La protagonista de esta historia es una pareja rosarina de clase media con tres hijos, uno Down; ahora, sumó a la familia a dos hermanitas que también tienen el síndrome.
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Si a usted le cuentan que una pareja de clase media, él empleado de una pescadería y ella ama de casa, son padres de tres hijos. Que el menor de ellos tiene síndrome de Down y que recientemente acaban de adoptar a dos hermanas, también con síndrome de Down, ¿qué piensa? Con sinceridad, ¿qué siente? ¿Que se trata de un acto de amor, de compromiso, de misericordia o sencillamente de locura? La respuesta la dio Alicia Kosinski, la madre biológica y adoptiva de esta historia. "Hay un poco de todo eso", dijo y agregó: "Ojalá podamos contagiar esta «locura» de adoptar a chicos con discapacidades, porque sinceramente ellos lo piden, lo necesitan y son pocos, muy pocos, los que los eligen al momento de agrandar la familia".
Kosinski, de 43 años, es quien contó cómo sucedió todo. "Almorzábamos con mi marido cuando nos llamaron del hogar donde vivían las nenas. Nos dijeron que la Justicia había dispuesto su adopción: iban a ser separadas. Nos miramos y le pregunté. ¿Vos estás pensando lo mismo que yo? Y él me contestó: «Sí, adoptémoslas»".
"El" es Oscar Espinoza (47), "Tito", marido de Alicia desde hace 23 años. Ambos son padres de Nadia (25 años) y de Ramiro (22) y Tomás (8): todos viven bajo el mismo techo. Como si faltara poco en la casa está "Lola", la caniche, y desde hace dos meses también Laura (14) y Evelyn (7 años, que además de su síndrome está prácticamente ciega y con avanzados problemas de audición). En definitiva, desde hace pocas semanas, Alicia y Tito tienen tres hijos pequeños con síndrome de Down.
"Y sí... no te voy a negar que al principio tuve miedo porque Evelyn llegó a mí en muy mal estado físico y de estimulación. Pero ahora estoy feliz: la estamos peleando. Sobre todo estoy orgullosa de mi hijo Tomás, porque profesores y médicos me advirtieron que se pondría celoso o sería perjudicial para él. Nada de eso: él también adoptó a sus hermanas, juega con ellas, les da cariño, se pelea, como si se conocieran desde hace mucho tiempo", sostuvo Alicia.
A esta familia del barrio Tiro Suizo le cambió la vida, pero estaba preparada. Con Tomás se habían entrenado en esto de pelear por los derechos de los discapacitados. Después de pedir que lo inscriban en 22 colegios y lo asocien a tres prepagas, donde siempre le contestaron que "no", Alicia pudo conseguir que su hijo ingrese en 2012 al preescolar en una escuela común. Por eso fue declarada personaje del año de La Capital en 2011.
Pero saber moverse contra la burocracia y las discriminaciones no bastó. Esta familia vive en una casa simple, de alto (debajo viven los abuelos de los chicos) con dos habitaciones, un baño y cocina. La llegada de las dos nenas obligó a los Espinoza a pensar en construir una habitación más. "Pero como a nosotros no nos sobra nada, pudimos encarar la obra con un subsidio de la provincia", dijo Alicia (ver aparte).
No fue el único cambio en esa casa. Alicia ya se olvidó de lo que es mantener una charla sin interrupciones. "¡Quiero caca!" fue sólo uno de los pedidos de Tomás mientras se hacía la nota. También Alicia se olvidó de lo que es ir a la peluquería. "Mirá mis raíces", dijo mientras agachaba la cabeza y se abría el cabello con la mano. No recuerda cuál fue la última película que vio en el cine, ni la última salida, a solas, con su marido. Y no sabe qué es ir de vacaciones. Pero, nada de todo esto lo dijo con abnegación. Por el contrario, aseguró que no le preocupan esas cuestiones.
"Sólo quisiera, cuando pueda juntar unos pesos, llevar a los chicos a ver los delfines a San Clemente del Tuyú, se los prometí. Y un sueño más: hacerme cargo de un hogar como el que estuvieron estas nenas: hay mucho por realizar y yo estoy dispuesta".
Nueva casa. En la casa de los Espinoza hay un televisor pantalla plana de muchas pulgadas. Inmenso. Alicia contó que su hijo Ramiro, que trabaja con su papá en la pescadería, se los regaló para que Evelyn, la menor de las nenas adoptadas "pueda ver algo". Una manera de abriles las puertas a esta nena y a su hermana mayor, quienes vivieron ya en dos instituciones de zona sur: la asociación Aprim, un hogar para niños con síndrome de Down, de Lozzia al 6300, y el Hogar Granja Lanfranco Ciampi, ubicado en Bermúdez 2702 (esquina Arijón). Este último, uno de los cinco alojamientos oficiales que albergan niños y adolescentes que, por decisión judicial no pueden convivir con sus familias, estuvo en las páginas de los diarios en noviembre pasado, luego que una mujer retirara sin autorización a tres chicos, que luego fueron hallados.
Alicia conoció a las hermanitas hace cuatro años en Aprim. Allí las vio pocas veces. Dijo que ya en ese momento, Laura, la mayor le decía: "Tía, no me dejes". Volvió a verlas en el segundo hogar; pensaba tramitar la tutoría de ambas cuando surgió lo de la adopción.
Evelyn no hablaba cuando llegó a la nueva casa, comía abajo de la mesa como un animalito, pegaba, era agresiva. "Ahora está mucho mejor. Laura no lee ni escribe más que su nombre, ahora comenzó a ir a un centro de día. La más chiquita ya está anotada en una escuela granja de Pueblo Esther. Tienen obra social, van al médico más de una vez al día: necesitan exámenes cardiológicos, neurológicos y clínicos. Jugamos en en living, ponemos música y bailamos. Creo, en definitiva, que lo más importante para ellas y para todos es que te hablen, que te registren, que te den cariño: no mucho más". Palabra de loca linda.
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