No es para cualquiera jugar un partido en dos o tres canchas al mismo tiempo. A eso se le suma que el jugador y el técnico también están enfocados en la final de la Copa Argentina.
La Capital |
Si alguien cree que Central se llevará de arriba el partido contra Banfield, realmente le está errando feo al vizcachazo. Se insiste en esta cuestión porque en el ambiente se descuenta un triunfo canalla como si lo que debiera cumplir hoy fuera un trámite de rigor. Sólo un novicio futbolístico podría pensar eso. Sobre todo porque Boca hasta perdiendo puede consagrarse campeón si Central y San Lorenzo empatan sus partidos, resultados para nada descabellados en el insondable mundo del torneo de 30 equipos. Conclusión: Boca tiene la vuelta olímpica servida en bandeja contra Tigre en la mismísima Bombonera, por más que el hincha de Central, y está bien que así ocurra, todavía no pierde la esperanza de llegar con vida a la última fecha en el Gigante frente a los xeneizes.
Aclarado este tema, entonces sí conviene adentrarse en lo que afrontará el equipo de Eduardo Coudet. Hay que decir que para Central, de ahora en más todo lo que juega maneja los mismos códigos que una final. Es decir, ya no le alcanza con cumplir con su parte, sino que debe esperar la mano amiga de otros. Por eso en el caso puntual de esta tarde no sería una mala idea que cada simpatizante canalla pueda disfrutar lo que pase contra Banfield vestido con la habitual camiseta de Central y usar debajo una de Tigre. No va a ser cosa que finalizada la jornada dominguera tenga que agradecer la victoria propia y también a los de Victoria.
Al fin de cuentas, Central debe ser capaz de adecuarse al torrente de ánimos que le proponga el trámite y el resultado. No es para cualquiera jugar un partido en dos o tres canchas al mismo tiempo. Ni hablar si a eso se le suma que inconscientemente el jugador y el técnico también están enfocados en la final de la Copa Argentina del miércoles contra Boca. No es casualidad que el propio Coudet haya consultado con su almohada la posibilidad de reservar algunos nombres para el choque en Córdoba.
Hay que tener la cabeza granítica para cargar con todas las responsabilidades habidas y por haber, y al final saber que ni con los tres puntos de uno alcanza para tener algo en el puño. Igual, por momentos, será imposible que Central no pueda escaparle a la sensación de estar remando en el dulce de leche.
También es verdad que Central ya dio sobradas muestras de que su reloj futbolístico nunca atrasa cuando se trata de convivir con la responsabilidad de ganar. Por algo ya se acostumbró a contar partidos por triunfos. Pero como nunca antes, no dependerá de sí. Y, en este bendito fútbol de nuestros días, a veces confíar en el otro es quemarse con fuego. No por ser malpensado, sino porque cuesta entregarse a la providencia ajena. Mucho más tratándose de un equipo autosuficiente como Central.
Justamente nadie duda que Central es infinitamente superior a Banfield como equipo y en todo lo que se le ocurra a alguien a la hora de cotejar las potencialidades de uno y otro. Basta con pegarle un ligero vistazo a la tabla de posiciones. Pero muchas veces este tipo de circunstancias in extremis no suelen hacerles un lugar de privilegio a las enormes diferencias futbolísticas. Por eso Coudet debe tener muy claro que tal vez a Banfield hay que sacárselo de encima más con el convencimiento de creer firmemente en el estímulo anímico que poniendo el acento en el ahínco estratégico.
Y en ese sentido, si hay algo que el Chacho nunca podrá reprocharles a sus jugadores es la fidelidad y el compromiso que demostraron con la causa. Puede sentirse orgulloso de que a estos futbolistas tendrán que sacarlos muertos antes de darse por vencidos. En el mejor de los casos, Banfield será la penúltima posibilidad para seguir auscultando el margen de esperanza que tiene Central de definir en la última fecha contra Boca en el Gigante de Arroyito.
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