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jueves, 18 de febrero de 2016

ROSARIO La Iglesia local sale a caminar los barrios para enfrentar el avance narco

Se oficializó una nueva pastoral. En síntonía con lo que reclama el Papa, la apuesta es dejar las parroquias para escuchar a la gente y actuar en red con otras instituciones.
La Capital | 
La Iglesia local sale a caminar los barrios para enfrentar el avance narco
"Se terminó el tiempo de tocar las campanas y quedarse esperando a que lleguen los fieles", sentencia el padre Joaquín Núñez, un caminante de siempre de las calles que la vida le va poniendo adelante. En esa sintonía, y sobre todo con la que pregona el Papa Francisco, la Iglesia Católica local transita un proceso de cambio regido por la convicción de que debe hallar nuevas formas de vincularse con las comunidades. Salir de las parroquias, ganar visibilidad y presencia, trabajar en red con otras instituciones de los barrios, escuchar más a la gente, atender la dramática urgencia que imponen el aumento de las adicciones y el avance del narcotráfico.
"Estamos ante un cambio de paradigma: hay que salir al encuentro de la periferia y la vulnerabilidad", dice Fabián Belay, a cargo de la parroquia de Villa La Lata, María Madre de Dios, e impulsor de los llamados "centros de vida", que en marzo ya serán diez en los barrios más vulnerables de Rosario.
Estrictamente, la propuesta dista de ser una novedad para la Iglesia: más bien retoma líneas de acción pastoral que hace más de medio siglo ya había impulsado el Concilio Vaticano II y que recobraron fuerza ahora, gracias a la reiterada exhortación del actual Papa a religiosos y laicos respecto de "no balconear la vida", comprometerse con la realidad, salir de sí mismos y no temer a "las periferias". Lo que antes se decía "arremangarse la sotana".
Ahora, desde México, donde los estragos del narcotráfico contabilizan más de cien mil muertes en sólo una década, el pontífice volvió a reclamar a viva voz a su jerarquía católica —considerada por muchos como conservadora— que asuma un papel más activo en la lucha contra esas formas de delincuencia. No se olvidó tampoco de vincular el flagelo con la desigualdad y la violencia.Y a monjas y religiosos les pidió no dejarse tentar por "la resignación", a la que definió como "un arma del demonio" que "no sólo atemoriza, sino que atrinchera en las sacristías".
¿Y en Rosario? ¿Hay curas atrincherados que aún limitan su tarea pastoral a la administración sacramental o a lo que Bergoglio llama la "condena genérica"?
"Estamos ante un cambio de paradigma —afirma el padre Belay— y a ese proceso de transformación que se está dando hay quien lo asume como el mayor desafío, y también hay curas a los que les cuesta más".
Es interesante, porque para el sacerdote ese cambio no sólo se le impone a la Iglesia, sino también al Estado, al ejercicio profesional y las instituciones en general. "Pasó el tiempo en que el Estado se limitaba a ofrecer servicios a los ciudadanos, ahora los debe ir a buscar", dice, y una situación comparable afrontan la escuela y el médico de un centro barrial.
 La nueva pastoral. Belay admite que ese proceso dentro de la Iglesia encontró rápido respaldo de parte del arzobispo local, Eduardo Martín. Tal es así, que el domingo último fue el prelado quien formalizó el nacimiento de una nueva pastoral en la ciudad (una suerte de "pastoral villera", pero que ni nombre consensuado tiene aún), la que paradójicamente retoma el trabajo que ya se venía haciendo en muchos barrios.
En principio, la impulsan seis curas que tienen fuerte inserción territorial: dos desde la parroquia de La Lata, María Madre de Dios; dos desde la de Nuestra Señora de Itatí, de barrio Las Flores, y dos desde Nuestra Señora de Fátima, de Villa Manuelita o Tablada.
La idea es formar equipos que impulsen un trabajo en red con otras instituciones de los barrios: escuelas, centros de convivencia y de salud, clubes y hasta otros cultos. "Puntas de lanza que, como pide el Papa, asuman acudir a las periferias", sostiene Daniel Siñeriz, otro de los religiosos más comprometidos de la ciudad, en su caso desde el barrio Nuevo Alberdi, y que mira todo este proceso con ojos "muy esperanzados".
Lo hace a sabiendas de que "la droga es una problemática generalizada que crea situaciones muy violentas y destroza familias en forma directa e indirecta". Si lo sabrá Siñeriz, en cuya capilla de San Joaquín y Santa Ana ya llevan "velada a mucha pibada".
Sin medias tintas, señala: "Lo que ahora proclama en voz alta el Papa, es lo que antes decíamos clandestinamente dentro de la Iglesia".
Entre los seis impulsores de la nueva pastoral se cuenta Claudio Castricone, el cura que "repatrió" Rosario luego de pasar años como párroco en Puente Gallego y otros tantos destinado fuera de la ciudad, pero que ahora está al frente de Nuestra Señora de Fátima.
Castricone comparte la titularidad de su parroquia con Darío Rotondo, otro impulsor de la pastoral villera y valiente denunciante de las miserias que crea a su paso la floreciente economía narco.
"Esta es una pastoral de acercamiento a los pobres y los excluidos, que se propone caminar, llegar mucho a la gente para poder armar una agenda con lo que vaya apareciendo y no desde atrás de un escritorio", explica. Por ahora los ejes son dos: "Trabajar en mismo equipo y armar red con las instituciones de cada barrio". Y sobre todo, "no balconear la realidad".
SOS. El alma máter parece ser Belay, hasta ahora al frente de la Pastoral Social de la Drogadependencia y la asociación Padre Misericordioso, de la que dependen un centro de día ubicado en Zeballos 668 y un centro de rehabilitación para adictos en Cristalería, más cinco "centros de vida" ubicados en los barrios Ludueña, Tablada, La Lata y La Granada, y en Villa Gobernador Gálvez.
Esos centros no tienen perfil terapéutico, no buscan "rehabilitar", sino "habilitar". Salen en busca de jóvenes vulnerables para ofrecerles un espacio de contención, contacto con otros, capacitación laboral, conexión con programas de inclusión estatal, y para promover su inclusión en clubes, escuelas y el sistema de salud.
A esos centros, que a través de programas y un convenio reciben apoyo económico, respectivamente, de la provincia y el municipio, "en marzo se sumarán otros cinco", adelantó Belay. Aún falta definir su emplazamiento preciso, pero se sabe que tres estarán en el norte de la ciudad, otro (confirmado) en Tío Rolo y el quinto probablemente en Las Flores.
Serán diez centros, una avanzada interesante a la que, según el padre Belay, también prometió "apoyar con mucha fuerza" el titular del Sedronar (organismo responsable de coordinar las políticas nacionales de lucha contra las adicciones), Roberto Moro.
Por fin, dijo el cura, "la Iglesia avanza en el armado de una pastoral orgánica que afirme su presencia en los barrios".

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