Susto y persecución en el centro. Tres adolescentes fueron detenidos en Dorrego al 1600 cuando mantenían privados de la libertad a los pasajeros y al chofer de la línea 115.
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Los tres muchachos fueron identificados como Brian R., de 18 años; Omar Gustavo Y., de 17; y Ezequiel M., de 16 años. Los tres habían ingresado momentos antes de las 13, cuando el centro de la ciudad era un hervidero en todo sentido, a la agencia de lotería y quisoco de Italia 928. Allí sorprendieron al encargado, Roberto C., de 45 años, a dos vendedoras, y a seis clientes.
El primer paso. "Entraron muy nerviosos", contó Roberto. "Uno llevaba en la mano una pistola plateada, otro se quedó adelante y le gritaba a los clientes que se tiraran al piso y les dieran todo", agregó el encargado del comecio. Y abundó: "Una nena de 15 años que estaba comprando se puso a llorar desconsoladamente y a una mujer que les dijo que a ella no le iban a robar su cartera, la empujaron y se cayó sentada en el piso".
Uno de los asaltantes empezó a desvalijar a los clientes "A mí —dijo Roberto— me robaron la billetera con unos mil pesos, a las chicas del negocio un par de celulares y algo de plata. La caja ni la tocaron. Para mí eran inexpertos, temblaban mucho", arriesgó. En el medio del atraco, los ladrones no dejaron de lado sus vicios: pasaron detrás del mostrador y se llevaron dos paquetes de cigarrillos, un encendedor y papel de armar, según contaron.
En su escape los maleantes pretendieron encerrar a las víctimas, pero la puerta estaba rota por lo que desistieron y escaparon a las corridas dando inicio a una verdadera odisea en la que hubo persecución, llantos y temor. Es que Roberto, indignado por el robo, salió a correr a los ladrones. Los siguió por Italia hasta San Luis mientras les gritaba a sus vecinos que lo habían asaltado. Los muchachos corrían en zig zag y un comerciante intentó interrumpirles el paso, pero la respuesta del trío fue asestarle un golpe en la cabeza con un ladrillo.
Acorralados, los fugitivos llegaron hasta San Luis y Moreno, donde subieron al interno 38 de la línea 115. Los pasajeros no comprendieron bien que sucedía pero el chofer Juan T., de 35 años, lo supo inmediatamente. Fue cuando uno de los jóvenes le ordenó: "Sacános de acá, acelerá y sacános" y le apoyaba una pistola calibre 22 en la cabeza.
Mientras eso ocurría arriba del ómnibus, alguien llamó al 911 para dar el alerta y desde allí salió el aviso a la Policía Motorizada.
Por otra calle. En el colectivo los pasajeros cayeron en la cuenta de la situación al ver que el chofer desviaba su recorrido habitual. Entonces comenzaron a gritar, a desesperarse y a juntarse en la parte trasera de la unidad. "Tranquilos, cuando esto termine los llevo a cada uno a su casa", les dijo el conductor. Para ese momento ya la Motorizada perseguía al colectivo. "Acelerá, acelerá", fue el grito de los ladrones.
En Dorrego al 1600, entre Montevideo y Pellegrini, finalmente dos motos policiales cercaron al colectivo. Uno de los agentes bajó del rodado y apuntó al coche mientras corría a la par con su arma en mano y obligaba al chofer a aminorar la marcha hasta detenerse. Entonces el uniformado saltó dentro de la unidad y a los gritos, con la 9 milímetros en la mano y sin pensar en la posible reacción de los delincuentes, los redujo. Al verse acorralados, los ladrones arrojaron al piso el arma que llevaban, los celulares y el dinero robado. Los pasajeros, en medio de llantos, bajaron aterrados y se dispersaron buscando aire.
Con la situación controlada, los asaltantes terminaron tirados en el piso del micro mientras arribaban al lugar uniformados de distintas brigadas y cortaban el tránsito. En total, fueron 13 los policías que subieron al micro para contener a los asaltantes. Un muchacho que se encontraba observando en la vereda fue convocado como testigo y, delante de él, un uniformado comenzó a contar un fajo de dinero que tenían los ladrones.
El chofer, al descender de la unidad, dijo a los pocos pasajeros que quedaron que en ese breve recorrido sólo intentó "mantener la calma".
Gritos y aplausos. "En San Luis y Moreno subieron como pasajeros normales y uno que los venía corriendo gritó: «Ojo que son choros». Entonces se alteraron y apuntaron con el arma. Dijeron que no nos moviéramos sino nos quemaban", explicó conmocionada y llorando una mujer que se dirigía a trabajar a un geriátrico de 3 de Febrero al 200 y que se identificó como Reina.
Minutos más tarde la policía bajó del colectivo a los asaltantes. Dos de ellos con la cabeza apenas cubierta por camisas a cuadros y otro con una remera negra. Bajaron en medio de los aplausos de vecinos y curiosos, algunos de los que gritaban "mátenlos" y "un aplauso para la policía". Como final de la odisea urbana, los aslatentes fueron subidos a la caja de una camioneta policial y partieron rumbo a la comisaría 2ª.
A la tarde, desde el juzgado de Instrucció a cargo de Roxana Bernardelli se pidieron los datos penales del mayor de los aslatantes mientras sus cómplices fueron derivados al juzgado de Menores en turno.
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