Son jóvenes aún, pero ya cargan la cruz. Los “exploradores” de la parroquia Caacupé (villa Zavaleta, Barracas) que viajaron a Río trabajan duro para alejar a los demás chicos de la droga y la violencia.
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Gabriela, 22 años, y Marcelo, 20, son testimonios vivos del fruto de la tarea desarrollada por la Pastoral Villera (el nombre completo es Vicaría Episcopal Arquidiocesana para la Pastoral de las Villas de Emergencia) queJorge Bergoglio creó y animó durante sus años como Arzobispo de Buenos Aires. Ambos viven en la villa Zavaleta (o 21-24, como también se la conoce), en el barrio porteño de Barracas. Siendo apenas adolescentes, hace 7 u 8 años, se acercaron a la parroquia Virgen de Caacupé y asumieron un compromiso que no abandonaron más. Integran el grupo de jóvenes jefes de los Exploradores, una agrupación que encuadra y contiene a los chicos de la villaen 12 capillas distribuidas en todo el barrio, atendidas por un equipo de 3 sacerdotes.
En julio pasado, una veintena de ellos viajó a Río de Janeiro para participar de la Jornada Mundial de la Juventud presidida por el flamante papa Francisco. “Fue el Arzobispado de Buenos Aires quien nos becó por completo para que podamos viajar –explicó a Infobae el padre Juan Isasmendi, uno de los sacerdotes de la villa, que acompañó al grupo-; siguiendo el deseo del Papa, ‘una Iglesia pobre para los pobres’, nuestro querido arzobispo Mario Poliquiso que los jóvenes de nuestros barrios también fueran parte de este encuentro de fe”.
Isasmendi trabaja desde hace seis años en la parroquia Caacupé con lo que describe como un “inmenso grupos de niños, niñas y jóvenes que quieren seguir a Jesús en el camino del bien,lejos de la droga y la violencia”.
El primer domingo después del viaje, Isasmendi y su grupo de exploradores recibieron aInfobae en la pequeña capilla San Blas, a unas 6 cuadras de Caacupé. El salón estaba lleno de niños que escucharon el relato que el Padre hizo de la experiencia en Río y rezaron con él, para luego ver cómo los más grandes, los “jefes”, recibían de recuerdo un colgante con una cruz.
“La peregrinación a Río llegó en el mejor momento: estamos festejando los 15 años de Exploradores, con gran gozo y con el lema ‘15 años iluminando el barrio’ –dijo Isasmendi aInfobae-; y los elegí a ellos para viajar porque son el cuerpo de jóvenes que tiene a cargo todo el funcionamiento de los grupos de chicos y chicas de exploradores. Se ocupan de animar esa bella mística de la fe, del grupo y del servicio. Y son los encargados de llevar la bandera de la alegría y de la paz a los agujeros más profundos de la marginalidad. De ahí que decidimos con el padre Lorenzo de Vedia, nuestro Párroco, que fueran éstos los chicos que viajaran”, agrega.
Un viaje merecido para estos jóvenes que se dedican por entero a la tarea solidaria, al punto de que en Río cayeron en la cuenta del poco tiempo que dejaban a la diversión: “Hablábamos con el Padre de que por ahí a nosotros nos faltaba un poco más de juventud…”, dice Marcelo. Pero no lo lamentan: “Nos llena de alegría el ver que los chicos se ríen, están, quieren venir los domingos…”, asegura Gabriela.
Los chicos que viajaron conocían personalmente a Bergoglio. “De hecho, les predicó un retiro espiritual en 2011 –recuerda Isasmendi. Verlo allá fue como el recuerdo vivo de su presencia como Pastor nuestro durante tantos años”.
“La peregrinación a Río dejó en el corazón una honda experiencia de fe, de un Dios vivo y una Iglesia siempre más grande, generosa, bien Madre, capaz de cobijar y querer a todos”, dice el sacerdote. “Vi en los chicos mucho ‘asombro’, ese que nace de la fe y de la bendición de Dios, la extraña sensación de decir qué hermoso es creer en un Dios así, tan grande y tan bueno, capaz de reunirnos a todos en su Presencia. El asombro se vivía en las miradas llenas de emoción al verlo llegar al Papa, en el respeto religioso en las celebraciones a pesar de las incomodidades”, agrega, aludiendo entre otras cosas a un viaje en ómnibus de más de 50 horas hasta el destino, con varios desperfectos en el camino.
Marcelo conocía al Papa “de cuando venía a la Iglesia”. “Siempre teníamos acá encuentros de los exploradores de Caacupé, retiros espirituales, charlábamos con él. Él es uno más de acá, del barrio, que ahora está allá. Está bueno que el trabajo que hizo acá lo haga en todo el mundo”.
“Es lo que está queriendo hacer –acota Gabriela-: que los chicos salgan de la villa y puedan trabajar, estudiar, que la gente se dé cuenta de que aunque vivan en una villa pueden ser profesionales y que no los discriminen por el sólo hecho de vivir acá”.
Ella ya tiene trabajo, en un supermercado. Marcelo acaba de terminar el colegio y quiere capacitarse para trabajar en un estudio de grabación. “Primero entré a la murga, a los 12 años, en la capilla de Caacupé –cuenta-, y después fui de capilla en capilla y terminé acá (San Blas)”.
Sobre el mensaje de Francisco en Río, dice: “Me gustó mucho eso de que lo mejor para evangelizar a un joven es otro joven, porque si nosotros no hacemos este trabajo acá en el barrio nadie lo va a hacer; los padres no pueden porque la mayoría de los pibes acá son todos rebeldes, pero si uno va y les habla es distinto, porque uno también tiene muchas cosas pasadas que son las que viven ellos. Tratás de evitar que los pibes hagan lo mismo que vos, porque vos ya lo viviste y, además de dar el ejemplo, también advertirles que eso no está bueno, porque no todos pueden salir adelante después”.
¿Se refieren a la droga?
Marcelo: Sí, pero no sólo a la droga, al delito, al estar ‘al pedo’.
Gabriela: A la violencia.
G: En Río, había chicos de El Salvador que nos comentaban que por ahí escuchaban a algún cura y no les decía nada, pero que el Papa los llenaba. Es como que los atrapa y quieren hacer lo que él dice. Es lo que siento yo también. Lo que dijo el Papa nos llenó mucho. Y no es que había solamente católicos, había también evangélicos y de otras religiones.M: Pibes que no quieren estudiar, por ahí un pibe no se droga, pero está todo el día en la calle o en la casa, tampoco está bueno estar ‘al pedo’ en la casa.
M: Vimos que en todo el mundo se hace un trabajo parecido al que hacemos acá, en Caacupé,todo a pulmón y, aunque mucha gente no vea nuestro trabajo, nosotros lo hacemos igual, y es venir acá a la mañana y por ahí bancarnos que un pibe te muerda, te escupa o te diga cosas. Hay que trabajar con los pibes, pero en serio, pibes que tienen problemas, que vienen sucios, que no desayunaron a la mañana. A mí la verdad lo que más me gusta de la capilla es eso: aunque no sepa mucho, me gusta ayudar a los pibes, hacer trabajo social, estar ahí.
G: Los domingos, algunos venimos a las 8 y media a hacer el desayuno y ya tenés 4 ó 5 chicos ahí afuera y les preguntás: “¿tu mamá sabe?”, “no, está durmiendo”. Entonces, es meterlos adentro para que desayunen... Y no son chicos de 15 años, sino pibes de 10…
M: Les tocó vivir así, estar en la calle.
G: Igual ahora está más ‘tranqui’, porque cuando recién empezó San Blas, estaban los tipos fumando acá y teníamos que meter a los chicos adentro para que no sintieran el olor.
M: Alrededor era todo quema, estaba la capilla y nada más.
¿Qué hicieron en Río al margen de las actividades colectivas?
G: Fuimos a la favela dos veces, con la gente del Bajo Flores. Misionamos, nos metimos adentro, recorrimos todas las capillas, es lo mismo que acá. Pero nos llamó la atención queallá no hay curas viviendo en la favela. El cura que está ahí es de un barrio cercano, hace la misa y se va. Y cuando el Padre (Juan) les dijo que él está con nosotros toda la semana, le preguntaron si no quería irse a vivir allá.
M: Los dos padres que fueron con nosotros son un caño, laburan con vos, a la par tuya, laburan por vos. Al padre Juan lo ordenó Bergoglio. A mí me gusta eso, que den el ejemplo, que tengas un referente que no te deja acá: vos necesitás algo y va a tu casa, trabaja a la par tuya, camina lo que vos caminás, come lo que vos comés.
¿Participaron del encuentro que tuvo Francisco con la delegación argentina?
G: No, porque a esa hora estábamos en la favela. Tampoco paseamos, porque nos levantábamos y ya teníamos algo que hacer.
M: Sí fuimos a la playa, pero para los actos en Copacabana.
G: Primera vez que me metía en el mar…
¿Qué sintieron al ver tanto fervor por el Papa?
M: Mientras pasaba eso y todo el mundo gritaba, yo pensaba en las cosas que iba a hacer en el barrio para los pibes. Es que el ‘chabón’ (sic) venía siempre acá, y lo que él dice es lo que tratamos de llevar a cabo todos los domingos. Es algo que la mayoría de nosotros está haciendo…
G: Nos sorprendió ver que hay chicos en todo el mundo trabajando igual que nosotros.
M: Conocés gente del otro lado del mundo y por ahí están en la misma que vos, yo ni pensaba que era así… gente que piensa lo mismo que nosotros, eso nos sirvió mucho de este viaje. Uno de los pibes dijo ‘yo no sabía que los chinos también tenían Iglesia’…. (risas) Y la verdad, lo digo entre nosotros, yo creí que iba a ser un “puterío”, pero me sorprendí. Todos daban el ejemplo, no veías ningún pibe tirado al costado, borracho o drogado, estaban todos en la misa mirándolo al Papa.
G: Eso sí, nos llamó la atención que bailan en la misa, nosotros nos quedamos quietos.
M: Hablábamos con el padre de que por ahí a nosotros nos faltaba un poco más de juventud…
¿Ya se sienten viejos?
M: No sé si viejos, pero es que con todo el trabajo que tenés, estás ahí pero con la cabeza puesta en lo que podés hacer… Hablamos de eso y la mayoría se puso a llorar… y hablamos de tratar de recuperar la juventud, porque somos chicos todavía… (risas)
G: Pero tenemos responsabilidades. Nunca una salida… Yo, si tengo vacaciones en el trabajo, voy a los campamentos con los chicos o a ver a mi familia en Salta.
M: En el viaje nos conocimos entre nosotros un poco más. Fue muy lindo, porque acá cuando nos juntamos hablamos sólo de lo que tenemos que hacer, falta comunicación.
G: Fue algo bueno para el movimiento y en lo personal también porque ahora hay más comunicación, algo que faltaba entre nosotros, los más grandes, los que tenemos a cargo las sedes, en cada capilla, porque normalmente está cada uno metido en la suya.
M: Así que nos propusimos tratar de devolverle juventud a nuestro movimiento, empezando por los jefes. Divertirnos más, traer una guitarra y cantar, ponerle más alegría al trabajo que hacemos.
G: Estamos muy concentrados en lo organizativo, en ver qué falta acá o allá… Ojo, nos llena de alegría el ver que los chicos se ríen, están, quieren venir los domingos, nos escriben en el Facebook: “Seño, ¿cuándo empezamos a organizar el campamento?” Y resulta que acabamos de terminar uno…
M: Tiene que haber mucha gente que trate de ayudar al barrio así, porque nosotros no vamos a estar siempre, también tenemos nuestra vida, tenemos que atender nuestro trabajo o buscar trabajo, sería bueno que la gente del barrio se mueva más.
G: Acá tenemos 100 chicos, y los padres que quieren ayudar son diez.
M: Con ver cómo está el pibe ya te das cuenta por qué no vienen los padres.
G: Buscan en otro lado la contención que no tienen en la casa y eso nos da también más fuerza para venir los domingos, para que esos chicos no anden por ahí a las tres de la mañana.
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