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domingo, 26 de octubre de 2014

ROSARIO: La cocina casera como excusa para crear vínculos sociales

Las madres de niños y adolescentes que asisten al centro de convivencia de barrio Tablada intercambian recetas de abuela y las llevan a la práctica en clases abiertas. Una forma de propiciar el encuentro entre familias de un lugar estigmatizado.
Rosario 12 | 
La cocina casera como excusa para crear vínculos sociales

 De tanto acudir a los llamados de la maestra del jardín por las travesuras de sus hijos, Nanci y Alejandra se hicieron amigas y, más tarde, socias en un emprendimiento que empezó por la elaboración de dulces y conservas, y hoy es un catering de delicatessen caseros que sirve en eventos de gobierno y corporativos. Diez años después, están sentadas en las sillitas del centro de convivencia barrial (CCB) Tablada para contarles su historia a una veintena de madres adultas y adolescentes, cuyos hijos participan en algunas actividades de ese espacio comunitario. Beatriz Testoni, mientras tanto, prepara los enseres para mostrar cómo elabora sus dulces de leche y de calabaza. Es la quinta jornada del proyecto Cocina en 4 generaciones, que la Dirección de Infancias y Familias municipal programó para los CCB, y que procura "facilitar el encuentro de las familias del barrio con la transmisión oral de un saber aprendido, de generación en generación, porque alimento es todo, no sólo lo que comemos", resume la coordinadora del centro, Luciana Binotti.
El sol calienta el pavimento en Necochea al 4200, y el barrio Tablada parece reposar en la costumbre de la siesta acalorada. Menos en el CCB, que bulle de vecinas de toda edad. No se oyen los tiros y las sirenas que cuentan los noticieros al referirse al barrio. En la sala del espacio educativo, las mujeres se calzan cofias amarillas y verdes, delantales blancos, y toman nota mental de los ingredientes para el dulce. La leche, el azúcar, bicarbonato de sodio, la esencia de vainilla. Observan con tímida atención y se sorprenden del secreto clave: echar dos bolones de vidrio, de esos con los que todavía juegan los pibes echados en el suelo, para evitar que el dulce se pegue y forme grumos. Bety se ha producido, a sabiendas de que ahora es el centro de las miradas. Es la dueña de los guisos de abuela y las torres de caramelo que cantaba Sui Generis. Ya estuvo en otra jornada anterior, revelando los secretos de los ñoquis de ricota. "Vengo porque estas cosas me fascinan. Desde chica me gustaba mucho la cocina, me gusta ayudar a la gente, me gusta colaborar, y este lugar es muy acogedor, nos sentimos contentas porque a los adultos mayores nos dan bolilla. Nosotras tenemos algunas cosas para enseñar, como estas recetas, y también aprendemos mucho de la gente joven. La gente debe saber que es muy lindo venir acá", contó sin dejar de revolver la leche. En el patiecito juegan algunos niños, alrededor de tres adolescentes ensimismados en sus celulares e irradiados por la cumbia del grabador. Esperan a sus madres, que atienden en la sala las alternativas de los dulces en ciernes.
Patricia vino desde el otro lado de bulevar Seguí, por pedido de su hijo, miembro del grupo de jóvenes que se reúne en el CCB. "Vine para acompañarlo a él, cada vez que hay alguna actividad para la familia tratamos de venir. A mi hijo le gusta, el año pasado trabajaron el tema de los gendarmes, de la policía, cómo los tratan en la calle, el tema de la gorrita, que los estigmatizan, y no todos los chicos acá andan en algo malo", se presentó. "Después de eso, decidí que hay que venir para que se noten otras cosas en el barrio, que está muy mal mirado. Pasan cosas raras, sí, pero también cosas buenas como ésta, y esto se tiene que saber. Hay muchos chicos que cambiaron su forma de ser, su forma de hablar, de comunicarse. ¿No es bueno eso acaso?", planteó.
Después de ver la demostración y de escuchar la historia de las dulceras devenidas en dueñas del catering artesanal, Patricia se acordó de ella: "Nunca hice dulce de leche, pero lo había escuchado. Ahora voy a probar en casa. Eso de poner bolitas en la olla lo decía mi mamá, es cierto. En casa tengo dos máquinas para arrancar un microemprendimiento de panificación, pero estoy parada. Me hace falta un poco de incentivo, que me ayuden, yo estoy sola con mis dos hijos. Tengo las máquinas pero me faltan los insumos, y si no tengo para comprar una bolsa de harina, no puedo hacer nada. Escucharlas a estas chicas me entusiasmó, voy a hablar acá para ver adónde dirigirme y poner manos a la obra", se propuso, risueña.
Dina, a cargo de la cocina que alimenta a diario a 53 niños, repartió cuchillos y puso a todas a pelar y cortar calabazas. Era el momento de otro dulce. Como en otros encuentros fueron los ñoquis a la bolognesa, las empanadas, las masas secas, las pizzas caseras. "Las mamás traen sus recetas y acá las compartimos, y todas aprendemos. A las chicas más jovencitas les viene muy bien", dijo.
"El acto de alimentación va mucho más allá de dar de comer y recibir la comida. Implica poner en juego las tradiciones, las experiencias, las costumbres, la transmisión oral. Es la nutrición subjetiva. El alimento es todo, no sólo lo que comemos. El encuentro de la familia en la cocina transmitiendo un saber aprendido, de otras generaciones. Eso es lo que pusimos en juego con este proyecto. La próxima nos encantaría que vinieran los papás", desafió Binotti.
Paula Crivelli, de la Dirección de Infancias y Familias, de la Secretaría de Promoción Social, explicó que el proyecto Cocina en 4 generaciones es una propuesta complementaria de las actividades de los CCB. "De lunes a viernes hay un menú elaborado por nutricionistas que les proporcina más del 60 por ciento de la cuota alimentaria del día para familias vulnerables y chicos con problemas de nutrición, y en otros espacios socioeducativos se brinda desayuno o merienda, pero allí el objetivo no es nutricional sino que se trabaja lo actitudinal, la alimentación saludable, la comensalidad y, en definitiva, el encuentro de las familias del barrio, facilitar lazos en común, convivencia", concluyó.

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