Una semblanza de Mercedes Sosa antes de su exilio, y de su ambición estética aún inconclusa
La cantora tucumana Mercedes Sosa, voz profunda de nuestra música, protagonista del Movimiento del Nuevo Cancionero que en los años 60 pateó el tablero del folclore paisajístico, petrificado por el canon consagrado a principios del siglo XX, cumpliría hoy 80 años.
Aquella ambición estética –a pesar de su inmenso legado- permanece inconclusa. Mercedes sintetizó un doble movimiento: el que propulsó la integración de las músicas de provincias con los sonidos de Buenos Aires y el que la convirtió, a partir de una actitud desprejuiciada, en una figura universal sin resentir los fundamentos de la música de raíz.
Nació en Tucumán el 9 de julio de 1935, donde despuntó desde niña su oficio de cantora, macerado por su condición de origen: descendiente de calchaquíes, hija de un obrero de la industria azucarera y una lavandera. Aquellos tiempos la ubicaban prestando su voz en la radio, en los actos partidarios del Peronismo o en el circo, pero su despegue –y el comienzo de la definición del paradigma que representó en el folclore argentino- fue alumbrado en Mendoza, donde se radicó en 1957 a partir de su matrimonio con el músico Oscar Matus, con quien tuvo un hijo, Fabián.
Eran tiempos del folclore industrializado, masificado a partir de las migraciones de las provincias a Buenos Aires, que confrontaba para algunas miradas con el tango y el cosmopolitismo portuario.
En 1962 Sosa lanzó su primer álbum, La voz de la zafra a instancias del músico Ben Molar, que convenció a los directivos del sello RCA. Ocho canciones de Oscar Matus- Armando Tejada Gómez: (entre ellas, La zafrera y Zamba de los humildes) prefiguraban lo que iba a ser el Movimiento del Nuevo Cancionero, formado al año siguiente.
Con pulso de vanguardia, con vocación por rebelarse ante el manual de repeticiones que imponía el canon folclórico y a partir de la convicción de cantar con fundamento, el Movimiento del Nuevo Cancionero fue una propuesta integradora de las músicas argentinas, empujado por Mercedes, Matus, Armando Tejada Gómez y Tito Francia. Proponían “la búsqueda de una música nacional de raíz popular, que exprese al país en su totalidad humana y regional”, según el documento fundacional firmado el 11 de febrero de 1963 en el Círculo de Periodistas de la ciudad de Mendoza.
“Hay país para todo el cancionero. Sólo falta integrar un cancionero para todo el país”, postuló el texto también firmado por Víctor Gabriel Nieto, Martín Ochoa, David Caballero, Horacio Tusoli, Berla Barta, Chango Leal, Graciela Lucero. Clide Villegas, Emilio Crosetti y Eduardo Aragón. Canción con fundamento (1965), el segundo disco de Mercedes –para entonces ya separada e instalada en Buenos Aires-, expresaba aquella apuesta. Las reseñas biográficas de Mercedes enfatizan su irrupción en la quinta edición del Festival de Folclore de Cosquín, en 1965, introducida por Jorge Cafrune en su espacio y en la última noche, a pesar de ser resistida por la organización a raíz de su adhesión al Partido Comunista.
“Yo me voy a atrever, porque es un atrevimiento lo que voy a hacer ahora, y voy a recibir un tirón de orejas por la comisión, pero qué le vamos a hacer, siempre he sido así, galopeador contra el viento, les voy a ofrecer el canto de una mujer purísima, que no ha tenido oportunidad de darlo y que, como les digo, aunque se arme bronca, les voy a dejar con ustedes a una tucumana: Mercedes Sosa”, dijo el Turco Cafrune el 31 de enero de 1965 al presentar a la cantora tucumana, entonces de 30 años. Cantó sola con su caja Canción del derrumbe indio, del compositor tucumano Fernando Iramain. Fue ninguneada por los medios de entonces, pero no por el público, que la ovacionó.
Esa actuación le allanó el camino para grabar su tercer disco, Yo no canto por cantar. Luego la historia es más conocida, jalonada por la popularidad y algunos discos memorables, como el homenaje a Violeta Parra registrado en 1971. Censurada por la dictadura cívico-militar (1976-1983), se exilió en Europa, donde prosiguió con su trabajo con grandes figuras iberoamericanas de la canción. Tras su regreso a Argentina en los años 80 su sonido se atrevió al tango, el jazz y el rock. Su último trabajo fue Cantora: un viaje íntimo (2009), en el que interpretó 34 canciones a dúo con otros tantos artistas latinoamericanos. Falleció el 4 de octubre de 2009 a raíz de una disfunción renal.
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