"Entonces no cometió ningún delito". Es la frase que le dijo un policía a C. a quien el padre de dos de sus hijos no deja de hostigar. El agente le dijo que si no había golpes o maltrato físico no podía acusarlo. En otra oportunidad, ante la misma denuncia le dijeron que su agresor "está enamorado".
Rosario 12 |
C. está desesperada. Hace tres meses que se separó del padre de dos de sus hijos, pero él no deja de hostigarla. Sin embargo, ésa no es la única violencia que sufre. "¿Te pegó, te tiro piedras o te hizo algo?", le preguntaron en la comisaría 12º cuando fue a denunciar que el agresor estaba frente a su casa, pese a la prohibición de acercamiento judicial. "Entonces no cometió delito", remataron los oficiales de la seccional de barrio Ludueña, ante su respuesta negativa. En una de sus visitas a la comisaría, la víctima tuvo que escuchar que le digan que el hombre actúa así "porque está enamorado". La mujer, de 34 años, reclama atención judicial y estatal, y pide que lo que le pasa a ella no le suceda a otras mujeres. "Sé que no soy la única. Una vez me encontré en la seccional con una mujer que tenía la misma notificación judicial para que su expareja no se le acerque, y se nos rieron en la cara a las dos", protestó. Desde las organizaciones de mujeres exigen respuestas.
La violencia institucional que sufre C. salió a la luz esta semana, en un informe del portal enREDando.org.ar. Fue luego de las evasivas que recibió la mujer en los innumerables intentos de denunciar a su expareja, quien una sola vez fue arrestado durante cuatro horas y al salir fue directo a buscarla para vengarse por haberlo acusado.
El relato es abrumador. "Hace tres meses que paso por esto. Me separé de mi pareja de siete años porque él tomaba y consumía drogas. Pero nunca aceptó que esa relación terminara". Tienen dos hijos de cuatro y siete años, en común. C. tiene otros hijos más grandes.
"Después de la separación empezó a venir todos los días, se metía en mi casa, quería obligarme a tener relaciones", dijo. El agresor tiene 28 años y aún vive en el barrio, con un familiar. "El empezó a desvalorarme como mujer, a insultarme. La droga lo llevaba a despertarse a la madrugada para agredirme. Tenía celos y no me dejaba salir a ningún lado, no me permitía ver amigas, compañeras de trabajo. Yo trabajaba y él venía y se quedaba cerca hasta que yo terminara. Le molestaba que hubiera personas alrededor mío", relató la mujer.
Hace tres meses, la situación llegó al límite. "Yo no daba más. Tengo otros hijos que no son suyos y también los agredía. El día que nos separamos yo me fui a la casa de mi hermana porque él empezó a tomar pastillas y me dio miedo. Hasta allá fue a buscarme, quería obligarme a volver a mi casa. Ese día lo denunciamos y se lo llevaron a la comisaría, pero estuvo desde las 2 hasta las 6 de la madrugada. Esa noche llovía muchísimo y él fue a esa hora a la casa de mi hermana a agredirnos a todos de la peor manera. Yo había dejado a mi hijo de 17 años en la casa y él me dijo que fuera a ver que el nene estaba tirado en la vía, apuñalado. Salí corriendo, en medio de la lluvia y el viento, con mis dos hijos más chicos, pero era mentira. El me dijo que me quería hacer salir de la casa. Me quiso pegar y se agarró con mi hijo a golpes de puño. Desde ahí fue todos los días, intenté denunciarlo; pero no hubo caso".
Agotada de los intentos frustrados, C. pidió ayuda al colectivo El Caleidoscopio, desde donde la acompañaron al distrito municipal a hacer la denuncia. "De ahí al día siguiente fuimos a Tribunales y me hicieron la orden de que no se podía acercar a 200 metros de nosotros, pero nunca lo cumplió. Era estar alrededor mío las 24 horas del día. Si no le contesto los mensajes, se me viene a la casa; o se queda en la vereda toda la madrugada. Es permanente. Llamo al 911 pero nunca llega y en la comisaría les avisé que él estaba ahí; pero dijeron que si no hacía nada, no había delito. Y aunque les dije que él tenía prohibido estar ahí, no hicieron nada, ni me tomaron la denuncia".
Sobre el final de la charla con Rosario/12, la mujer dijo que hacía tres días el agresor estaba más tranquilo. "Pero no porque alguien me ayudó, sino porque yo me planté y le pedí que no me haga ir presa, porque me voy a sacar de una manera que no quiero. De todos modos, sigue por teléfono diciendo que quiere estar conmigo. Ni siquiera pregunta por los hijos. El tema es conmigo. Me llegó a decir que si no estoy con él no voy a estar con nadie; y si yo no le atiendo empieza a llamar a mi mamá, a mis amigas", dijo la mujer que el lunes irá a la Fiscalía Regional para saber si hay una causa abierta contra el agresor, a raíz de la primera denuncia.
Desde la Secretaría de Género de la CTA Rosario, María José Gerez lamentó que la violencia institucional es una "práctica sistemática". Y agregó: "Las mujeres viven el desamparo, no pueden andar a ciegas para saber dónde hacer una denuncia. El estado y la justicia las tienen que asesorar en esa ruta crítica", reclamó.
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