"Dios no condena, sólo ama y salva". Así lo aseguró Francisco a los miles de personas que acudieron a su primer Via Crucis en el Coliseo de Roma.
El Papa, de 76 años y a quien le falta un pulmón, no cargó con la cruz. Esa tarea recayó en el vicario de Roma, Agostino Vallini; en dos familias (una italiana y otra india), en un discapacitado acompañado de voluntarios de la asociación Unitalsi, en dos seminaristas chinos, en dos monjes franciscanos de Tierra Santa, en dos religiosas nigerianas y dos libanesas y dos jóvenes brasileños (país que acogerá en julio las Jornadas Mundiales de la Juventud). Pero previamente, en la celebración de la Pasión de Cristo, Francisco se extendió sobre el suelo de la Basílica de San Pedro para adorar a la cruz, como ya hiciera Benedicto XVI en los primeros años de su pontificado.
Al concluir el Via Crucis, y antes de dar su bendición a los asistentes, el Papa pronunció un breve discurso. "No quiero añadir muchas palabras. En esta noche debe permanecer sólo una palabra, que es la cruz misma", comenzó diciendo Francisco. "La cruz de Jesús es la palabra con la que Dios ha respondido al mal del mundo. A veces nos parece que Dios no responde al mal, que permanece en silencio. En realidad Dios ha hablado, ha respondido, y su respuesta es la cruz de Cristo: una palabra que es amor, misericordia, perdón. Y también juicio: Dios nos juzga amándonos. Si acojo su amor estoy salvado, si lo rechazo me condeno, no por él, sino por mí mismo, porque Dios no condena, Él sólo ama y salva", aseguró.
El Papa destacó que la palabra de la cruz es también la respuesta de los cristianos deben dar al mal que ven a su alrededor. "Los cristianos deben responder al mal con el bien, tomando sobre sí la cruz, como Jesús", ha subrayado el Papa. Posteriormente Franciso ha impartido la bendición a los presentes. A pesar de la solemnidad de la ocasión cientos de personas han vitoreado al Papa al grito de "¡Viva Franciso!".
Las meditaciones que han acompañado este primer Via Crucis del Papa Francisco corrieron a cargo de un grupo de jóvenes libaneses, a quien Benedicto XVI les encargó que las escribieran durante su viaje en septriembre al Líbano. "Les agradecemos de corazón este servicio y sobre todo el testimonio que nos dan. Lo hemos visto cuando el Papa Benedicto fue al Líbano: hemos visto la belleza y la fuerza de la comunión de los cristianos de aquella Tierra y de la amistad de tantos hermanos musulmanes y muchos otros. Ha sido un signo para Oriente Medio y para el mundo entero: un signo de esperanza", concluyó Francisco.
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