El funcionario judicial relacionó la decisión del gobernador de cambiar el sistema de designación de jefes policiales con "una serie de hechos graves" como el homicidio y criticó a la fiscal. El testigo clave recibió amenazas.
Rosario 12 |
El Defensor General de la provincia, Gabriel Ganón, cuestionó ayer la investigación judicial por el asesinato del taxista Eduardo Piris, ocurrido el martes a la noche en Gutenberg e Ituzaingó y deslizó que la muerte del trabajador podría ser una advertencia de una parte de la fuerza policial ante la decisión del Ministerio de Seguridad de modificar el sistema de designaciones policiales. Al mismo tiempo, el testigo clave del asesinato fue amenazado de muerte el día posterior al hecho. El joven hipoacúsico que vive a la vuelta de donde ocurrió el crimen fue quien describió al adolescente que fue detenido y luego alojado en el Irar. Justamente, la difusión de su condición de hipoacúsico hizo que fuera fácil identificarlo para quienes quisieron amedrentarlo.
"Con esta mala y pésima investigación, el crimen del taxista va a quedar absolutamente impune y el autor seguirá caminado tranquilo por los calles de Rosario porque se buscó un chivo expiatorio", afirmó Ganón, y criticó el accionar de la fiscal Nora Marull, quien tras tomarle declaración al único detenido por ese crimen, un chico de 16 años, decidió mantenerlo privado de la libertad en el Irar. El joven negó su participación en el hecho y Ganón consideró que la propia Marull había admitido "que no había tantas pruebas" para mantener detenido al menor.
En declaraciones a La Ocho, Ganón dijo: "Vengo siguiendo este suceso con mucha atención. No hay que dejar de ver la coyuntura en la que ocurre todo esto. Un gobernador que saca un decreto que modifica el sistema de designaciones de los jefes policiales y se desatan una serie de episodios muy graves, como este homicidio".
Muy crítico del funcionamiento del nuevo sistema penal, Ganón consideró que la detención de un joven de 16 años, que negó haber cometido el crimen, fue parte de una mala investigación. "Se buscó un chivo expiatorio. Llego a esa conclusión después de escuchar los argumentos de la fiscal y de las pocas pruebas que hay y de cómo se desarrollan los hechos. Primero se dijo que el chico había confesado, que tenía en su poder cartuchos de escopetas, que era autor de un homicidio, que los testigos lo habían visto. Hoy la fiscal no ratificó ninguno de esos hechos, todo lo contrario. Dijo que no tenía testimonios, y que el chico se había metido en su casa y estaba fumando un porro. Hay que ir a un barrio y ver qué hace un grupo de pibes que fuma porro al momento en que llega la policía: se escapan, se meten en las casas porque no quieren que se los lleven detenidos y ser golpeados en la policía. Esa es una realidad en los barrios periféricos de Rosario".
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