El primer ministro griego, Alexis Tsipras, recibió una inesperada ayuda política del Fondo, que admitió que la deuda externa de 300.000 millones de euros es "impagable" y requiere de una nueva reestructuración.
El primer ministro griego, Alexis Tsipras, recibió el viernes una inesperada y extraordinaria ayuda política del Fondo Monetario Internacional (FMI) que, en un detallado informe sobre la situación económica del país heleno, admitió que la deuda externa de 300.000 millones de euros es impagable y requiere de una nueva reestructuración.
A tres días del referendum convocado por el Gobierno izquierdista de Syriza, el análisis del Fondo le ha venido como anillo al dedo a Tsipras quien redobló su apuesta y llamó ayer a los griegos a votar "No" a las exigencias de sus socios y acreedores y abrir, de esta manera, un proceso de renegociación entre su país y Europa que contemple un recorte y una reestructuración de la deuda y sus vencimientos.
En concreto, el organismo multilateral de crédito ha dicho que Grecia necesitará una nueva ayuda financiera de 60.000 millones de euros en los próximos tres años, al tiempo que pidió que Europa garantice un alivio de la deuda de Atenas, ampliando de 20 a 40 años el pago de los vencimientos previstos.
Si bien el Fondo culpa a Syriza y a Tsipras de haber conducido a su país a la histórica crisis en la que se debate en estas horas, el documento producido por sus técnicos y emitido por el organismo de manera oficial podía ser una señal de diferencias al interior del propio FMI y de una parte de éste con los acreedores.
El informe precisa que incluso antes de la ruptura sancionada esta semana por Atenas al convocar el referendum, Grecia necesita 29.300 millones de euros, que deberían ser provistos por sus propios acreedores, para hacer frente a los vencimientos de deuda de los 12 meses a contar desde octubre próximo.
Asimismo, el trabajo estima que las necesidades financieras totales de Grecia durante los próximos tres años ascenderá a 51.900 millones de euros, de los cuales 36.000 millones correspondería que los aporten los acreedores europeos.
Hasta qué punto el Fondo considera a Grecia como un país quebrado y a su deuda como absolutamente impagable en los términos renegociados hasta el plan que feneció el pasado 30 de junio, lo muestra su propuesta de duplicar el pago de los vencimientos de 20 a 40 años y la instrumentación de un período de gracia de 20 años.
Pero la afirmación en términos analíticos de que debería revisarse toda la situación de Grecia para evitar su quiebra formal y las imprevisibles repercusiones de orden económico y político en esa nación, Europa y en la economía mundial, no significa que exista consenso dentro del Fondo ni de éste con los países acreedores de la Eurozona y el Banco Central Europeo (BCE).
En cualquier caso, la publicación del texto en la página web oficial del FMI revela una iniciativa política que tiene la mira puesta en el día siguiente de la celebración del referéndum, o sea el próximo lunes, y que parecería apuntar en el mismo sentido que las advertencias del presidente estadounidense, Barack Obama, quien ha insistido la semana pasada en la necesidad ineludible de arribar a un acuerdo urgente con Grecia.
Evidentemente, Alemania, con su canciller, Angela Merkel, a la cabeza de la Eurozona y de la Unión Europea, rechaza cualquier tipo de renegociación con Atenas que contemple aceptar una reestructuración de la deuda si Tsipras no accede a cumplir a rajatabla con la imposición del programa de austeridad propuesto por sus acreedores.
Políticamente, esto significa un cambio del gobierno griego, es decir, un desplazamiento de Syriza del poder y su reemplazo por una nueva coalición que acepte sin remilgos los términos del rescate que venció el último día de junio y que supone continuar y profundizar las privatizaciones, recortar pensiones, liberalizar aún más el mercado de trabajo y proceder a recortes en profundidad en los gastos sociales del Estado.
La negativa a aplicar semejante carnicería económico-social fue lo que llevó a Tsipras a apelar al mecanismo del referéndum para evitar la ruptura entre las alas izquierdista y moderada de Syriza, que hubiera provocado la pérdida de la mayoría parlamentaria y con ello la caída de su gobierno.
Pero al "Sí" que propugna la derecha en el referéndum y que significa aceptar dicho plan, Tsipras ha opuesto un "No" no para romper con la Eurozona sino para reforzar su posición y replantear la negociación con las huestes acreedoras comandadas por Merkel.
La orientación de Tsipras, hasta el momento, parece más una ilusión que una idea con asidero en la realidad de las fuerzas en pugna, ya que Grecia y su gobierno están con la soga al cuello pues tras no pagar el vencimiento de 1.500 millones al FMI el martes pasado, el funcionamiento del sistema bancario y la provisión de liquidez están al borde del abismo.
El "corralito" y el cierre de los bancos hasta después del referéndum, una medida de control de cambios, fue tomada por el gobierno contra su voluntad y debido a la negativa del BCE, por orden de Berlín, de congelar el monto de las líneas de asistencia de liquidez a las entidades financieras griegas, una medida diseñada para obligar a Syriza y Grecia a rendirse ante los acreedores.
Alemania es junto a Francia y a la mayoría de los países de la UE acreedora de 160.000 millones de euros. No acepta perder dinero y, mucho menos, arriesgarse a que otros países deudores como Italia, España, Portugal o Irlanda, sean tentados a seguir el mismo camino de rebeldía que los helenos.
Pero el estallido político de la crisis de la deuda de Grecia ya no es una cuestión nacional sino europea. Si Atenas se adentra en una catástrofe económica y también política, Europa ya ha entrado en una crisis política tras el llamado al referéndum de mañana.
En los últimos días, de acuerdo con un informe de la consultora Ernst & Young, las Bolsas de todo el planeta han visto volatilizarse 300.000 millones de dólares en las acciones de las 100 sociedades de mayor capitalización bursátil, debido a la crisis de Grecia.
Una suspensión de pagos y posterior salida de este país de la Eurozona crearía enormes incertidumbres en todos los mercados, además de un terremoto político en Europa. En un contexto signado por el pinchazo de la burbuja bursátil en China y en una creciente desaceleración económica, afirmar que lo que ocurra en Grecia no afectará a la región y el mundo es, al menos, temerario.
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