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domingo, 26 de agosto de 2012

SANTA FE: Un radio de 10 cuadras con un violento historial de crímenes

En los últimos seis meses se produjeron cinco asesinatos en la zona de la curva de avenida Mosconi, en el suroeste de la ciudad. Entre las víctimas, hay dos menores. Los vecinos piden respuestas.

Muchas veces se cuestionan las estadísticas y las cifras en temas sociales porque no reflejan la realidad; sin embargo, hay ocasiones en las que son útiles para describir un escenario que requiere medidas urgentes. En menos de seis meses –entre febrero y lo que va de agosto– ocurrieron cinco homicidios en un radio de diez cuadras en la zona de vías del ferrocarril Mitre, en el suroeste de la ciudad de Santa Fe, que divide a los barrios Alfonso, Santa Lucía y Santa Rosa de Lima.


En dos de esos casos, las víctimas fueron menores: Priscila Soria tenía 16 cuando fue asesinada en su propia casa, ubicada en Monseñor Zaspe al 4.100, el pasado 29 de julio. Y Brian Miguel Quiroz, de 14 años, fue baleado el jueves 26 de julio, a la 9 de la mañana, en una vivienda ubicada sobre calle Aguado al 1.900.


Balas y fuego
El caso de Priscila generó un profundo rechazo entre los vecinos, que reaccionaron quemando viviendas de la zona donde podría haberse escondido el matador. Esa reacción le dio espacio en los medios para hacer públicos sus reclamos “de larga data”: “Como mínimo, pedimos más iluminación y la limpieza de pastizales”, dijeron, ante la desesperación.


Pero menos de un mes después, la violencia volvió a inundar las calles de la zona. El 20 de agosto, Maximiliano Rondán, de 20 años, recibió nueve balazos por la espalda y uno en la boca. El hecho sucedió a las 16.45, en General López al 3.900. Tras el impacto de los proyectiles, Maximiliano alcanzó a correr unos metros por calle General López, le gritaba a los vecinos que lo auxiliaran, “que no lo dejaran morir”. Un patrullero lo trasladó al hospital Cullen, fue recibido en el shockroom, y cuando iba a ser operado en el quirófano central, falleció.


Cronológicamente, esta seguidilla de crímenes se inició el 25 de febrero pasado, con el asesinato de Marcos Mendoza Lastras, ocurrida en calle Juan Díaz de Solís al 1.700. El nombre de la víctima no era ajeno a las crónicas policiales. Mendoza Lastras había sido sindicado, aun siendo menor, como el autor del disparo que terminó con la vida de Luis Maguid, de 36 años, que fue asesinado con un disparo de escopeta recortada sobre la avenida Mosconi al 1.800, en febrero de 1999.


Los más jóvenes
Dos semanas después, el 14 de marzo, a la tardecita, agentes policiales recibieron el llamado de los vecinos de barrio Alfonso que denunciaron que luego de escuchar una andanada de disparos de arma de fuego vieron a un joven tirado sobre la vereda este de la avenida Mosconi al 1.700. Había sido impactado con al menos cuatro disparos de arma de fuego, tres de ellos en la zona toráxica y el restante en el rostro. La víctima del homicidio fue identificada como Luis Enrique Rivero, de 18 años.


El jueves 26 de julio, a las 8.45, un adolescente de 14 años identificado como Brian Miguel Quiroz, de 14 años, ingresó junto a un familiar y a policías raudamente al hospital de niños Orlando Alassia de esta capital provincial con un disparo que le hirió la cabeza. Tres días después, la víctima fue otra menor, Priscila Soria. La adolescente, de 16 años, fue baleada en el interior de su vivienda, en Monseñor Zaspe al 4.100, el 29 de julio a la madrugada. El matador habría ingresado al lugar en busca del novio de la joven. Les disparó a ambos, él quedó gravemente herido y Priscila falleció luego de agonizar durante 30 horas. El último caso sucedió a escasos metros de la casa de Priscila, y la víctima fue identificada como Maximiliano Rondán, de 20 años. El muchacho fue baleado el 20 de agosto, en General López al 3.900. Recibió 10 impactos de bala, nueve de ellos fueron por la espalda.


Un barrio olvidado
“Esta zona está sufriendo las consecuencias de muchos años de abandono”, dijeron vecinos de la zona, en un intento de explicar los brotes de violencia: “Acá no hay luces, los crímenes ocurren en la calle o en las casas, es indistinto. No tenemos colectivos y los terrenos baldíos y las vías del ferrocarril se convierten en puntos de fuga y escape y escondite para los delincuentes”, agregaron.

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