La probabilidad de ocurrencia de cada uno dependerá de la herencia o mochila que deje los ocho años de la presidencia de Cristina Kirchner.
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Cuando faltan dos semanas para las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias, para definir las fórmulas que disputarán dos meses y medio después la presidencia de la nación a partir del 10 de diciembre, cada vez son más quienes vislumbran que las fotografías de la realidad económica y social del país entre uno y otro momento serán notoriamente diferentes.
A juzgar por el ritmo de aceleración del déficit fiscal y también de la caída del superávit de la balanza comercial con el resto del mundo, junto con el impulso que ha recobrado la emisión de dinero del Banco Central y de bonos por parte de la Secretaría de Hacienda, los grados de libertad para optar por el continuismo o incluso el gradualismo, se irán achicando, y en consecuencia se acrecentarán las políticas de shock. Sólo un giro sustancial de las políticas actuales podrían revertir esas probabilidades.
Las medidas adoptadas por el Banco Central de intensificar las regulaciones de las tasas de interés para los depósitos a plazo fijo, junto con la triplicación del monto de alcance de la garantía de esas colocaciones, no parecen felices, porque traen a la memoria las acciones defensivas contra la dolarización que se intentaron mientras se aproximaba la crisis terminal a comienzos de siglo.
La fotografía ecónomica del 9/8 será muy diferente a la prevista para el 25/10
Entre los economistas profesionales y en los ámbitos de las grandes empresas se trabaja por estos días en tres posibles tipo de políticas para el próximo presidente en materia económica: 1) alta intensidad en las acciones para reordenar las variables macroeconómicas y los precios relativos; 2) reequilibrio gradual y 3) intento de continuidad en la etapa inicial de gobierno, para luego encarar el cambio de política. Según sean las opciones serán las medidas a tomar y las posibles consecuencias.
Alta intensidad en las políticas de reequilibrio
Ese escenario los expertos lo sintetizan como el de rápida búsqueda del equilibrio fiscal; independencia del Banco Central de la República Argentina y políticas monetarias consistentes; recuperación de la autonomía del Indec; resolución de los pagos con losholdouts, con o sin quita de deuda; rebalanceo tarifario entre el nivel que rige para diversos servicios en la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires, con el resto de las provincias, en particular para los sectores de altos ingresos; desmantelamiento de los controles cambiarios y de las trabas a las exportaciones e importaciones y retorno al mercado internacional de deuda, previo acercamiento al Fondo Monetario Internacional para que pueda ver los números de la economía nacional (artículo IV).
Política de shock fiscal = alto crecimiento del PBI y del empleo privado
Con ese escenario, no inquieta la alta probabilidad de suba de la tasa de interés internacional a 2,5 o 3% anual, porque su efecto pasaría a segundo plano, si el país pasa a pagar 5 o 6% anual. Además, el acceso del crédito internacional y flujo de inversiones extranjeras posibilitaría superar el techo de un crecimiento limitado a 2 o 3% que posibilita el limitado ahorro interno, y elevarlo sensiblemente.
Reequilibrio gradual
Esta opción, que es la que parece coincidir la mayor parte de las fuerzas políticas, al menos en el discurso preelectoral, parte del supuesto de un moderado reequilibrio fiscal, más sustentado en la pérdida de participación del gasto público por el mayor crecimiento nominal esperado del PBI que en una política de ajuste del exceso de erogaciones en servicios económicos y falta de transparencia de la obra pública; pocos cambios relevantes en la política y rol del Banco Central, como del Indec; lenta resolución de la deuda con losholdouts y mercados parcialmente abiertos.
Política gradualista = estancamiento con alta inflación y más desempleo privado
Continuidad para luego ajuste
Es la alternativa menos recomendada por los agentes económicos de la oposición, y la más cercana al oficialismo, implica mantener un abultado desequilibrio de las finanzas públicas; la sumisión de la política del Banco Central a las necesidades de pesos de la Tesorería de la Nación y la intervención del Indec; extensión del estado de postergación de una resolución final del pleito con los holdouts y consecuentemente persistencia del control de cambios y aislamiento del mercado internacional de capitales.
En ese caso la situación de estancamiento de la generación de riqueza con alta inflación pasará a un estado peor de recesión con mayor alza de los precios al consumo; creciente atraso cambiario; mayor desaliento a la inversión productiva y fuerte destrucción de empleos por parte de muchas empresas que están excedidas de personal frente a la actual coyuntura, pero demoran el ciclo de ajuste a la espera de un cambio de ciclo que regrese a la ortodoxia, y un sistema financiero que se achica aún más.
Continuismo = recesión con más inflación y aumento de la desocupación
Si esto no ocurre, se estima el impacto social de los despidos en el sector privado podría ser mayor que en el caso de un escenario de política de shock fiscal que derive en ajuste de la nómina en el sector público en su conjunto, comenzando por la administración central, pero con incentivos para que se extienda a las provincias y municipios.
De ahí que se considera que al cabo de un año esa estrategia de continuismo deberá instrumentarse cambios, para comenzar a reordenar las variables, porque el desbarajuste no será sostenible con medidas de distracción como se advierte por estas horas. Pero entonces podría ser tarde para llegar bien posicionado a un nuevo test electoral para renovar parcialmente las cámaras legislativas en 2017.
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