En ambientes acuáticos de la provincia de Santa Fe quedan anualmente toneladas de metal de las municiones, que perjudican el ambiente, a las aves y a quienes consumen la carne de los animales cazados.
El turismo cinegético, que es ni más ni menos que el turismo de caza, además de la matanza de la fauna, deja un impacto igual de negativo a largo plazo, ya que el ambiente queda contaminado con el plomo de los perdigones que se usan en la actividad. Las especies más afectadas son los patos, que ingieren accidentalmente los perdigones, que luego son digeridos absorbiéndose el metal, el que se aloja en sus tejidos, según una investigación en la que participó la Universidad Nacional del Litoral (UNL), junto a la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Unicen) y Wildlife Conservation Society (WCS).
En Argentina, son siete las provincias que permiten la caza de aves acuáticas con plomo. Una es la de Santa Fe, donde se estima que se arrojan anualmente entre 10 y 15 toneladas de plomo. “La gran mayoría de los perdigones que salen de cada escopetazo no terminan en el cuerpo del pato sino en el ambiente. El del perdigón es un plomo bastante estable, esto quiere decir que no se disuelve, sino que queda bajo la misma forma, salvo que haya cambios importantes en las condiciones físicas del agua o del suelo”, destacó Pablo Beldomenico, que estudia el tema en el Laboratorio de Ecología de Enfermedades del Instituto de Ciencias Veterinarias del Litoral (UNL-Conicet).
Se trata de un tema poco investigado en el país, a pesar de que el turismo de caza es una actividad muy intensa. Por eso examinaron estómagos, hígados y huesos de patos cazados y sangre de patos capturados vivos en las provincias de Santa Fe y Corrientes, principalmente de las especies pato picazo (Netta peposaca), sirirí colorado (Dendrocygna bicolor) y sirirí pampa (Dendrocygna viduata). Los resultados, que saldrán publicados en la próxima edición de la revista científica Ecotoxicology and Environmental Safety, indican que todas las muestras de huesos, más de 60% de las muestras de hígado y 28% de las muestras de sangre contenían concentraciones detectables de plomo. Una gran proporción de ellas (27%) mostró niveles altos, mayores al umbral considerado como tóxico.
Un proceso mortal
Beldomenico contó que los patos tienen un hábito que, habida cuenta de la alta concentración de perdigones en el ambiente, les puede resultar mortal: “Son aves que tienen la costumbre de \'cucharear’ el suelo con el pico en busca de pequeñas piedritas que les ayudan a triturar los alimentos en su estómago. El problema es que muchas veces ingieren los perdigones”, detalló.
Según el trabajo, ya en el estómago el plomo se disuelve por la acción ácida de sus jugos y queda disponible para que lo absorba el intestino. Una vez en la circulación sanguínea el plomo se distribuye en órganos vitales, principalmente hígado, riñón, hueso, cerebro, e incluso músculos, aunque en menor proporción. Los efectos negativos sobre la salud de las aves incluyen problemas fisiológicos, reproductivos, neurológicos e inmunológicos, pudiendo también causar la muerte. Sin embargo, el proceso no termina allí, porque al descomponerse el cuerpo del pato el plomo queda disponible para otros procesos biológicos nocivos.
“Estamos viendo que los patos están muy contaminados. Sin embargo, nos resulta difícil medir el impacto en la población, porque son aves que se esconden cuando están por morir. Pero sí encontramos deterioro en la salud de ejemplares que conseguimos luego de haber sido cazados”, continuó Beldomenico.
El ambiente y el consumo
Por otro lado, el plomo desechado en el ambiente también puede acumularse en otros componentes del ecosistema. “Estamos viendo niveles de plomo en el suelo y en plantas, que por suerte no llegaron a ser considerables como para alertar a la población. No obstante, hay que seguir viendo y monitoreando qué está pasando, porque esas toneladas de plomo que se tiran al ambiente quedan ahí, permanecen y se acumulan. También se disuelven por los patos y se van haciendo disponibles en forma de moléculas que no tienen nada que hacer allí”, lamentó.
Pero el plomo llega también a otros destinatarios: las personas que consumen ocasionalmente la carne de las aves cazadas. “Muchas veces, los turistas les regalan los animales a las personas de las zonas donde los cazan y éstos los consumen directamente o los hacen en escabeche. La conclusión a la que arribamos fue que si alguien consume habitualmente esas comidas, puede terminar con algún tipo de intoxicación. Se trata de plomo que se concentra en los tejidos de los animales, pero también pequeñas esquirlas que quedan por la misma perdigonada, y entonces resulta en exposiciones a concentraciones muy altas”, finalizó Beldomenico.
Cabe destacar que los resultados sirvieron para que en la provincia de Santa Fe se legisle limitando la utilización de plomo y alentando el paso al uso de municiones no tóxicas, una medida sin precedentes a nivel nacional y pionera en Latinoamérica.
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