Es una alumna que terminó el secundario en la Escuela Nº 3.096 Nicolás de Tolentino, de Ovidio Lagos al 900. Como sus compañeros, padeció la discriminación.
La Capital |
A la salida de la escuela, el pequeño grupo de 5º año espera a Paula Grenat. Saben que la van a entrevistar porque tiene una historia para dar a conocer: es una joven con síndrome de Down que acaba de terminar el secundario. Sin embargo, no es sólo Paula: todos tienen algo para contar, porque —como dirán algunos de sus familiares— comparten la triste experiencia de que muchas escuelas les cerraran las puertas para aprender, por considerarlos diferentes, con necesidades educativas especiales. Todos son un escalón más en la lucha por la inclusión escolar.
Y Paula sale, saluda y abraza. Su mamá, Alicia Pizarro, había relatado a este medio la buena noticia del logro de su hija, de poder terminar la secundaria en una escuela común, con la ayuda de maestras integradoras.
Igual que sus compañeros Eric Seeger, Brian Sincini, Angy Possetti, Gabriel Hidalgo, Carlos Iermoli y Gonzalo Furquin, la joven está feliz por haber alcanzado el final de la escolaridad obligatoria. Fue en la Escuela Nº 3.096 Nicolás de Tolentino (Ovidio Lagos 990).
La charla se extiende sentados a una gran mesa, con helados de por medio, donde la conversación se centra en el paso por la escuela, en los compañeros, en las materias más y menos difíciles, y en las vacaciones.
Eric dice que lo que tiene en vista para hacer es "disfrutar" del tiempo libre. Paula, que le gustaría trabajar de secretaria. Carlos se queda con las clases de matemática y Gonzalo con historia. Y Brian con lo que aprendió en microemprendimiento.
Balances. En el intercambio de preferencias hay también un tiempo para los balances. ¿Qué se llevan del secundario? ¿Con qué se quedan? El primer lugar de las respuestas lo ocupan "los compañeros" (Carlos, Gonzalo y Gabriel), "el grupo" (Eric), "el grupo que se formó que es buenísimo y las profesoras que nos tienen mucha paciencia y nosotras a ellas, es mutuo" (Brian) y "además del grupo y compañeros, los profesores, la portera Lucrecia y la directora Graciela" (Paula).
Angy, que planea el año que viene anotarse en el traductorado de inglés, tiene algo más para decir de la escuela que deja: "Empecé aquí el año pasado, y veo cómo todos te apoyan. A diferencia de mis compañeros soy independiente, puedo manejarme sola, pero sí, he sufrido como ellos la discriminación en los colegios, hasta tuve que repetir. Por eso me llevo de acá la amistad y los profesores".
La Escuela Nicolás de Tolentino es secundaria común. Según describen las familias de Paula, Carlos y Gonzalo, trabaja integrando chicos con necesidades educativas especiales. Todos celebran que sus hijos hayan accedido a la educación obligatoria.
"Este es un logro de todos, donde tiene que participar siempre la familia. Son chicos que han tenido que pasar por varias escuelas, por eso es un grupo pequeño. Y hay que aclarar que no les han regalado nada, que hubo mucho esfuerzo por llegar", dice Carlos, el papá del joven que lleva el mismo nombre. En tanto que Eugenia, la hermana, considera que "la lucha por la integración es constante, porque se ponen trabas para que no ingresen, es una pelea permanente". Y pide "concientizar" sobre esta realidad que deja afuera a niños y jóvenes que padecen alguna discapacidad.
Posibilidades. "Me acuerdo de que años atrás, cuando llegaba de alguna colación de grado pensaba que esto era algo a lo que nunca iba a llegar, porque Gonzalo había pasado por muchas instituciones que no lo aceptaban. Pero no fue así, quedó demostrado lo importante que la escuela se adapte a la necesidad y posibilidad de cada chico", sostiene Analía, la mamá de Gonzalo.
Y sobre la forma en la que fue posible que su hijo llegue a fin del secundario comenta que "tuvo una currícula adaptada, escribe con computadora y recibe mucha ayuda de los profesores". La clave —afirma— es que se respeten las posibilidades de cada chico, atender a cada caso particular.
Alicia Pizarro, la mamá de Paula, insiste en valorar y que se conozca que su hija pudo terminar el secundario. "Me llena de orgullo y felicidad", expresa y repasa los recorridos que hizo su hija a lo largo de la escolaridad obligatoria para ser recibida en una escuela. "Hay que saber que cuando los chicos especiales quieren estudiar faltan secundarios", agrega.
A la Tolentino llegó a través de la maestra integradora, Gabriela Piconi de Serrano. "Paula fue la primera alumna con síndrome de Down en esta escuela. Después llegaron otros chicos. Ella abrió el camino para mostrar que se puede aprender también en la secundaria siendo especial y con distinto nivel de aprendizaje", manifiesta una orgullosa mamá.
Y Alicia deja este mensaje para las familias: "Quiero que los papás vean que sí se puede aprender cuando del otro lado se quiere enseñar. Es muy importante saberlo para los padres que deambulan por las escuelas todos los años, que conozcan que se puede lograr".
Qué dice la ley. Desde 2006 rige en todo el país la ley de educación nacional, que entre otros fines y objetivos establece "asegurar condiciones de igualdad, respetando las diferencias entre las personas sin admitir discriminación de género ni de ningún otro tipo", además de "brindar a las personas con discapacidades, temporales o permanentes, una propuesta pedagógica que les permita el máximo desarrollo de sus posibilidades, la integración y el pleno ejercicio de sus derechos".
También en el apartado referido a la "educación especial" se define que "con el propósito de asegurar el derecho a la educación, la integración escolar y favorecer la inserción social de las personas con discapacidades, temporales o permanentes" las autoridades provinciales deben disponer "las medidas necesarias para posibilitar una trayectoria educativa integral", "contar con el personal especializado suficiente que trabaje en equipo con los docentes de la escuela común", y "asegurar la cobertura de los servicios educativos especiales, el transporte, los recursos técnicos y materiales necesarios para el desarrollo del currículo escolar", así como también favorecer "alternativas de continuidad para su formación a lo largo de toda la vida" y garantizarles "la accesibilidad física de todos los edificios escolares".
Lo manda la ley, pero el recorrido de la inclusión educativa todavía tiene muchas batallas por ganar, aún en las propias escuelas.
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