Luego de 24 años, la Selección argentina de fútbol disputará una final de un Mundial. La ciudad, al igual que todo el país, se paralizará a la espera del partido. Luego llegará la explosión popular, para festejar o para consolar la tristeza.
Las alegrías y las tristezas son expresiones grotescas o exageradas de lo que habitualmente somos. Embriagados por las emociones que afectan nuestro estado de ánimo, podemos llegar a hacer cosas que en las tediosas o apacibles horas de la normalidad ni se cruzan por la cabeza. Tener una razón para salir a encontrar pares, concentrarse en una multitud, bailar, cantar, abrazarse: son manifestaciones de nuestra más primitiva humanidad, que un estímulante como el Mundial despiertan.
En este lugar del mundo, una parte más que importante de la mitología popular se construye desde el fútbol. No es para menos. Hasta hace algunos años este era un país de futbolistas frustrados, porque eran muy pocos lo que por condiciones y sacrificio pudieron llegar a ser profesionales de este deporte. El resto debió conformarse con actividades de otra índole, como el periodismo, por ejemplo. Por fortuna para varios hoy existe la play station, lo que delimita las pulsiones futboleras al estrecho ámbito del living. Los aires de libertad que se respiraban en un potrero, ya son parte de un pasado que no volverá.
Todo esto que es parte de nuestra identidad y nuestra “cultura”, en el sentido más amplio del término, confluirá esta noche en las calles de la ciudad. Porque seguramente sea el resultado que fuere en Río de Janeiro, las multitudes saldrán a celebrar acá y en el resto del país lo hecho en este mundial por el equipo de Alejandro Sabella, que con el paso de los partidos fue ganándose el respeto de los hinchas en base al orden y la garra expresados en el campo de juego, lejos del paladar negro del futbolero de café.
Ha estado casi ausente el brillo y la magia que regalaba la zurda cósmica de Diego, porque lo de Messi solo fueron destellos. Pero hay algo que esta serie de partidos dejan como ejemplo positivo y es que un conjunto organizado puede no lucirse, pero si lograr sus objetivos. En ese sentido tenemos una materia pendiente como nación que nos cuesta sangre, sudor y lágrimas.
Por todo esto y más, Diario UNO de Santa Fe decidió dedicarle hoy una edición completa a la previa del Mundial. ¿A qué otro tema puede referirse este domingo un medio de comunicación? ¿Qué rutina hoy no se verá afectada a la espera del puntapié inicial en el Maracaná? ¿Cómo no romper con la inercia si hace 24 años que Argentina no juega una final?
Después, con el último pitazo, vendrá la explosión popular. Por la alegría o para consolar la tristeza; sin términos medios.
Lamentablemente se ha tenido que diseñar un operativo de seguridad muy amplio, con centenares de policías, decenas de patrulleros y hasta un helicóptero, para evitar que se produzcan incidentes que han ido in crescendo a medida que la selección fue avanzando en la competencia. Personas heridas, pungueos, detenidos, accidentes y un escenario un tanto tenebroso producto de los excesos en pleno corazón de la ciudad han sido parte del saldo que dejaron hasta acá los festejos.
Este dato por si solo refleja las cuentas pendientes que colectivamente tenemos, a causa de esa tendencia que padecemos y que nos convierte en nuestros propios y peores enemigos. Celebrar sin dañar podría ser la consigna de esta noche. Suena iluso, pero lo último que se pierde es la esperanza.
Se levantan voces que cuestionan la utilización por parte del poder político del Mundial para quitar la atención de los temas importantes que afectan a la sociedad.
Hay cierta ingenuidad en ese planteo.
Porque si Cristina Fernández de Kirchner o Axel Kicillof creen que siete partidos de fútbol servirán para ocultar el estancamiento de la economía en general, la inflación, la delicada situación financiera a partir de los fallos negativos de la justicia norteamericana en el conflicto con los fondos buitre por la deuda externa, están equivocados.
Difícilmente Antonio Bonfatti y el gobernante Frente Progresistas Cívico y Social consideren que un resultado deportivo sirva para que los santafesinos olviden que la provincia vive una crisis en materia de seguridad y narcodelincuencia inédita, que la violencia ha ganado las calles en los principales conglomerados urbanos, que la actividad económica en la provincia continúa en baja, que cientos de miles de coprovincianos siguen a la espera de más obra pública.
Sería insólito pensar que el intendente José Corral crea que una final mundialista borre de una vez los problemas de infraestructura que los vecinos de la ciudad deben padecer con cada lluvia, que hay familias evacuadas por la creciente del río o se olvide que el conflicto desatado por las cocheras del Parque Alberdi necesita de uná urgente solución.
La espuma de los festejos, como la borrachera, en algún momento pasa y más temprano que tarde hay que volver a enfrentar los problemas de corto, mediano y largo plazo.
Pero eso será materia de ediciones posteriores.
Fuente: Fernando Arredondo / Jefe de Redacción de Diario UNO
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