Directores de secundarios y especialistas reflexionan sobre este fenómeno. Sostienen que las redes sociales potencian los hechos de agresión. Piden gabinetes psicopedagógicos y dicen que el “protocolo” es necesario pero no servirá para prevenir
Una “cargada” pesada a través de Facebook, un conflicto en el barrio, la pelea en un boliche, una realidad complicada en la familia, la pobreza o los padeceres propios de la adolescencia. Todos pueden ser el posible detonante de una agresión o un hecho de violencia en la escuela, que es un espacio donde los adolescentes se encuentran y conviven varias horas todos los días.
Los casos que emergieron uno tras otro esta semana de alumnos que llevaron armas de fuego a las escuelas secundarias Constituyentes de Santa Fe y Nº 645 de Rafaela, así como el de otros estudiantes que se hirieron mutuamente a la salida de clases en Recreo, reavivan este fenómeno complejo y preocupante.
Una de las primeras cuestiones que los especialistas en educación siempre tratan de despejar es que la “violencia escolar” debe pensarse como un emergente en la escuela de una violencia que es social. “La violencia resuena e irrumpe ruidosamente en el ámbito escolar, pero tiene que ver con cuestiones vinculadas con la exclusión, desigualdad, segregación y la fractura del lazo social. Son fenómenos complejos, multicausales, multideterminados, y lo primero que hay que entender es esta dificultad para no caer en lecturas reduccionistas o sesgadas”, aclara el licenciado en Psicología, Facundo Blestcher, docente de la UBA y de la Universidad Católica de Santa Fe.
Lo segundo que advierte el especialista es que no hay recetas mágicas, concretas ni estandarizadas que se puedan aplicar en todos los establecimientos escolares contra la violencia. “No todos los fenómenos son idénticos”, sostiene el especialista, que recorrió más de 200 escuelas para hablar con los docentes sobre esta problemática, en el marco de un programa de capacitación de Amsafe La Capital.
Esta violencia social, a la escuela la excede y la desborda. “Para resolverla hacen falta políticas públicas e integradoras desde el Estado con la intervención de todas sus áreas -educación, salud, seguridad, desarrollo social y trabajo-, para tratar de resolver o al menos mitigar las causas de la violencia. Y estas causas tienen que ver con formas profundas de fractura del lazo colectivo, de exclusión o segregación que van produciendo niveles de desigualdad en los cuales la violencia se instala como una forma de expresión de esas tensiones que anidan en la sociedad misma”, se explaya Blestcher.
Las redes sociales y su impacto
Directivos de escuelas secundarias de la ciudad, que en su mayoría atienden población vulnerable, coincidieron en señalar a las redes sociales como “generadoras” o “potenciadoras” de disputas entre los alumnos.
“La violencia se desata en las redes sociales, donde se producen cargadas, se contestan y potencian, y después la cuestión se instala adentro del aula. El ciberbullying tiene mucha incidencia. Se ha dejado de lado el diálogo para llegar a esa comunicación virtual; y de la comunicación virtual van derecho a los hechos, a la agresión”, opina Oscar Fornero, director de la escuela Alem, donde este jueves hubo una jornada sobre violencia para docentes.
En la escuela Grilli, la directora María Angélica Grippa, apunta a lo mismo. “Lo que pasa en las redes sociales se traslada a la escuela porque es un lugar de encuentro y convivencia de los jóvenes. También hay conflictos barriales y problemas intrafamiliares que repercuten en las aulas”, dice.
Mariana Espeybar, coordinadora territorial del Equipo Socioeducativo de la Región IV -que es un grupo del Ministerio de Educación compuesto por psicopedagogos, trabajadores sociales, etc.-, asegura que muy pocas veces las situaciones de violencia suceden por cuestiones intrínsecas a la escuela. “Generalmente, son conflictos barriales o vinculados con las redes sociales que afectan a la institución educativa porque ésta se torna en escenario de encuentro posible”, indica Espeybar, desde su experiencia en terreno.
Prevención y un reclamo histórico
Todas las escuelas implementan herramientas para prevenir los hechos de violencia. Algunas a través de los espacios de tutoría, otras mediante las ruedas de convivencia, la mediación escolar o talleres de abordaje de estas temáticas. La idea de base es la misma: hacer circular la palabra, que el alumno se exprese y comunique sus preocupaciones, que reflexionen sobre los errores y busquen entre todos la mejor forma de convivir y aceptar las diferencias.
“Lo que tratamos de hacer es escuchar y estar al lado del chico, aunque muchas veces esto no sea suficiente. Estamos mucho tiempo con ellos, conocemos sus problemas personales para poder entenderlos, porque a veces estamos muy alejados de su realidad, de lo que les pasa por ser adolescentes, por vivir en la pobreza, por no tener un proyecto de vida”, destaca la docente de la Grilli.
Edmundo Altina, director de la escuela técnica Gastón Gori, de Recreo, opina que la droga está teniendo una incidencia importante en los hechos de violencia entre los jóvenes. “Acá tenemos tutores que trabajan con los alumnos; más de lo que hacemos desde la escuela, no podemos”, asegura.
De las consultas, siempre surge el histórico reclamo de contar con gabinetes psicopedagógicos en las escuelas públicas. También Blestcher escucha este pedido cada vez que da una charla. “Hace tiempo que los docentes vienen advirtiendo que las nuevas formas de la subjetividad van presentando nuevas dificultades que requieren mayor preparación docente y la presencia de profesionales dentro de las escuelas, que brinden soluciones más consistentes, continuas y aporten capacidad de análisis de las problemáticas complejas que la escuela no tiene capacidad de resolver”.
Según considera el profesional, la falta de equipos psicopedagógicos en las escuelas es un “déficit” del sistema educativo público. “Esto hace que los docentes deban actuar sobre problemáticas que los exceden, y que les producen mucho malestar, desgaste e insatisfacción con la propia tarea”, finaliza.
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