La Lepra buscó y no encontró el
camino para romper el cerrojo de Independiente. A pesar de que Maxi
mostró con pinceladas su talento. Pero no fue suficiente. No alcanzó.
La Capital |
Maximiliano Rodríguez fue la atracción en el debut de Newell’s. La
ansiedad por ver al equipo de Gerardo Martino se multiplicó con la
presencia y el regreso del jugador que sacudió el mercado interno. Las
cámaras y los ojos de un estadio desbordante estaban centrados en su
figura. La esperanza de la victoria era el común denominador. Y, a la
vez, se aguardaba su gol como moño para que la vuelta fuera la soñada.
No pudo ser. Porque la Lepra buscó y no encontró el camino para romper
el cerrojo de Independiente. A pesar de que Maxi mostró, con pinceladas,
su talento. Pero no fue suficiente. No alcanzó. Por eso se fue con
fastidio, más allá de que la gente lo despidió con aplausos y ovación.
“Olé, olé, olé, olé, Maxi, Maxi”, fue el primer grito que tronó con intensidad cuando el humo de colores cubría la cancha como si fuera la niebla que acostumbraba a ver la Fiera en Inglaterra. Hacía diez años que no recibía el afecto del pueblo leproso, 3.751 días pasaron en la historia de Maxi, que se vio enriquecida notablemente después de deambular por el mundo y adquirir una enorme jerarquía. Cuando aún tenía (y tiene) mucho para dar en el Viejo Mundo, donde la mayoría de los jugadores pretenden ir para pegar el salto de calidad y, sobre todo, buscar la salvación económica, la Fiera optó por regresar a su casa.
Por eso la calurosa bienvenida a un casta lepra que hizo todo para estar nuevamente con los suyos.
Después del preámbulo llegó la acción. Como era sabido, Maxi Rodríguez tiene la libertad absoluta para moverse en la cancha, aunque en el inicio lo hizo parado adelante del círculo central y desde ahí condujo las acciones en la ofensiva. Y cuando tuvo que meter fuerte para recuperar lo hizo sin tapujos, como cuando trabó con Fredes en el círculo central tan intensamente que la pelota se pinchó.
En una de sus primeras intervenciones asistió con un centro a Figueroa y como venía el Sapo la mandó a la segunda bandeja de la popular Diego Maradona. Pero el primer “uh” de la cancha apareció cuando Bernardi y Pérez armaron una buena jugada y Maxi quedó de cara al gol metiendo un cabezazo que encontró Navarro. La más clarita del primer tiempo.
Newell’s tuvo manejo y posesión de pelota, pero no le alcanzó para imponerse ante un rival que sólo buscó aferrarse a un empate que le cayó bien. Y la mirada estaba centrada en la Fiera, para que rugiera en el Coloso como lo hizo tantas veces en tiempos lejanos. Pero no le quedó ninguna limpia como para hacer explotar al pueblo leproso. El local estuvo cerca pasado el cuarto de hora en el complemento cuando Sperduti metió un disparo rasante dentro del área y Maxi se tiró con el fin de desviar la pelota al gol. La única fabricada en un período anodino y sin emociones.
La igualdad dejó sinsabores en los jugadores. Y Maxi fue uno de los que más bronca masticó cuando Patricio Loustau pitó por última vez en la noche sabatina en el Marcelo Bielsa. Brazos en jarra y la mirada hacia cualquier lugar mostrando la desazón. Después habló para la TV y se retiró a paso cansino en busca del vestuario. En la platea los hinchas se agolparon en la baranda para trasladarle el cariño.
Aquel 28 de abril de 2002 de despedida del Parque quedó atrás y le dio paso al 4 de agosto de 2012, el día en que la Fiera se puso otra vez la rojinegra. Inauguró oficialmente su ciclo en Ñuls lleno de ilusiones y objetivos, más allá de que en el debut la suerte no haya estado de parte de la Lepra. Y comenzó a vivir sensaciones que, como él dijo, hacía mucho que no sentía.
“Olé, olé, olé, olé, Maxi, Maxi”, fue el primer grito que tronó con intensidad cuando el humo de colores cubría la cancha como si fuera la niebla que acostumbraba a ver la Fiera en Inglaterra. Hacía diez años que no recibía el afecto del pueblo leproso, 3.751 días pasaron en la historia de Maxi, que se vio enriquecida notablemente después de deambular por el mundo y adquirir una enorme jerarquía. Cuando aún tenía (y tiene) mucho para dar en el Viejo Mundo, donde la mayoría de los jugadores pretenden ir para pegar el salto de calidad y, sobre todo, buscar la salvación económica, la Fiera optó por regresar a su casa.
Por eso la calurosa bienvenida a un casta lepra que hizo todo para estar nuevamente con los suyos.
Después del preámbulo llegó la acción. Como era sabido, Maxi Rodríguez tiene la libertad absoluta para moverse en la cancha, aunque en el inicio lo hizo parado adelante del círculo central y desde ahí condujo las acciones en la ofensiva. Y cuando tuvo que meter fuerte para recuperar lo hizo sin tapujos, como cuando trabó con Fredes en el círculo central tan intensamente que la pelota se pinchó.
En una de sus primeras intervenciones asistió con un centro a Figueroa y como venía el Sapo la mandó a la segunda bandeja de la popular Diego Maradona. Pero el primer “uh” de la cancha apareció cuando Bernardi y Pérez armaron una buena jugada y Maxi quedó de cara al gol metiendo un cabezazo que encontró Navarro. La más clarita del primer tiempo.
Newell’s tuvo manejo y posesión de pelota, pero no le alcanzó para imponerse ante un rival que sólo buscó aferrarse a un empate que le cayó bien. Y la mirada estaba centrada en la Fiera, para que rugiera en el Coloso como lo hizo tantas veces en tiempos lejanos. Pero no le quedó ninguna limpia como para hacer explotar al pueblo leproso. El local estuvo cerca pasado el cuarto de hora en el complemento cuando Sperduti metió un disparo rasante dentro del área y Maxi se tiró con el fin de desviar la pelota al gol. La única fabricada en un período anodino y sin emociones.
La igualdad dejó sinsabores en los jugadores. Y Maxi fue uno de los que más bronca masticó cuando Patricio Loustau pitó por última vez en la noche sabatina en el Marcelo Bielsa. Brazos en jarra y la mirada hacia cualquier lugar mostrando la desazón. Después habló para la TV y se retiró a paso cansino en busca del vestuario. En la platea los hinchas se agolparon en la baranda para trasladarle el cariño.
Aquel 28 de abril de 2002 de despedida del Parque quedó atrás y le dio paso al 4 de agosto de 2012, el día en que la Fiera se puso otra vez la rojinegra. Inauguró oficialmente su ciclo en Ñuls lleno de ilusiones y objetivos, más allá de que en el debut la suerte no haya estado de parte de la Lepra. Y comenzó a vivir sensaciones que, como él dijo, hacía mucho que no sentía.
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