La piscina es “el aula del siglo XXI”, destacó la directora de la escuela pública Nº 38. Asisten alumnos del barrio Guadalupe Oeste.
“Más que una pileta es un aula: allí los chicos hacen educación física, disfrutan de su infancia, aprenden con alegría y no hay peleas ni conflictos”. Así define María Claudia Pettinari, directora de la escuela Nº 38 Brigadier Estanislao López, a la piscina de esta primaria pública que reabrió luego de permanecer cerrada por diez años.
Los 475 chicos de 1º a 7º grado disfrutan dos veces por semana, en las clases de educación física, de un chapuzón que aplaca el calor y deja aflorar las emociones positivas. “Nuestros alumnos son en su mayoría del barrio Guadalupe Oeste. Muchos de ellos son conflictivos y provienen de hogares pobres, pero en la pileta son simplemente niños. Se vuelven a reir, jugar, se olvidan de todo, es increíble lo que produce la pileta”, destacó Pettinari.
Cuando llegó a ocupar la dirección escolar el año pasado, la docente se encontró con esa enorme pileta de hormigón de 25 por 12,5 metros, construida en 1993 y sumida por años en un total abandono. Golpeó puertas y el gobierno de la provincia le entregó un subsidio de 79 mil pesos para ponerla en condiciones.
Las autoridades del establecimiento comenzaron a trabajar en la refacción del natatorio, que hoy luce totalmente renovado. Tiene filtros y está rodeado por un amplio espacio verde.
“Es una nueva forma de aprender a relacionarse, se cambiaron los tiempos escolares, es un espacio enriquecedor donde distintos grados comparten un turno. El aula de Sarmiento ya no va más para algunos chicos, tenemos que empezar a pensar en otras alternativas y esta pileta es el aula del siglo XXI”, señaló la directora.
También realizó gestiones ante el Ministerio de Desarrollo Social para que en el verano se ocupe el natatorio como colonia de vacaciones para los chicos de los alrededores. “Creemos que esta va a ser una forma de recuperar el vínculo de la escuela con la comunidad. Esta escuela llegó a tener 1.200 alumnos y, por una serie de errores, perdió prestigio y matrícula en los ‘90”, sostuvo Pettinari.
Tanto ella como los asistentes escolares aprendieron a colocar el cloro, prender el filtro, pasar el limpiador de fondo para mantener el agua. “La cooperadora escolar junta peso por peso para comprar el cloro, que sale 500 pesos por semana. Todos colaboramos. Yo me doy una vuelta los fines de semana para mantenerla limpia porque, si bien es un esfuerzo extra, tener una pileta en una escuela pública es algo increíble y debemos aprovecharla”, dijo la docente.
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