A pocos metros del Puente Oroño, sobre la avenida Alem, un cartel indica "Parabrisa limpio, Mejor Visual". A algunos los incentiva a dejar billete en vez de monedas; a otros, al menos los hace sonreir. El cartel fue un obsequio que resultó muy productivo. “Pasaron en una traffic y nos lo regalaron”, contaron los limpiavidrios.
Basta con recorrer los primeros 200 metros de la avenida Alem en sentido norte–sur para encontrarse con el simpático cartel: Parabrisa limpio, mejor visual. La improvisada estrategia de marketing rinde sus frutos para los jóvenes y adolescentes que limpian vidrios en esa esquina.
“En realidad, nos lo regalaron. Estábamos trabajando, vinieron en una camioneta, nos ofrecieron el cartel, tenían varios iguales, y lo aceptamos. Después lo colgamos en el poste”, contó a Diario UNO, Juan José. “Nosotros le preguntamos a la gente qué les parece y la mayoría nos dice que está muy bueno. Les gusta”, agregó.
Juan José vive en el barrio Santa Rosa de Lima, tiene 30 años y hace 17 que limpia vidrios sobre esa avenida. “El movimiento es siempre más o menos igual y la mayoría de la gente es la misma todos los días”, relata.
—¿Cómo es en general el ingreso diario?
—Depende el día, porque la gente nos da lo que quiere o puede. No hay un promedio exacto, pero en dos horas puedo hacer entre 80 y 100 pesos. En el peor día puedo hacer 50 pesos.
—¿Cuánto te da cada conductor, en la mayoría de los casos?
—Algunos se juegan con un billete, hasta nos dan a veces 50 o 100 pesos. Los camioneros nos dan más que todos los autos. Ese trabajo lo hacemos casi siempre entre dos y repartimos la plata. Según el día a veces te tenés que quedar más o menos horas para hacer la misma cantidad de plata.
Leonardo, de 18 años, se suma a la conversación. Hace un año que trabaja sobre avenida Alem. “La gente en general me ayuda, me da una moneda. A veces me dan un billete también”, cuenta.
—Habitualmente, ¿cómo los tratan?
Juan José:—Bien, la mayoría bien. Por ahí alguno anda en un mal día y puede tratarnos mal, pero en general bien, porque somos muy respetuosos con todos.
—¿Cuántas horas trabajan acá?
Leonardo:—Depende el día, pero cinco o seis horas más o menos. Nosotros estamos siempre de tarde.
—¿Estuvieron siempre en esta esquina?
Juan José: —Ahora hace tiempo que estamos acá. A la mañana hay un turno que se va cerca de la 1. Nosotros venimos más o menos a las 2. Estuve hace años en 27 de Febrero, frente al Correo. Después estuve frente a la fábrica de productos de pollo. Y cuando se arregló todo el asfalto de Alem, me vine para acá y nos quedamos.
—¿Cada esquina tiene un grupo determinado?
Juan José— Sí, nadie se mete en la parada de otro. Cada uno tiene su parada y nadie molesta a nadie. Hace años que estamos así.
—¿Cuántos trabajan en esta esquina todos los días?
Juan José—A la tarde somos nueve más o menos. Todos mis hermanos, mi primo, él (Leonardo) y yo. A la mañana es más o menos la misma cantidad. No vienen siempre todos, en general hay menos.
Bien predispuestos ante la consulta de Diario UNO, ambos dejan pasar varios semáforos rojos para responder las preguntas. Respetuosos, explican su trabajo y la relación que llevan con la mayoría de sus clientes, quienes en general ya conocen hasta sus nombres y preferencias futbolísticas.
Bien predispuestos ante la consulta de Diario UNO, ambos dejan pasar varios semáforos rojos para responder las preguntas. Respetuosos, explican su trabajo y la relación que llevan con la mayoría de sus clientes, quienes en general ya conocen hasta sus nombres y preferencias futbolísticas.
Por más insignificante que parezca, el cartel de presentación en medio de la avenida les sirve; si no es para que el conductor se decida a pagarles con un billete en vez de monedas, al menos le genera una sonrisa.
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