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Foto:Luis Cetraro y Gentileza Dip. Garibaldi
Proyecto Escuela Pilares (Sauce Viejo)
Mariela Goy
mgoy@ellitoral.com
Twitter: @marielagoy
“Hay que animarse a romper las estructuras tradicionales. Por supuesto que nos hacemos preguntas, que probamos y nos equivocamos también, pero lo importante es que tomamos el desafío de pensar la educación de una manera distinta porque, claramente, lo que se hace no funciona”. Ése fue el mensaje de una docente de la Escuela San José de Calasanz, de la ciudad de San Jorge, quien resumió el espíritu que mueve a las instituciones con proyectos educativos que rompen moldes.
Bajo el título “Corriendo los límites de lo escolar”, se presentó hace poco en la Escuela Normal de nuestra ciudad, una interesante charla que consiguió reunir en un sólo lugar a seis experiencias educativas innovadoras. La actividad convocó a una audiencia de 200 docentes y estudiantes de profesorados y estuvo organizada por el diputado Paco Garibaldi, en el marco de los debates hacia la ley de educación provincial.
Sólo dos de los 6 establecimientos son privados (Escuela La Cecilia y Pilares), y los restantes son estatales: la Escuela Nueva Esperanza (Rosario), San José de Calasanz (San Jorge), Escuela Pascual Echagüe y Proyecto Socioeducativo El Patio (Santa Fe).
Todos ellos son propuestas “disruptivas” de las estructuras, tiempos y espacios tradicionales de la escuela. Y si bien cada proyecto es diferente, parten de premisas similares: un concepto de enseñanza centrada en el alumno, la escucha permanente a los intereses, propuestas y dificultades de los chicos, relaciones escolares más democráticas, el contacto con la naturaleza como herramienta pedagógica, entre otras.
Agrupamientos flexibles
y avance continuo
En diez minutos, cada expositor resumió brevemente su proyecto educativo. Ginés del Castillo, fundador y director de la Escuela de la Nueva Cultura “La Cecilia”, ubicada en un entorno natural de Monte Vera, explicó que ese establecimiento trabaja desde hace 25 años con un modelo de “agrupamientos flexibles”. Esto significa que los alumnos están juntos de acuerdo a sus necesidades de aprendizajes, a sus intereses y afinidades socioafectivas, y no necesariamente por edades. Sin exámenes, ni repitencia, los progresos son permanentes.
“Tenemos tres ejes que nos guían: los chicos aprenden a su tiempo, aprenden lo que quieren y no aprenden lo que no quieren.
Consideramos que lo que va a transformar la educación no son sólo los contenidos, sino la respuesta a la pregunta ¿para qué educamos?. Y en La Cecilia no formamos para que nuestros chicos se transformen en recursos humanos para los servicios económicos de turno”, indicó.
Otra propuesta de “avance continuo” corresponde a la primaria Pascual Echagüe, del barrio San Lorenzo. En esa institución, los alumnos no pasan de grado en el plazo que dura el año escolar, sino que van alcanzando los contenidos en sus propios ritmos. Hay talleres de matemática, de lengua, donde los chicos van a prendiendo a su tiempo y, una vez alcanzados los objetivos, vuelven con el grupo de edad cronológica.
“No es un proyecto acabado, ni una receta, pero tiende a mejorar la calidad de los aprendizajes y a mantener a los niños en el sistema. La escuela está en un barrio de población vulnerable, con altos índices de delito y violencia. Entre los escolares había graves problemas de repitencia y desagranamiento y era indispensable que buscar otras estrategias”, contaron las docentes Mariela Basset y Ana Laura Trevisani.
Calidad humana
Por su parte, el equipo de trabajo de la escuela primaria pública Nº 6362 “San José de Calasanz”, de San Jorge, busca permanentemente estrategias de cambios centradas en el fortalecimiento de los vínculos y en la “humanización” de las estrategias de enseñanza. Su directora, María Angélica Tamone, y la docente Jésica Aguirre, explicaron que la vida escolar allí es distinta. “Se inicia la jornada en ronda, no en fila. Sentados, los chicos hacen unos minutos de silencio y relajación, luego cuentan ideas, sentimientos, trabajos escolares que hayan hecho el día anterior. La maestra desayuna con los chicos, habla con ellos y se centra en qué quieren aprender ese día, en qué necesitan. Salimos mucho al patio, nuestros alumnos tienen libertad para expresar lo que sienten y, si hay un problema, se soluciona entre todos”, contaron.
Los chicos llevan adelante una radio escolar y están en contacto con la naturaleza a través de la huerta, que está a cargo del séptimo grado. “Queremos que sean verdaderos líderes del cambio y, para eso, tienen que expresar sus ideas y potenciarse en lo que son buenos. Para aplicar este proyecto, tuvimos que desestructurarnos, primero, los docentes. Nos animamos a romper con las estructuras -no con todas, claro- y gestionamos una escuela que no sólo sea un lugar de aprendizaje sino también de encuentro, donde nuestros chicos se sientan bien”, dijeron.
Niños y naturaleza
La Escuela Particular Incorporada Nº 1431 Pilares, de Sauce Viejo, entiende que los niños no se llevan bien con los muros y encierros, y por eso está en un lugar con mucho espacio verde. “Es una escuela sin fines de lucro que depende de una organización integrada por padres. Tiene la idea de educar a niños libres, creativos, felices, con posibilidad de expresarse”, explicaron sus docentes.
Pilares se basa en tres ejes: brinda una educación personalizada en el nivel inicial, primario y secundario; tiende a una formación integral en donde predomina el gusto por el conocimiento y la aplicación de novedosos métodos pedagógicos; y acompaña el aprendizaje de los chicos con proyectos instituciones, talleres y propuestas solidarias. “Hemos abordado la historia de la cooperativa La Juanita (La Matanza), la vida de Pocho Lepratti, y hecho una reflexión sobre la sociedad de consumo, por ejemplo”, relataron.
Por su parte, la escuela pública Nueva Esperanza (de Rosario) brinda educación bilingüe a chicos de la comunidad Qom y está basada en la libertad, el amor, los sueños y el respeto por la vida. Sandra Galletti, docente del nivel inicial, dijo que “todo el tiempo estamos aprendiendo de su cultura; ellos respetan mucho la naturaleza. Por eso, nuestro jardín de infantes acompaña los solsticios y equinoccios. Por ejemplo, en el equinoccio de marzo hacemos ofrendas al agua, ya que es una época en que los niños lloran porque tienen que desprenderse de sus mamás”, dijo la maestra.
En este jardín se recibe a los niños con un abrazo y se les pregunta “¿cómo te sentís hoy?”. El niño que quiere se descalza, y se valora tanto la palabra como los silencios. “Hacemos biodanza, tenemos una huerta de plantas que sanan, y cualquier momento es ideal para el juego, la música y la danza. Nuestro lema es: hacer posible lo imposible”, destacó.
Al momento de las preguntas sobre si este tipo de educación no es demasiado laxo, una de las expositoras respondió: “Se nos trata de escuelas ‘alternativas’, se nos mira con prejuicios; eso esconde un miedo a lo nuevo y lo diferente. Pero tenemos un gran incentivo para seguir. Una mamá vino hace poco a agradecernos porque su hija con cierta discapacidad, por fin, pudo alfabetizarse después de pasar por intentos fallidos. Eso nos llena de alegría y ganas de seguir”, cerró, cosechando aplausos.
El Patio
También, Nadia Curzón habló del proyecto de El Patio, ubicado en la escuela 508 de Santa Fe, que es un espacio socioeducativo que propone distintas actividades para alumnos y vecinos. Tiende un puente entre el barrio Santa Rita (al norte de la ciudad) y el espacio escolar. Es una propuesta que permite a los niños, jóvenes y adultos vivenciar, protagonizar y participar, recuperar vínculos, autoestima y conocimientos que reconstruyan el sentido de lo colectivo. Tras las exposiciones, Marcela Sabio cerró la actividad con sus narraciones orales.
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