pero, ¿qué sucede cuando el divorcio es difícil y devastador? "Aparecen los peores sentimientos de cada uno y hasta de sus familiares: la planificación de la venganza y el uso de los hijos como botín de guerra, se convierten en el pan de cada día. Los abogados tratan de evitar lidiar con estos casos porque entraron en un terreno de odios y de la temida ley del Talión: "ojo por ojo, diente por diente" y que, a veces, dura por el resto de la vida", indicó.
La especialista advirtió que cuando se instala la patología del odio en la pareja, todo vale, como en las guerras: las ofensas y las descalificaciones mutuas abundan, la planificación de un resarcimiento por el rencor que tienen los lleva a esperar la ocasión oportuna para generar dolor y dañar al otro.
"El dinero se convierte en el escenario predilecto de las múltiples batallas campalesque inundan de tensión y malestar a todo el grupo familiar, mientras que en los casos de divorcios saludables, ambos miembros evitan estas luchas, tratando de preservar la salud de los hijos y de cada uno de ellos, en reconocimiento a lo que construyeron en el pasado y para no dañarse más", advirtió Guraieb. "Y es que, tal como lo decía Sigmund Freud, "cuando la relación amorosa queda rota, no es extraño ver surgir el odio en su lugar".
INFOBAE.
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