Fueron furor a finales de los '70 y en la censura de la dictadura argentina operaron sobre las niñas para suavizarlas, orientar la mirada y modelar sensibilidades. Ese es el centro de un estudio que llevó adelante una investigadora del Conicet Rosario. "Eran productos orientados a reforzar a la mujer sólo como doméstica", dice la doctora Caldo.
Rosario 12 |
En 1979, en plena dictadura militar, en Argentina aparece El mundo feliz de Sarah Kay, conformado por dibujos que la editorial Atlántida empieza a utilizar para ornamentar sus productos. La doctora Paula Caldo, investigadora del CONICET, analiza ilustraciones de Sarah Kay para reflexionar sobre las marcas que dejaron esos dibujos en la femineidad y sobre lo que ella piensa que fue el logro máximo: suavizar a las niñas, orientar la mirada, modelar sensibilidades.
La doctora Caldo, quien trabaja en la unidad en red Investigaciones Sociohistóricas Regionales (ISHIR CONICETUNR), explica que en el año 1979, en tiempos de censura, donde no había libertad de expresión, las revistas Para ti, Gente, Billiken y diversidad de productos de papelería para nenas y adolescentes empezaron a mostrar una serie de ilustraciones donde niños y niñas jugaban, en contextos austeros y difusos, donde tenían que trabajar (limpiar, coser, cocinar, lavar, servir al otro), pero ante esa adversidad lo más importante era que afloraba el amor, la amistad y la felicidad. Eran 140 dibujos firmados con la marca Sarah Kay, despojados de toda palabra, realizados por la ilustradora australiana Vivien Kubbos, que tuvo una amplia distribución en todo el mundo occidental durante la década de 1970.
Una marca: la mujer vuelve a servir
"Es llamativo cómo, en un momento donde aparece una mirada crítica de la mujer, donde en los 70 las mujeres empezamos a decidir por nosotras, donde se comienza a cuestionar el papel de la esposa, aparece la mujer militante, revolucionaria, femenina, que decide no ser madre, no casarse, de repente surgen todos estos productos que refuerzan muchísimo un lugar de mujer doméstica que piensa que sale, que transita por el espacio público, pero con los valores del hogar, del cuidado de la familia, de la entrega hacia el otro, es decir, lugares que desde fines del siglo XIX se asignaron a esa mujer que se formaba exclusivamente para cuidar a los otros", señaló Caldo.
"La Editorial Atlántida decide poner en circulación estas imágenes para formar mujeres en un momento de censura, donde no era posible comprar y leer cualquier cosa, creo que eso ayuda mucho a que Sarah Kay se masifique. En un contexto donde no se podía elegir, Sarah Kay era lo permitido" consideró la investigadora, para luego agregar: "Si Atlántida pudo editar libremente en la década de los 70 fue porque sus productos eran funcionales a las políticas del terrorismo de estado, es complicado pero es así, y en ese marco vendía ese mundo feliz de Sarah Kay, que aparece interpelando una infancia donde había desapariciones y niños que perdían su familia".
Un logro indirecto: la delicadeza
"La imagen tiene un modo de registrar o de impactar que no es del orden de la palabra, por más que se le agregue un epígrafe", indicó Caldo, y en este sentido explicó que la mayor marca que dejó Sarah Kay fue la de suavizar la mirada, de buscar un aparecer de mujer tranquila, más que lo que explícitamente los dibujos estaban mostrando. "Yo no sé si salimos a cuidar a los otros, pero Sarah Kay era dibujo y llevaba a copiar. Todas hemos terminado dibujando a los Sarah Kay, copiando esos trazos y suavizándonos al copiar, casi como un ritual performativo" aseguró la investigadora.
"Sarah Kay no marcó por el contenido en sí, sino que marcó una suavidad en los rasgos femeninos, esa fue la victoria de Sarah Kay, porque muchas de las nenas de ese momento no soñamos con maridos e hijos sino que dibujamos a los Sarah Kay y eso era una tarea que calmaba, porque los trazos de Sarah Kay son delicados, así como la elección de los colores y la estética".
Para ilustrar lo mencionado, Caldo toma el concepto de Judith Butler "Performatividad del género", y lo explica así: "Hay una serie de rituales que una activa constantemente y que termina llevando a que se ocupe un lugar de lo femenino o de lo masculino. En esa gimnasia de dibujar, de seguir una determinada estética y usar determinados colores y con determinados trazos, todos los días, todo el tiempo durante muchos años, se va forjando una sensibilidad particular, un modo particular de ser mujer".
Tocar un delicado costado
"Cuando uno empieza a pensar y analizar qué significó el final de la década del 70 para la Argentina y en ese final aparece Sarah Kay con un carácter masivo, inevitablemente es llamativo. Trabajar con temas que tocan un costado tan naif, es meterse en esas cosas con las que muchas veces no nos queremos meter porque es el grado cero de lo pensante, es obvio, es ingenuo, pero que sin embargo, forman parte de la cultura y marcan identidades desde el impacto cotidiano y reiterado", apuntó la historiadora.
"No era necesario comprar el producto, porque uno podía ver a los dibujos de Sarah Kay en las revistas, en la biblioteca, en la escuela, era muy accesible por los términos de la cultura de la época, donde estaba muy claramente delimitado qué era lo permitido, y Sara Kay lo era y además, planteaba era un mundo feliz, y pensar en eso, en ese momento histórico, no es un tema menor" concluyó Caldo.
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