Dura. “Dedican más tiempo a comunicar que a gestionar”, dijo la doctora en Ciencias Sociales.
“Por más que la película te encante, no la soportás más de dos horas”, señaló Adriana Amado y extrapoló esa regla básica del mundo del espectáculo a la política para explicar el declive de los líderes latinoamericanos. “Quisieron construir un mito y terminaron construyendo un personaje de televisión”, aseguró.
“Política pop: de líderes populistas a telepresidentes” (editorial Paidos) es el último libro de Adriana Amado –licenciada en Letras, magíster en Comunicación Institucional y doctora en Ciencias Sociales. En él analiza el fenómeno de los líderes latinoamericanos de la última década, su relación con el pueblo y con los medios de comunicación. La autora estuvo en Santa Fe para participar de las III Jornadas de Ciencia Política del Litoral que se organizaron en el marco de los 10 años de la Licenciatura en Ciencia Política de la Universidad Nacional del Litoral.
En su paso por la ciudad, dialogó con Diario UNO sobre las características de los “telepresidentes”, el impacto que la mediatización de la política tuvo en la población, el lugar del periodismo y la situación en la que han quedado los militantes. Habló de las similitudes entre Cristina Fernández de Krichner y Mauricio Macri y del vacío que ha quedado en los seguidores de esos líderes pop-ulistas, sensación que comparó con la que se tiene cuando finaliza una telenovela.
Amado desarrolló el concepto de política pop para analizar los movimientos políticos que se dieron, en los últimos años, en Latinoamérica.
“¿Qué pasa cuando en la democracia irrumpen estos personajes que construyen su legitimidad a partir de la comunicación? No son líderes carismáticos en sí mismos sino que logran adhesión y encantar a partir de usar las técnicas del pop. El pop es, por definición, el arte que se basa en la repetición y si vamos a recordar a (Hugo) Chávez y a Cristina (Fernández) es por sus cadenas nacionales. Es decir, por esa insistencia que tenían de estar todo el tiempo en pantalla”, analizó.
Y evaluó las características del proceso que llevaron adelante. “Lo que empecé a entender –dijo– es que esa forma no tenía que ver con una ideología política sino que se había instalado en la política esa presunción de que había que comunicar para hacer política. Y lo interesante, me parece, de ver el momento ya en su declive, es que vimos que esos movimientos que parecían tener tanto entusiasmo y prometían hacer transformaciones estructurales de la vida de la gente quedaron en nada. Incluso en Ecuador, que fue el país que tuvo un proceso institucional más fuerte, los agarró un sismo y se desmoronó todo”.
La investigadora explicó que comenzó a escribir el libro hace dos años, cuando aún no se sabía cuál sería el destino de los líderes que define como pop-ulistas. “Cuando, el año pasado, estaba terminando el libro empezaron a pasar cosas rarísimas, como Evo (Morales) perdiendo su reelección, que muestran una de las tesis que desarrollo que es que nadie puede estar mucho tiempo en el entretenimiento. Por más que la película te encante, no la soportás más de dos horas. Y, a lo sumo, vas a querer ver otra, pero no hay entretenimiento que te vaya a capturar para toda la vida. Me parece que esos líderes, al haber elegido la televisión como su principal vínculo con la ciudadanía, quedaron presos, fueron víctimas de las leyes de la televisión: cambiás de canal y empezás a ver otra cosa”.
—¿Cómo son los líderes pop-ulistas?
—Son líderes que dedican más tiempo a comunicar que a gestionar. Pasan más tiempo en cámara que en reuniones de gabinete. Gastan más dinero, y es un dato de la realidad, en medios de comunicación que en educación. Suponen que el medio puede transformar la sociedad y, en realidad, es la sociedad la que transforma los medios. Es gente que ha invertido más en tecnologías de la comunicación del siglo pasado que en los nuevos sistemas. Somos sociedades que tenemos televisión gratis pero no podemos comunicarnos por celular, no tenemos acceso gratuito a internet en las escuelas ni en las universidades. Eso es porque ellos necesitaban sistemas de radio y televisión porque son los que te garantizan esa comunicación unilateral. Y son personajes que terminan viviendo en el mundo que construyeron. No solo producen las noticias sino que solo están pendientes de las noticias y les creen más a las noticias que a las evidencias de la realidad. Por eso son regímenes que han eliminado las estadística, porque son una manera de dejar solo el discurso como única prueba de vida. Pero el discurso es algo volátil, lo simbólico, aunque parecía tan poderoso, lo que tiene de intenso lo tiene de frágil. Es decir, quisieron construir un mito y terminaron construyendo un personaje de televisión.
—El kirchnerismo perdió, Evo Morales también y el chavismo está en un punto complejo ¿El pop-ulismo termina con ellos o los nuevos gobernantes, como Mauricio Macri, también tienen parte de eso?
—Yo digo que estamos llegando al fin del ciclo en Latinoamérica pero Donald Trump en Estados Unidos y Podemos en España están marcando liderazgos muy vinculados a lo mediático. Creo que, en la Argentina, si uno lo plantea ideológicamente obviamente hay una discontinuidad pero si lo ve a nivel de estilo de comunicación, Macri está más relacionado a Cristina (Fernández) que (Daniel) Scioli. Él trabajó la campaña con la emoción, la cercanía, visitando a la gente, mostrándose cerca y venía de la construcción de popularidad de Boca Juniors, que aplica el mismo sistema de popularidad. Además tiene una mujer muy bonita que sale en las revistas del corazón. Él es mucho más pop que Scioli y, quizás ahí, podamos encontrar nuestra propia necesidad de contar con ese tipo de liderazgos. De hecho que los periodistas le critiquen a Macri lo que a Cristina le criticaban por el exceso, también da cuenta de que el pop es un lenguaje que todos extrañamos y nos gusta, el del fútbol y la telenovela. Creo que, en un principio, (los referentes del PRO) parecían muy centrados en la gestión y ahora están cayendo en la tentación de salir en la televisión, no hacen cadenas pero igual convocan a gente para que aplauda los anuncios. Son estilos muy parecidos.
Frente a las pantallas y escenarios
Mientras se lleva adelante el show de la política pop, el resto de la población ocupa un lugar de espectador, ya sea frente a las pantallas como en los actos partidarios, pero a veces esa pasividad se rompe y aparecen expresiones propias a partir de reclamos propios de quienes no se ven representados por los gobernantes de turno.
“Es interesante ver que a la política le encanta convocar grandes cantidades de gente, pero lo hace en calidad de espectadoras, no las escucha demasiado. La paradoja es que en el siglo XXI, donde tenemos el paradigma de la comunicación descentralizada y de los modelos de comunicación más simétricos, esta gente insistía en el modelo unidireccional del medio masivo hacia mucha gente. Entonces no hay canales de expresión y cuando surge lo hace de manera disruptiva o catastrófica, como puede pasar con una inundación o terremoto. Es decir, cuando ya no se puede ocultar la realidad porque se te presenta de una manera descarnada”, explicó Amado.
Y siguió: “La política se justifica en repetir esa forma de hacer política para la pantalla, sigue diciendo que hay que estar en la televisión para existir. Sin embargo, la realidad marca que la gente existe en su circunstancia. Si un gobernante se ocupara de hacerle buenos caminos a la gente, darle buena salud y educación, seguramente no necesitaría contar nada en la televisión porque todos estaríamos seguros de que nuestra vida es diferente”.
—Tras el descreimiento en la política de los 90 y principios de la década del 2000, el kirchnerismo logró que, a favor o en contra, la gente volviera a hablar de política. Pero ¿hablaba de política o del espectáculo?
—Del espectáculo. De hecho, y eso se ve en todos los países de Latinoamérica, el núcleo duro de adhesión de esos personajes es el mismo que cuando empezaron. No captaron mucha más gente que alguna mayoría eventual. Desde fines del siglo pasado hay una gran masa de la sociedad sin una identificación política clara. Y eso tiene que ver con cosas más profundas, estamos en un sistema en crisis, donde las certezas que teníamos en el siglo pasado ya no las tenemos. No solo las económicas, te decían que si terminabas la universidad ibas a tener trabajo y Europa está llena de movimientos indignados de universitarios que no encuentran dónde insertarse. Te decían que la familia era la base de la sociedad y aún las personas más integradas tienen una familia en crisis. Las promesas de la modernidad se desmoronaron y con ellas, necesariamente, la certeza que te daba la ideología. Entonces estamos en sociedades de supervivencia, donde incluso el que tiene mucho lo puede perder.
“Todo eso hace que la política se haya debilitado –continuó. La paradoja es que la política dijo «Si la gente está mirando TV, vayamos ahí». Pensaron que así la iba a reconquistar, a encantar. Por eso, incluso copia el formato de los programas de los 90. Lo que no entendieron es que la lógica del entretenimiento es superefímera, no genera lealtades. Estos pop-ulismos no son los populismos del siglo pasado porque la adhesión que tenían líderes como Musolini o Perón, sin compararlos, también tenía que ver con condiciones muy distintas. Entonces es lógico que la gente esté desideologizada, tenemos sociedades mucho más escépticas”.
—¿Qué pasa ahora con los seguidores de esos líderes que cayeron?
—Me da mucha pena porque hay mucha gente muy desilusionada. Pero yo me acuerdo cuando terminó Avenida Brasil y todos nos quedamos con ganas de más, pensando ¿y ahora qué vamos a ver en la televisión? ¿de qué vamos a hablar a la noche? ¿con qué nos vamos a divertir? Pero después vino Las mil y una noches y enseguida nos enganchamos con otra novela. Esto también se ha estudiado mucho, el fanático lo es en cualquier circunstancia. No es fanático porque encontró el personaje sino porque necesita creer. Enseguida abraza otras causas en las cuales poner la energía, que puede ser la de ser crítico del nuevo gobierno y por eso hoy los ves con la misma virulencia opositora que antes tenían los del signo contrario.
“En los extremos de la sociedad –siguió– te encontrás un 20 por ciento fanático en cada una de las posiciones contrarias y un 60 por ciento que va alternando sus posiciones. El fanático lo va a ser siempre, el problema es cuál es el espacio que le damos en la información general. Una de las razones por las cuales perdimos, en algunos momentos, el termómetro es que amplificamos la voz del fanático sin considerar que era minoría. Entonces se generó un espiral del silencio, donde la gente que no pensaba ni de una manera ni de otra dejaba de opinar. Que es lo mismo que pasa con la televisión o el entretenimiento que es culposo, nadie dice que mira Tinelli pero todos tienen una opinión formada”.
Por último, la investigadora insistió en la pérdida de perspectiva cuando la mirada se centra en los fanatismos. “Cuando no tenés una libre expresión del pensamiento y lo concentrás en los extremos polarizados, perdés noción del verdadero sentir de una sociedad. Por eso te agarra por sorpresa la elección de Macri, ni él creía que iba a ganar. Pero era porque teníamos el termómetro muy corrido”, concluyó.
Victoria Rodríguez / UNO Santa Fe
“Por más que la película te encante, no la soportás más de dos horas”, señaló Adriana Amado y extrapoló esa regla básica del mundo del espectáculo a la política para explicar el declive de los líderes latinoamericanos. “Quisieron construir un mito y terminaron construyendo un personaje de televisión”, aseguró.
“Política pop: de líderes populistas a telepresidentes” (editorial Paidos) es el último libro de Adriana Amado –licenciada en Letras, magíster en Comunicación Institucional y doctora en Ciencias Sociales. En él analiza el fenómeno de los líderes latinoamericanos de la última década, su relación con el pueblo y con los medios de comunicación. La autora estuvo en Santa Fe para participar de las III Jornadas de Ciencia Política del Litoral que se organizaron en el marco de los 10 años de la Licenciatura en Ciencia Política de la Universidad Nacional del Litoral.
En su paso por la ciudad, dialogó con Diario UNO sobre las características de los “telepresidentes”, el impacto que la mediatización de la política tuvo en la población, el lugar del periodismo y la situación en la que han quedado los militantes. Habló de las similitudes entre Cristina Fernández de Krichner y Mauricio Macri y del vacío que ha quedado en los seguidores de esos líderes pop-ulistas, sensación que comparó con la que se tiene cuando finaliza una telenovela.
Amado desarrolló el concepto de política pop para analizar los movimientos políticos que se dieron, en los últimos años, en Latinoamérica.
“¿Qué pasa cuando en la democracia irrumpen estos personajes que construyen su legitimidad a partir de la comunicación? No son líderes carismáticos en sí mismos sino que logran adhesión y encantar a partir de usar las técnicas del pop. El pop es, por definición, el arte que se basa en la repetición y si vamos a recordar a (Hugo) Chávez y a Cristina (Fernández) es por sus cadenas nacionales. Es decir, por esa insistencia que tenían de estar todo el tiempo en pantalla”, analizó.
Y evaluó las características del proceso que llevaron adelante. “Lo que empecé a entender –dijo– es que esa forma no tenía que ver con una ideología política sino que se había instalado en la política esa presunción de que había que comunicar para hacer política. Y lo interesante, me parece, de ver el momento ya en su declive, es que vimos que esos movimientos que parecían tener tanto entusiasmo y prometían hacer transformaciones estructurales de la vida de la gente quedaron en nada. Incluso en Ecuador, que fue el país que tuvo un proceso institucional más fuerte, los agarró un sismo y se desmoronó todo”.
La investigadora explicó que comenzó a escribir el libro hace dos años, cuando aún no se sabía cuál sería el destino de los líderes que define como pop-ulistas. “Cuando, el año pasado, estaba terminando el libro empezaron a pasar cosas rarísimas, como Evo (Morales) perdiendo su reelección, que muestran una de las tesis que desarrollo que es que nadie puede estar mucho tiempo en el entretenimiento. Por más que la película te encante, no la soportás más de dos horas. Y, a lo sumo, vas a querer ver otra, pero no hay entretenimiento que te vaya a capturar para toda la vida. Me parece que esos líderes, al haber elegido la televisión como su principal vínculo con la ciudadanía, quedaron presos, fueron víctimas de las leyes de la televisión: cambiás de canal y empezás a ver otra cosa”.
—¿Cómo son los líderes pop-ulistas?
—Son líderes que dedican más tiempo a comunicar que a gestionar. Pasan más tiempo en cámara que en reuniones de gabinete. Gastan más dinero, y es un dato de la realidad, en medios de comunicación que en educación. Suponen que el medio puede transformar la sociedad y, en realidad, es la sociedad la que transforma los medios. Es gente que ha invertido más en tecnologías de la comunicación del siglo pasado que en los nuevos sistemas. Somos sociedades que tenemos televisión gratis pero no podemos comunicarnos por celular, no tenemos acceso gratuito a internet en las escuelas ni en las universidades. Eso es porque ellos necesitaban sistemas de radio y televisión porque son los que te garantizan esa comunicación unilateral. Y son personajes que terminan viviendo en el mundo que construyeron. No solo producen las noticias sino que solo están pendientes de las noticias y les creen más a las noticias que a las evidencias de la realidad. Por eso son regímenes que han eliminado las estadística, porque son una manera de dejar solo el discurso como única prueba de vida. Pero el discurso es algo volátil, lo simbólico, aunque parecía tan poderoso, lo que tiene de intenso lo tiene de frágil. Es decir, quisieron construir un mito y terminaron construyendo un personaje de televisión.
—El kirchnerismo perdió, Evo Morales también y el chavismo está en un punto complejo ¿El pop-ulismo termina con ellos o los nuevos gobernantes, como Mauricio Macri, también tienen parte de eso?
—Yo digo que estamos llegando al fin del ciclo en Latinoamérica pero Donald Trump en Estados Unidos y Podemos en España están marcando liderazgos muy vinculados a lo mediático. Creo que, en la Argentina, si uno lo plantea ideológicamente obviamente hay una discontinuidad pero si lo ve a nivel de estilo de comunicación, Macri está más relacionado a Cristina (Fernández) que (Daniel) Scioli. Él trabajó la campaña con la emoción, la cercanía, visitando a la gente, mostrándose cerca y venía de la construcción de popularidad de Boca Juniors, que aplica el mismo sistema de popularidad. Además tiene una mujer muy bonita que sale en las revistas del corazón. Él es mucho más pop que Scioli y, quizás ahí, podamos encontrar nuestra propia necesidad de contar con ese tipo de liderazgos. De hecho que los periodistas le critiquen a Macri lo que a Cristina le criticaban por el exceso, también da cuenta de que el pop es un lenguaje que todos extrañamos y nos gusta, el del fútbol y la telenovela. Creo que, en un principio, (los referentes del PRO) parecían muy centrados en la gestión y ahora están cayendo en la tentación de salir en la televisión, no hacen cadenas pero igual convocan a gente para que aplauda los anuncios. Son estilos muy parecidos.
Frente a las pantallas y escenarios
Mientras se lleva adelante el show de la política pop, el resto de la población ocupa un lugar de espectador, ya sea frente a las pantallas como en los actos partidarios, pero a veces esa pasividad se rompe y aparecen expresiones propias a partir de reclamos propios de quienes no se ven representados por los gobernantes de turno.
“Es interesante ver que a la política le encanta convocar grandes cantidades de gente, pero lo hace en calidad de espectadoras, no las escucha demasiado. La paradoja es que en el siglo XXI, donde tenemos el paradigma de la comunicación descentralizada y de los modelos de comunicación más simétricos, esta gente insistía en el modelo unidireccional del medio masivo hacia mucha gente. Entonces no hay canales de expresión y cuando surge lo hace de manera disruptiva o catastrófica, como puede pasar con una inundación o terremoto. Es decir, cuando ya no se puede ocultar la realidad porque se te presenta de una manera descarnada”, explicó Amado.
Y siguió: “La política se justifica en repetir esa forma de hacer política para la pantalla, sigue diciendo que hay que estar en la televisión para existir. Sin embargo, la realidad marca que la gente existe en su circunstancia. Si un gobernante se ocupara de hacerle buenos caminos a la gente, darle buena salud y educación, seguramente no necesitaría contar nada en la televisión porque todos estaríamos seguros de que nuestra vida es diferente”.
—Tras el descreimiento en la política de los 90 y principios de la década del 2000, el kirchnerismo logró que, a favor o en contra, la gente volviera a hablar de política. Pero ¿hablaba de política o del espectáculo?
—Del espectáculo. De hecho, y eso se ve en todos los países de Latinoamérica, el núcleo duro de adhesión de esos personajes es el mismo que cuando empezaron. No captaron mucha más gente que alguna mayoría eventual. Desde fines del siglo pasado hay una gran masa de la sociedad sin una identificación política clara. Y eso tiene que ver con cosas más profundas, estamos en un sistema en crisis, donde las certezas que teníamos en el siglo pasado ya no las tenemos. No solo las económicas, te decían que si terminabas la universidad ibas a tener trabajo y Europa está llena de movimientos indignados de universitarios que no encuentran dónde insertarse. Te decían que la familia era la base de la sociedad y aún las personas más integradas tienen una familia en crisis. Las promesas de la modernidad se desmoronaron y con ellas, necesariamente, la certeza que te daba la ideología. Entonces estamos en sociedades de supervivencia, donde incluso el que tiene mucho lo puede perder.
“Todo eso hace que la política se haya debilitado –continuó. La paradoja es que la política dijo «Si la gente está mirando TV, vayamos ahí». Pensaron que así la iba a reconquistar, a encantar. Por eso, incluso copia el formato de los programas de los 90. Lo que no entendieron es que la lógica del entretenimiento es superefímera, no genera lealtades. Estos pop-ulismos no son los populismos del siglo pasado porque la adhesión que tenían líderes como Musolini o Perón, sin compararlos, también tenía que ver con condiciones muy distintas. Entonces es lógico que la gente esté desideologizada, tenemos sociedades mucho más escépticas”.
—¿Qué pasa ahora con los seguidores de esos líderes que cayeron?
—Me da mucha pena porque hay mucha gente muy desilusionada. Pero yo me acuerdo cuando terminó Avenida Brasil y todos nos quedamos con ganas de más, pensando ¿y ahora qué vamos a ver en la televisión? ¿de qué vamos a hablar a la noche? ¿con qué nos vamos a divertir? Pero después vino Las mil y una noches y enseguida nos enganchamos con otra novela. Esto también se ha estudiado mucho, el fanático lo es en cualquier circunstancia. No es fanático porque encontró el personaje sino porque necesita creer. Enseguida abraza otras causas en las cuales poner la energía, que puede ser la de ser crítico del nuevo gobierno y por eso hoy los ves con la misma virulencia opositora que antes tenían los del signo contrario.
“En los extremos de la sociedad –siguió– te encontrás un 20 por ciento fanático en cada una de las posiciones contrarias y un 60 por ciento que va alternando sus posiciones. El fanático lo va a ser siempre, el problema es cuál es el espacio que le damos en la información general. Una de las razones por las cuales perdimos, en algunos momentos, el termómetro es que amplificamos la voz del fanático sin considerar que era minoría. Entonces se generó un espiral del silencio, donde la gente que no pensaba ni de una manera ni de otra dejaba de opinar. Que es lo mismo que pasa con la televisión o el entretenimiento que es culposo, nadie dice que mira Tinelli pero todos tienen una opinión formada”.
Por último, la investigadora insistió en la pérdida de perspectiva cuando la mirada se centra en los fanatismos. “Cuando no tenés una libre expresión del pensamiento y lo concentrás en los extremos polarizados, perdés noción del verdadero sentir de una sociedad. Por eso te agarra por sorpresa la elección de Macri, ni él creía que iba a ganar. Pero era porque teníamos el termómetro muy corrido”, concluyó.
Victoria Rodríguez / UNO Santa Fe
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