NO HACE FALTA QUE HUGO Y NELY ACLAREN QUE SON FELICES. (FOTO UNO/JUAN IGNACIO PEREIRA)
Se conocieron cuando ella tenía 15 años y él 18. Se enamoraron y tuvieron una hija, pero por esos caprichos del destino, sin que haya habido una pelea de por medio, se distanciaron: él tuvo que irse a cumplir con el Servicio Militar, que en aquel entonces era obligatorio, y no volvieron a verse.
Cada uno siguió su vida, por caminos diferentes. Hugo José Palacios se casó y tuvo dos hijos más, y dos nietos. Enélida Farías formó otras parejas y fue madre de 13 hijos en total (dos fallecieron).
Se sucedieron los días, que luego se transformaron en años y después en décadas; exactamente fueron seis. Sin embargo, el paso del tiempo no logró menguar en el corazón de Nely, como la conocen todos en el barrio de Bajada Grande –en el sudoeste de Paraná– el sentimiento más puro que conserva la humanidad. “Toda la vida seguí enamorada de él, pero jamas lo molesté. Ni siquiera se me ocurrió pasar por delante de su casa ni pedirle nada. Mi hija sí lo veía”, contó a UNO.
La mujer, que no deja de sonreír ni un instante, asegura: “Hoy estoy feliz y enamorada”, mientras elogia a su flamante marido, con quien finalmente se casó el jueves por civil. “El 4 de agosto ya nos habíamos casado por iglesia”, aclaró, y contó que el domingo habrá una gran fiesta familiar por el acontecimiento.
Volver a empezar
El contacto entre ambos se reanudó cuando la hija que tienen en común le contó a Nely que Hugo había enviudado. Entonces ella decidió llamarlo. “Eran las 2.30 de la madrugada y no me podía dormir. Me levanté, busqué su número de teléfono en la guía y había un montón de personas que se llamaban igual. Pero encontré uno en calle Los Jilgueros. Cuando me atendió no me animé a hablarle y corté”, cuenta con picardía.
El contacto entre ambos se reanudó cuando la hija que tienen en común le contó a Nely que Hugo había enviudado. Entonces ella decidió llamarlo. “Eran las 2.30 de la madrugada y no me podía dormir. Me levanté, busqué su número de teléfono en la guía y había un montón de personas que se llamaban igual. Pero encontré uno en calle Los Jilgueros. Cuando me atendió no me animé a hablarle y corté”, cuenta con picardía.
Pasaron unos días y volvió marcar el número para comunicarse con el amor de su vida. No importó el reto de su hija ni la posibilidad de que él no la atendiera.
“Yo pensaba que una vez lo había perdido, pero que otra vez no me iba a pasar”, enfatizó, y confió: “Tiene una voz tan dulce, pero se lo notaba triste”. Le dijo quién era pero él la conocía como Gladis, porque así la llamaban hace 60 años atrás.
Hugo se refirió al episodio y señaló: “Yo estaba triste porque había enviudado hacía poco y tenía la cabeza en otra cosa”.
“Al principio no le presté atención, pero después le sacábamos chispas al teléfono”, añadió entre risas.
El ansiado encuentro
Con perseverancia, Nely lo fue convenciendo y finalmente él la visitó.
Con perseverancia, Nely lo fue convenciendo y finalmente él la visitó.
“No me había entendido dónde quedaba mi casa, así que se perdió y dio unas vueltas por el barrio, hasta que apareció por el portoncito”, expresó.
Un vecino le avisó que la buscaban. “Anduvo quién sabe cuanto tiempo caminando hasta que encontró el lugar y ahí lo vi a este hombre, que llegó rengo, con la lengua afuera; no se desmayó de casualidad. Y yo no sabía qué hacer. Hacía años que no le veía la cara. Yo me acordaba del rostro que tenía a los 20 años”, afirmó.
Un vecino le avisó que la buscaban. “Anduvo quién sabe cuanto tiempo caminando hasta que encontró el lugar y ahí lo vi a este hombre, que llegó rengo, con la lengua afuera; no se desmayó de casualidad. Y yo no sabía qué hacer. Hacía años que no le veía la cara. Yo me acordaba del rostro que tenía a los 20 años”, afirmó.
La anécdota se tornó divertida y él también aportó con tono de broma: “Seguro ella pensaba encontrar algo mejor”. Enseguida Nely le retrucó: “No, algo mejor no, Viejo, porque vos sos un amor. Me cuidás como si fuera una gurisa”.
Una amor que fue sellado en una ceremonia religiosa y en el Civil
Después de largas charlas por teléfono se produjo el tan ansiado reencuentro entre Hugo y Enélida. Fue hace un año, un 5 de setiembre. Él tenía un problema de salud en su pierna y ella rezó y pidió “a la virgencita de Guadalupe que lo sanara para que pudiera llegar hasta mi casa”.
Después de largas charlas por teléfono se produjo el tan ansiado reencuentro entre Hugo y Enélida. Fue hace un año, un 5 de setiembre. Él tenía un problema de salud en su pierna y ella rezó y pidió “a la virgencita de Guadalupe que lo sanara para que pudiera llegar hasta mi casa”.
“Fueron dos cosas que le supliqué a la Virgen: una que Hugo se pudiera curar y la otra, que cuando él llegara y yo le propusiera casarnos me dijera que sí”, relató a UNO.
Ella tomó la iniciativa y él aceptó enseguida coronar su amor con un cambio de estado civil.
El 4 de agosto fue la ceremonia religiosa y el viernes el acto donde quedaron unidos ante la ley. La hija de ambos, Dora Noemí Farías, ofició de testigo.
“La jueza nos felicitó y nos dijo que nuestra vida es para hacer una novela. Lo único que ahora ya no podemos tener más hijos”, dijo Nely y se rió nuevamente, pero acto seguido se puso seria para afirmar: “A mí me parece mentira todavía, son las vueltas de la vida”, aportó la flamante esposa, quien enfatizó: “Hugo fue mi primer novio y ahora es la primera vez que me caso, a los 76 años”.
“La jueza nos felicitó y nos dijo que nuestra vida es para hacer una novela. Lo único que ahora ya no podemos tener más hijos”, dijo Nely y se rió nuevamente, pero acto seguido se puso seria para afirmar: “A mí me parece mentira todavía, son las vueltas de la vida”, aportó la flamante esposa, quien enfatizó: “Hugo fue mi primer novio y ahora es la primera vez que me caso, a los 76 años”.
Aseguran que nunca se hicieron un reproche por el pasado y se muestran visiblemente agradecidos al destino por estar juntos de nuevo.
Enélida indicó: “Vivimos juntos desde principios de este año y nos llevamos muy bien; nos levantamos y nos acostamos haciéndonos chistes, él me canta tangos”.
“Estamos más que bien”, enfatizó él, mientras la toma de la mano y la mira con ternura.
“Yo tenía un montón de pretendientes, pero él tiene un corazón de oro y mis demás hijos y mis nietos lo adoran. No tengo vergüenza para decirlo: lo amo con todo mi corazón”, remató la mujer, demostrando que el amor es más fuerte.
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