Diario Uno
La familia Vivas espera en un banco la comida, a orillas de la laguna Setúbal. “Es una tradición”, dicen Claudio y Carina, papás de Yamila, Nicolás y Kiara, mientras se preparan para una cena al aire libre. Los chicos juegan en la plaza de la esquina de Almirante Brown y Gutiérrez, mientras los papás piden la comida. Un lomito, una hamburguesa, papas fritas, gaseosa y cerveza, el menú perfecto para disfrutar de la postal de una noche de verano en la costanera.
Noches de carribar, un clásico santafesino que congrega a miles de familias y jóvenes de martes a domingo. Un lugar donde muchos buscan aliviar el calor, mientras disfrutan de la vista y la gente.
Desde muy temprano los dueños de los carros se preparan para la jornada. Algunos desde la mañana abren su ventana y comienzan a cocinar hamburguesas para los clientes que pasan. Otros esperan la noche, que llega con una gran cantidad de jóvenes en búsqueda de pasar un buen momento.
Si de carribares se habla, no se puede dejar de nombrar a María Rosa, más conocida como “La Gallega”. Ella tiene 20 años atendiendo su local de comida rápida, y ha visto disfrutar de sus hamburguesas y lomos a muchas generaciones. “Lo que más me gusta de atender el carribar, es el contacto con la gente. Lo que te llevas y recibís todos los días. Yo ahora veo a la gente que venían cuando eran novios, los vi recibirse, empezar a trabajar, casarse y hoy vienen sus hijos”, cuenta emocionada a Diario UNO.
Como gran conocedora del rubro habla de las cosas que cambiaron en este tiempo, y destaca que ahora la familia también es parte de la “movida del carribar”. “En los inicios no se veía a la familia, y la que llegaba decía «mi hijo me dijo», porque era un lugar de jóvenes. Hoy ves desde las familias con chiquitos, que los traen a jugar a la plaza mientras esperan la comida; los que se acercan sólo a comer, y encontramos hasta abuelos”, cuenta María Rosa.
La noche
Desde las 21 comienzan a llegar las primeras familias. Algunos esperan en sus autos y aprovechan el delivery, otros se sientan en los bancos de la plaza para disponerse a probar unas ricas hamburguesas. Más tarde es el turno de los jóvenes, que después de las 23 se adueñan del lugar. Muchas motos y autos circulan por la calle que hoy concentra a los carros de comidas rápidas.
Sábados y domingos son los días más largos, cuentan los cocineros de la calle. Mucha gente disfruta el fin de semana en familia, con amigos y una hamburguesa en la costanera. “Venimos porque nos encanta la gente, el lugar. Aprovechamos y hacemos peña al aire libre”, dice Morena mientras come con sus amigas.
Sábados y domingos son los días más largos, cuentan los cocineros de la calle. Mucha gente disfruta el fin de semana en familia, con amigos y una hamburguesa en la costanera. “Venimos porque nos encanta la gente, el lugar. Aprovechamos y hacemos peña al aire libre”, dice Morena mientras come con sus amigas.
Una buena opción
El menú es variado, pero siempre propone algo rápido. Desde la hamburguesa simple, hasta el lomo completo, opciones para todos los bolsillos.
Para los que buscan una cena romántica y económica, en la costanera santafesina se puede disfrutar de la mejor vista, con un menú rápido y económico. Una comida para dos, con hamburguesas, papas fritas y una bebida de litro para compartir cuesta cerca de los 70 a 80 pesos. Los que eligen el lomito, pagarán un poco más, entre 100 y 120 aproximadamente. En cuanto a las bebidas, están las gaseosas individuales, a 10 pesos; pero para los que son muchos y buscan paliar el calor, la botella de litro es la mejor opción. Sea gaseosa o cerveza el precio ronda los 20 pesos.
Reubicación
Desde hace cinco años los carribares de la costanera de Santa Fe fueron reubicados y concentrados en dos puntos estratégicos, por una ordenanza municipal. Así es que hoy se encuentran sobre calle J. M. Gutiérrez, entre la avenida Almirante Brown y Laprida; y Obispo Príncipe, entre Almirante Brown y la laguna Setúbal. “No fue fácil el cambio, costó retomar las ventas y que la gente se acostumbre; pero los clientes que ya nos conocían volvían. Ahora ya pasó el tiempo y se van acostumbrando a donde estamos”, dice el propietario de uno de los carros de hamburguesas, lomos y panchos.
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