Ya hay treinta que tomaron créditos blandos para poder volver a trabajar en la zona de Salta y Balcarce, pero muchos dudan y comienzan a analizar mudarse de barrio.
La Capital |
Reabrir, o no; dónde hacerlo y en qué condiciones. Esos son apenas algunos de los interrogantes que los comerciantes de los alrededores de Salta 2141 se hacen a poco más de un mes de la explosión. Perdieron capital, mercadería, muchos locales quedaron destruidos y pasarán varios meses sólo para terminar con la demolición de las torres, lo que mantendrá la cuadra cerrada por todo ese tiempo. De los 60 comercios registrados por la Secretaría de la Producción de la Municipalidad como damnificados, el 50 por ciento ya solicitó algunos de los tres tipos de créditos que se están ofreciendo. Otros no se deciden, porque temen que se convierta en "una carga más". Varios ya lograron reabrir sus puertas a partir de esta semana; sin embargo, entre los más cercanos al núcleo de la tragedia todavía hay quienes dudan o están en la búsqueda de un espacio donde recomenzar.
Además del subsidio de 20 mil pesos que la provincia otorgó hay tres tipos de créditos que se vienen ofreciendo y que la mitad de damnificados ya solicitó.
Uno es el de la Agencia Regional de Desarrollo (Ader), que ofrece 50 mil pesos a devolver en 36 meses y con seis meses de gracia para comenzar a pagar; mientras que el Banco Municipal ofrece dos alternativas de préstamos por 50 mil y 150 mil pesos, aunque la última exige mayores requisitos. La mitad del total de 60 comerciantes registrados ya solicitó alguna de las alternativas crediticias de 50 mil pesos, mientras que apenas 3 fueron por la ayuda de 150 mil.
Cerrado. "No voy a volver, ahí no puedo a volver, pero tampoco sé si puedo reabrir en otro lugar porque es mucho lo que se necesita para hacerlo", contó Lorena Alí, que desde que compró por 80 mil pesos el fondo de comercio estaba al frente del gimnasio ubicado a sólo metros de las torres. Desde el 6 de agosto pasado, la mujer tiene apiladas en todos los espacios de su casa las máquinas, cintas y bicicletas con las que trabajaba.
"Son todo mi capital, pero están dañadas, habría que arreglarlas y eso cuesta dinero. Y ofrecí venderlas, pero me quieren pagar mucho menos de lo que valen", agregó la mujer, que tiene dos hijos y aseguró que "el subsidio se fue en cubrir obligaciones que teníamos previamente, como la casa".
Lorena teme solicitar un crédito y la angustia la situación de su hermano Daniel, que hasta el día de la explosión trabajaba en el gimnasio y que ahora busca un nuevo empleo. Repitió una y otra vez que "hay gente peor y que tuvo pérdidas que no fueron sólo materiales", pero insistió: "Es difícil pensar en cómo seguir adelante".
Traslados. Desde el mostrador de su joyería, María del Carmen Fiorino veía todos los días el ingreso de Salta 2141. "Estábamos justo enfrente, la onda expansiva se llevó todo, no podemos volver a ese lugar", afirmó sin dudar la mujer, que llevaba junto a su marido Raúl Heinrich casi una década en ese local.
El matrimonio, que trabaja en el rubro desde hace más de 40 años, estimó en 150 mil pesos las pérdidas que sufrieron luego de buscar entre los vidrios y los escombros cada una de las piezas que pudieron rescatar. "Capaz que es más, pero ese es el cálculo grosero que hicimos", dijo María del Carmen y señaló que "los relojes de calidad fueron lo más costoso".
Ahora buscan un local en el barrio y evalúan pedir una ayuda. "No podemos dejar de trabajar, los dos somos jubilados y cobramos una jubilación mínima", afirmó y se entusiasmó con el crédito que otorga seis meses de gracia "porque eso da un poco de aire para arrancar".
Y la mudanza no quieren que sea muy lejos. "Encontramos en este barrio nuestro lugar. Los vecinos nos paran por la calle para preguntarnos dónde nos mudamos, nos vamos reencontrando con gente y tampoco podemos dejar de pensar en las familias que perdieron más que un capital", señaló la mujer.
Otro que decidió mudarse es Lisandro Cagnano, dueño del minimarket de Salta 2114, que ahora reabrirá en Sarmiento y San Lorenzo. Su cuñada, que atendía el lugar en el momento de la explosión "no puede pensar en volver a trabajar allí, donde se le cayó el techo en la cabeza", dijo Luciano.
Sin embargo, también explicó que "por el tipo de negocio, un quiosco trabaja mucho con gente de paso y el barrio está parado, esa es otra razón". Admitió que no es fácil, pero no se queja de su situación. "No puedo ponerme a la altura de gente que perdió todo, casa y familiares. Yo perdí plata y nada más, me duele, pero es sólo eso", dijo.
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