Por RON LIEBER 3 abril 2016
CreditStuart Bradford
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La mayoría queremos que nuestros hijos tengan lo mejor de todo, pero no en exceso.
En consecuencia, algunas familias con más recursos que el promedio se imponen una especie de privación obligatoria (aunque totalmente artificial). A menudo dicen “no”, y no es porque no puedan pagar algo, sino porque oyen la palabra “suficiente” a todo volumen en sus cabezas.
Por otro lado, quienes crecimos escuchando “no” muy seguido nos sentimos tentados a decir “sí” tanto como nos sea posible. Queremos que nuestros hijos tengan una mejor vida que la que nosotros tuvimos de niños e incluso mejor de la que pudimos pagar el año pasado.
Pero sin importar si una familia tiene dinero o no, todas las preguntas sobre los hijos, el dinero y los valores en algún punto se reducen a esto: ¿cuánto es suficiente y cuánto es demasiado?
Consideremos uno de los más recientes objetos de deseo, al menos en Estados Unidos: una hoverboard. Antes de que quedara claro que su explosiva batería era motivo suficiente para prohibirla por razones de seguridad, los padres tenían que luchar contra su atractivo y su precio exorbitante.
Como escribí hace unos meses, las empresas que las vendían trataron de convertirlas en algo necesario más que deseado. ¡Es un medio de transporte! ¡No es más cara que una bicicleta! No obstante, quienes valoramos un poco de moderación no podíamos sino preguntarnos si ser los primeros chicos en la escuela en tener una hoverboard no era similar a estar entre los pocos adultos con un Mercedes. Nadie necesita un Mercedes.
Aun así, no hay una definición general ni numérica de “suficiente”, aunque solo compres una muñeca American Girl o apenas un Lego de la última temporada. Sin importar la precisión con que intentemos definir el término, nuestro entendimiento como padres cambiará incluso antes de que tratemos de explicarlo a nuestros hijos. Querer más, como escribe el planificador financiero Tim Maurer en su nuevo libro, “Simple Money”, es motivo de aflicción casi universal y tiene muy poco que ver con cuánto tenemos. “Nuestra tendencia es alejarnos de ‘suficiente’, no ir hacia allá”, escribe.
Esto se debe en parte a lo que nos rodea y a lo que elegimos que nos rodee. Si todavía no has escogido el vecindario o ciudad donde quieres criar a tus hijos (o estás pensando en algo mejor, o algo más pequeño, o un cambio de empleo te está forzando a mudarte), considera realizar una auditoría materialista de los lugares que estás contemplando. ¿Cómo afectarán esos alrededores la definición de tus hijos de lo que es normal y de cuánto es suficiente?
Todos los demás podemos llevar a cabo dos experimentos. Primero, elabora un cuadro con tu definición precisa de suficiente en cada categoría de gastos que haces para tus hijos. ¿Cuánto es suficiente para unas botas de lluvia? ¿Están bien las botas de hule común y corriente, tomando en cuenta que sus pequeños pies crecerán rápido? ¿Qué pasa si tus hijos quieren unas elegantes botas Hunter? ¿Insistirás en que gasten su mesada o el dinero que les regalaron por su cumpleaños para cubrir la diferencia entre los precios de las botas que a ti te parecen “suficiente” y las otras, mucho más lujosas, que ellos tanto desean?
¿O incluirás los artículos de lujo en una lista de productos prohibidos? La mayoría tenemos una lista así, aunque no esté escrita. Tal vez en la tuya están los videojuegos violentos, los piercings y las armas (reales o falsas). Maurer, quien se rebeló tras una crianza religiosa, no parece muy dispuesto a que la lista sea muy larga (aunque él y su esposa prohíben compras adicionales en las aplicaciones o juegos mecánicos en los parques de diversiones que requieran dinero adicional).
Para todo lo demás, Maurer sugiere el experimento número 2: obligar a los niños a esperar bastante tiempo. “No quiero que mis hijos compren algo solo porque todo el mundo lo quiere”, dijo. “Y tal vez más importante aún: no quiero que quieran algo solo porque todo el mundo lo quiere”.
No controlamos su mente, pero sí podemos introducir luces de semáforo y botones de pausa. Así lo hizo Maurer con su hijo de 10 años cuando logró entrar a un competitivo equipo de lacrosse. La familia está feliz de pagar para que él juegue. Sin embargo, la oportunidad de comprar un casco de 300 dólares opcional para el equipo, cuando el niño ya cuenta con uno que protege bien su cabeza, provocó agudas discusiones familiares.
Y según Barbara Nusbaum, una psicóloga que trabaja en Nueva York y se especializa en temas de dinero y valores con niños y adultos, ese diálogo profundo debería ser nuestra meta final. “La clave es tener una mente dispuesta a cuestionar nuestras elecciones constantemente”, dijo.
Por esto, las charlas sobre la definición de suficiente nunca serán suficientes. En la familia Maurer, la conversación sobre el casco ayudó a todos a considerar el mismo hecho de ser parte de un equipo. No se trata de ser un icono de la moda y verse bien en el campo. Lo importante es crecer como persona, deportista y compañero de equipo.
Si tu hijo hace eso bien, siempre podrán pensar en comprar el casco el año que viene.
Ron Lieber escribe la columna Your Money para The New York Times y es autor de “The Opposite of Spoiled,” un libro sobre crianza, dinero y valores.
Nytimes.com
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