Los doctores Pablo Manavella y Javier Moreno volvieron al país después de años en el exterior para trabajar en el Instituto de Agrobiotecnología del Litoral. Decisiones y nuevas posibilidades laborales.
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Esta semana se inauguró el edificio del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (IAL) –dependiente de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y del Conicet– allí trabajan dos investigadores que regresaron al país con la convicción de que es el lugar en el que quieren continuar su formación y con el apoyo de distintas políticas públicas para la reinserción de recursos humanos valiosos.
Ellos dialogaron con Diario UNO sobre la experiencia de vivir y trabajar en el exterior, la decisión de regresar al país y las perspectivas de desarrollo de la investigación en la Argentina y en Santa Fe, en particular. Consideraron que la ciudad se está posicionando como un polo científico de relevancia y que ese camino se va a ir profundizando.
Si bien destacaron el gran camino que se ha recorrido desde la década del 90, cuando se enviaba a los investigadores “a lavar los platos”; coincidieron en que hacen falta más recursos para continuar llevando adelante distintas líneas de acción.
Pablo Manavella tiene 35 años y es oriundo de Justiniano Posse (Córdoba) pero realizó su doctorado en Ciencias Biológicas en la Universidad Nacional del Litoral. En 2008, a poco de haber terminado esa instancia viajó, con su esposa Natalia Camomilli, a realizar un posdoctorado en el Instituto Max Planck para Biología del Desarrollo, en Tübingen (Alemania).
Él tenía 29 años y ambos se fueron con la idea de regresar a la Argentina. Lo pudieron hacer en diciembre pasado, gracias a las oportunidades que se abrieron a partir de los planes de reinserción de investigadores. Hoy él se desempeña en un grupo de investigación del IAL.
Una situación similar vivió Javier Moreno, también investigador del IAL. Él tiene 37 años, está casado con Leticia Chirinos y tiene cuatro hijas. En 2009, luego de terminar su doctorado en la Universidad de Buenos Aires, viajó junto a su familia a Estados Unidos para realizar su posdoctorado en la Universidad Estatal de Michigan.
Cuatro años después tomó la decisión de regresar al país para radicarse definitivamente. En el Instituto de Agrobiotecnología del Litoral (Conicet UNL) encontró una propuesta interesante para continuar desarrollándose como profesional y los programas de reinserción de científicos del Conicet fueron una ayuda más para dar esos pasos.
En ese sentido, cabe aclarar que ambos regresaron al país a partir del programa de Becas Internas de Reinserción de Investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas que los habilita a inscribirse a la carrera científica en cualquier momento del año y les cubre algunos gastos como la mudanza.
Las becas, según se detalla en el sitio web de Conicet, tienen una duración máxima de dos años y finalizan con la incorporación efectiva del investigador al instituto en el que desarrolló sus tareas durante ese lapso.
Los primeros años
Moreno viajó con una beca para realizar un posdoctorado en un laboratorio que trabaja sobre el sistema inmune de las plantas. “Fue un momento muy intenso porque, generalmente, durante esa instancia se trabaja mucho. Te vas a hacer cosas nuevas con lo cual el primer año estás aprendiendo muchas cosas nuevas y leyendo mucho. Es decir, estás muy ocupado. Pero la experiencia es excelente porque esos lugares están nutridos de gente que llega de todo el mundo para trabajar”, resaltó.
Pero reconoció que para su familia fue un gran cambio. Sus hijas más grandes tenían cuatro y dos años y las mellizas acababan de nacer. “Al principio fue desafiante para todos. Primero porque éramos muchos, sobre todo para mi mujer que era la que más tiempo estaba en casa, con mucho trabajo, y yo no estaba. Pero terminó siendo una experiencia fantástica. Tuvimos la suerte de entrar a un programa que nos daba acceso a un jardín de infantes, incluso para las bebés, lo que nos ayudó muchísimo. La más grande entró a un jardín, en el marco de la escuela primaria”, marcó.
Las cuatro nenas fueron escolarizadas y eso ayudó a que empiecen a interactuar en inglés y a insertarse a nivel social de manera mucho más rápida. También permitió que su esposa tuviera más tiempo disponible para sus propias actividades.
Por su parte, Manavella contó que junto a su mujer tenían previsto regresar en algún momento al país. “Cuando nos fuimos la decisión era volver. Obviamente, durante nuestra estadía allá, hubo momentos en que dudamos sobre qué hacer. Si hubiésemos querido quedarnos no hubiese sido difícil porque yo tengo ciudadanía italiana. Pero cuando nació nuestro hijo pensamos que era un buen momento para volvernos”, contó.
Sobre los años en Alemania dijo: “Uno tiene la imagen de que los alemanes son fríos y distantes pero, al menos en nuestra experiencia, eso no fue así. Tuvimos grupos de amigos muy buenos. Por eso una de las cosas duras de volvernos fue dejar todos esos afectos. Los institutos en los que yo trabajaba son muy cosmopolitas por lo que hay gente de todo el mundo. Nuestro grupo de amigos más cercanos provenía de todos lados y eso nos ayudó a sentirnos más cerca”.
En ese sentido, reconoció que las tecnologías también hacían más sencillo el sobrellevar la distancia porque todos los días podían comunicarse por Skype con los familiares en la Argentina. “Así las distancias no son tan duras como años atrás”, agregó.
Un punto central de la vida allá fue su esposa. Natalia es contadora y viajó sin una propuesta de trabajo concreta. Al tiempo se incorporó como administrativa de medio tiempo en el instituto en el que trabajaba Pablo. “Ella fue para hacerme el aguante a mí y al tiempo consiguió el trabajo. De todas maneras, no era lo que a ella más le gustaba. Ella estaba relegando su carrera por estar ahí. Cuando en algún punto tuvimos que hablar de volvernos o no, evaluamos que si nos quedábamos ella tenía que encontrar una manera de trabajar más en lo suyo”, reconoció.
Para eso iba a ser necesario revalidar su título y aprender a hablar muy bien el alemán, algo que en el día a día no era demasiado necesario porque con la mayoría de la gente se comunicaban en inglés. “No manejábamos el alemán pero no fue difícil comunicarnos. En el instituto el idioma oficial es el inglés, justamente porque hay muchos extranjeros trabajando. Eso es un problema a la hora de aprender el idioma local porque yo me pasaba 10 o 12 horas hablando en inglés y tenía muy poco tiempo para enfrentarme a la vida misma que es lo que te ayuda a aprender el alemán”, mencionó y agregó: “Por otro lado, al menos en el sur de Alemania la gente habla mucho en inglés. Con lo cual era muy raro encontrarse con alguien que no lo hable. Además la gente es muy buena y abierta”.
Dar el paso
En cuanto al regreso, las historias son similares pero con sus matices. Moreno y su esposa no estaban convencidos, cuando partieron, de que el regreso sería tan pronto. En cambio, Manavella dijo que con su mujer siempre pensaron en que volverían.
“Fuimos pensando que íbamos a ver qué pasaba y qué posibilidades había. Fue un mal momento porque justo en Estados Unidos y Europa empezó la crisis de 2008. Eso se sintió muchísimo en las universidades, no había posiciones para profesor, recién se empezaron a abrir en 2011. Eso nos limitó y determinó nuestras decisiones a futuro. América latina, China e India son casos atípicos, las universidades están creciendo”, explicó Moreno y reconoció que fueron los lazos familiares los que más pesaron para tomar la determinación.
“Pensamos dónde queríamos que nuestras hijas crezcan. Hay cuestiones culturales que tienen que ver con la familia, los amigos y el día a día que nosotros creemos, todavía, que en la Argentina son mejores y que queríamos que ellas las tuvieran. Es un tema de identidad”, acotó.
Por eso, un año y medio antes de volver él comenzó a tener entrevistas en distintos institutos a fin de buscar la mejor alternativa para todos. “Ahí surgió la posibilidad del IAL en Santa Fe. Si bien aún no tenía el edificio, estaba en construcción y sabía que iba a haber espacio a futuro. Pero también tuve entrevistas en Brasil”, comentó y siguió: “El IAL era una posibilidad real de volver porque encontré una propuesta diferente, con la suerte de que era un instituto relativamente nuevo, con un edificio a punto de ser terminado y con espacio. A mediano plazo me ofrecía la posibilidad de crecer que era lo que me interesaba. Yo proyecto tener mi propio grupo de investigación y expandirlo. Acá tenía una posibilidad real de lograrlo”.
Para Manavella el momento de definición llegó cuando alcanzó los objetivos que se había propuesto en el posdoctorado. “Fue entonces que surgió la posibilidad de regresar a Santa Fe”, recordó. Tuvo que terminar algunas cosas y organizar la mudanza pero a principios de diciembre, días antes del cumpleaños de un año de su hijito, ya estaba de vuelta.
Al respecto mencionó que los programas que existen para promover que los investigadores regresen al país son importantes. “Creo que es una ayuda; obviamente que siempre se puede pedir más. En mi caso, cubrieron los gastos de mudanza que no es poco y obtuve una beca de reinserción que ayuda a que no tengamos que estar esperando hasta que salga el cargo para empezar a trabajar. Pienso que el programa está bien hecho y que fue rápido”, indicó.
Y agradeció el apoyo de la agencia internacional Human Frontier Science Program y de Max Planck para contar con los recursos necesarios para la investigación. “Debo destacar al consejo directivo del IAL que me dio la posibilidad de unirme al instituto. Eso es quizás independiente del Conicet porque son los que decidieron darme el lugar. Yo podría haber tenido la beca de reinserción, el dinero para la mudanza pero ningún lugar en el cual aterrizar. Fue el consejo directivo el que tomó la decisión de reclutarme”, reconoció.
Un polo en desarrollo
Sin dudas, Santa Fe y la Argentina han transitado un camino largo y de crecimiento en el desarrollo de la investigación con éxitos reconocidos en el mundo –como el de Raquel Chan, sobre semillas resistentes a la sequía– pero con mucho por hacer todavía. Consultados sobre cómo observan esa progresión, los científicos se mostraron optimistas.
“Nuestra historia reciente en ciencia siempre estuvo muy ligada a los vaivenes políticos y económicos. Si la política desarrollada en los últimos 15 años se adopta como una política de Estado para los próximos gobiernos, confío en que muchas de las buenas cosas que se han hecho, como este instituto nuevo e iniciativas en otros puntos del país, van a dar sus frutos”, evaluó Moreno.
En tanto, Manavella resaltó: “La investigación en la Argentina siempre se destacó. Eso lo he hablado con muchos científicos en Europa. A ellos los investigadores argentinos los atraen y han tenido buenas experiencias. Acá se hace buena ciencia y subsana falta de recursos con creatividad”.
En el caso de Santa Fe, en particular, los dos coincidieron en el gran crecimiento que está teniendo y cómo se está consolidando como un espacio para ser observado por todo el país y por el exterior.
“Aquí creo que se han hecho varias cosas desde Conicet y la universidad –analizó Moreno. Parte de eso es traer recursos humanos nuevos, con fuentes de financiación nuevas, que tienen que dar sus frutos. Hay un buen material humano, que es lo más difícil de desarrollar. Si a ese recurso se lo sigue estimulando creo que van a surgir cosas que le van a hacer muy bien no solo a la ciudad sino a toda la región. De hecho, Santa Fe como ciudad ya está emergiendo como un polo científico importante. Esto suena muy prometedor, esperemos que siga acompañado por políticas de Estado como las que se vienen dando”.
Sobre la situación local, Manavella evaluó: “Hay muchas iniciativas, el Conicet CCT Santa Fe está creciendo. La creación de estos institutos no es menor, tener esos espacios permite que los científicos se junten y se genere una energía distinta. Puntualmente el IAL es una iniciativa muy buena, los grupos que lo conforman tienen una alta calidad científica, con lo cual estoy muy contento de haberme integrado, y tienen la visión a futuro de incorporar más grupos de punta. Eso va a hacer que el instituto crezca y también lo haga el nivel de publicación y la ciencia en Santa Fe”.
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