Las intervenciones de chicos con cáncer crecieron por mérito propio y coordinación con Nación. La historia, que tiene como protagonista a una paciente de 2 años.
La Capital |
Seguramente cuando se arme el anuario de las notas destacadas del año, los policiales se roben la mayor parte del centimetraje de enero. Sin embargo, entre los títulos sobre inseguridad, narcotráfico y balaceras no debería faltar esta buena noticia que tiene como protagonista a una nena de 2 años, a una familia y a la unidad de trasplante de médula ósea del Hospital Vilela, para chicos con cáncer y sin obra social. Helen Cáceres fue la primera trasplantada de 2013, y esta semana la intervención de médula "prendió". El término no es científico pero es gráfico: significa que los glóbulos blancos de la chiquita pasaron paulatinamente de 0 a 20, luego a 340 y el jueves treparon a 1.500. Y esa es una "muy buena noticia", dice el responsable del área, Juan José Di Santo. La noticia vale para un anuario.
No es la única alegría en el servicio. Hay cuatro chicos más en condiciones de ser trasplantados en breve; un número elevado si se tiene en cuenta que en los dos últimos dos años se intervino a un total de cinco nenes.
Di Santo aclara que este servicio del Vilela —con tecnología de punta y un equipo de profesionales actualizados internacionalmente— desde este año está en condiciones de atender a nenes de todo el país con patologías oncohematológicas. Dice que esto tiene que ver, también, con gestiones coordinadas con el Centro Único de Donación, Ablación e Implante de Organos (Cudaio) y el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, lo que posiciona al Vilela como un prestador nacional de estas patologías al mismo nivel del Garrahan, de Buenos Aires, o del Sor María Ludovica, de La Plata. Es más, si se diera el caso, el servicio podría realizar dos trasplantes en forma simultánea y es uno de los pocos centros en el país con cuidados paliativos y tratamiento del dolor. "Acá los chicos no padecen más dolor, sería terrible si no fuera así", aseguró Di Santo.
El área se habilitó en 1999 pero no funcionó por tres años: desde 2007 a 2010. Algunos dijeron que no hubo pacientes, otros más críticos, que "directamente estuvo cerrada" y los nenes santafesinos con enfermedades en las células de la sangre y sin obra social no tenían más remedio que atenderse en Buenos Aires.
Recorrer este sector del Vilela implica observar, sólo a través de un vidrio, a chicos internados junto a alguno de sus familiares en habitaciones con vista al exterior, llenas de juguetes, con televisor y hasta Play Station. El jueves eran seis los internados, de entre 2 y 14 años.
El servicio también tiene una sala con juegos infantiles donde los chicos esperan su turno de extracción de sangre o quimioterapia. Cuenta con un ultrafreezer donde se almacenan células de médula ósea a 38 grados bajo cero y un improvisado altar donde familias y empleados alinearon cinco vírgenes de lo más coloridas. También hay un espacio con las fotos de los chicos trasplantados. Y, fundamentalmente, la unidad cuenta con un equipo de unos 20 profesionales, entre médicos, bioquímicos, enfermeros, asistentes sociales, especialistas en salud mental y otras tantas disciplinas, más un grupo de voluntarias que dan una buena mano.
Fundación Messi. Di Santo no deja de nombrar a varias instituciones que colaboran con el servicio donando pañales, tecnología, regalos para los chicos y agua mineral. Y cuando se le pregunta cómo hace el personal para viajar a actualizarse al exterior contesta sin vueltas. "Lo hacemos gracias a la Fundación Leo Messi. Ya viajamos seis de nosotros al centro Vall d\'Hebron en Barcelona y en este momento hay una enfermera. Estamos muy agradecidos con los Messi: el padre y el propio hermano, Rodrigo, se ocupan personalmente de nosotros cuando estamos allá", dice el pediatra y se refiere así al centro universitario y sanitario público de Cataluña, un referente internacional en trasplante de médula ósea pediátrica.
Esta nota obliga a preguntar mucho de lo que se desconoce. Por ejemplo, por qué se realizan trasplantes de médula cuando el cáncer de un chico está localizado en el ojo (retinoblastoma) o en el tejido nervioso (neuroblastoma). Di Santo contesta con paciencia y hace dibujos en una hoja. Se entiende algo como esto: los chicos transitan por quimioterapias convencionales y a veces por otra más severa que les daña la médula, algo prácticamente letal. Por eso, antes de esta segunda instancia se prevé el trasplante (con células propias o de un dador).
¿Cómo puede alguien elegir una especialidad médica como ésta? "Es dura pero también da muchas satisfacciones. Los chicos son plásticos y dan batallas inesperadas", dice Di Santo.
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