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domingo, 17 de enero de 2016

Rosario exhibió toda su pasión fierrera para recibir la caravana del Dakar, el rally más duro del planeta

La gente se volcó a las calles para ver pasar las máquinas en una jornada de calor agobiante. Hubo familias que directamente sacaron sus mesas a la vereda y almorzaron allí.
/La Capital | 
Rosario exhibió toda su pasión fierrera para recibir la caravana del Dakar, el rally más duro del planeta
 Por tercer año consecutivo el Dakar dejó su huella en Rosario. Esta competencia, desde que pasó de ser una aventura a una competencia deportiva extrema de nivel mundial, que combina el profesionalismo y el amateurismo (y que en realidad ya le dejó poco espacio a quienes lo intenten desde ese lugar), y arropa además un fabuloso negocio, necesita de una metrópoli desde donde lanzarse y llegar, desde donde envolver en glamour la carrera en sí y mostrarla en ese envase al mundo. Y esta ciudad se ha transformado en fetiche de la empresa organizadora francesa ASO, como la mejor alternativa a Buenos Aires por su cercanía y superadora en cuanto a su pasión. Que lo digan sino los miles que se apostaron a lo largo de toda la avenida Pellegrini y los que desafiaron una temperatura agobiante para ver las máquinas que pasaron la prueba subir a la rampa frente al Monumento Nacional a la Bandera.
Una cosa de locos, que moviliza, no sólo ver a los pilotos transitar por la ciudad por la ancha Pellegrini como cualquier hijo de vecino con sus vehículos sucios (y muchos lastimados), sino a los vecinos que montaron su propio escenario en las veredas y debajo del cordón para obtener la foto, esforzarse por saludar a cada rostro extenuado por una etapa de enlace interminable desde Río IV, y esperar por el próximo.
Hubo familias que directamente sacaron la mesa a la vereda y almorzaron allí, viendo a las primeras motos y cuatriciclos arribar desde prácticamente el mediodía, para hacer el postre con los autos y los matecitos digestivos con los camiones que le venían pisando la huella. Y los semáforos fueron el sitio preferido de los que además buscaban agregarle una palmada o una selfie de apuro, a los muchos pilotos que se prestaron.
Y en el Monumento otro tanto. Lejos por supuesto del millón de personas (según cifras ASO, algo exageradas) que se agolparon el sábado 4 de enero de 2014 para ver a casi 450 máquinas partir con destino final en Valparaíso, pero en un número más que importante teniendo en cuenta el recambio de quincena de vacaciones de enero y un calor realmente insoportable. Además, al pie de la enseña patria llegaron cerca de 220 vehículos, o sea, la mitad de los que salieron impecables aquella vez de hace dos años.
Precisamente, en ese punto también hubo diferencia entre las rampas de largada 2014 y esta de llegada, ya que no fueron pocos las máquinas que arribaron llenas de polvo, las más, y con daños en su carrocería, las menos. Una de ellas fue la Mercedes Colcar del Pato Juan Manuel Silva, sin el parabrisas y con golpes por todos lados. Pero vio la meta, todo un mérito para un auto que fue terminado dos días antes de salir de Tecnópolis, al punto que tal vez le hubiera convenido correr con el anterior pero prefiero este por el esfuerzo que había hecho el equipo en terminarlo a tiempo.
Por supuesto, en el Monumento a la Bandera estuvieron las principales autoridades provinciales y municipales para felicitar a los vencedores, y ya alrededor de las 18 habían arribado casi todos, muy cansados, porque si bien el último especial fue corto, como casi todos, el enlace hacia Rosario desde Río IV fue prácticamente lo más duro del último día para todos. “Fue terrible, estoy extenuado. No llegaba más”, dijo el joven cordobés Jeremías González Ferioli, que completó su tercer Dakar seguido.
Claro que el caluroso recibimiento del público rosarino, como ocurrió el año pasado en el último vivac del hipódromo del parque Independencia, equilibró la balanza, sobre todo para muchos de los pilotos argentinos que fueron muy aplaudidos, tanto cuando eran reconocidos en el trayecto hacia el Monumento, como cuando subieron a la rampa.
Los que más sintieron ese afecto fueron sin duda los hermanos Patronelli, que lo hicieron juntos y festejaron con todo su equipo en el podio, de a dos, en familia, como se habían propuesto. Y los más reconocidos, por su trayectoria en el Turismo Carretera, fueron Emiliano Spataro y Juan Manuel Silva, quienes además, mientras hacían cola para recibir la medalla dakariana, bajaron de sus autos para sacarse fotos con la gente que los requería. Hasta se escuchó decir a Carlos, un fanático de Chevrolet que fue con su hijo Nacho: “Es de Ford, pero la verdad es extraordinario”, dijo respecto del Pato, que se acercó a saludarlo pese a su visible cansancio y a la pena que daba ver cómo llegó con el auto. También Spataro lo había hecho minutos antes.
Daniel Marrocchi, el único rosarino en esta edición, su tercera consecutiva, no pudo subir la rampa pero se superó ampliamente y volverá a intentarlo, siempre bajo su bautizado Diario La Capital Dakar Team, en reconocimiento a uno de los emblemas de la ciudad. Como el Monumento, que aunque parezca mentira porque en la ciudad no hay caminos ni paisajes tortuosos para esta clase de desafíos, tiene el “espíritu dakariano” que le da su gente, como lo graficó ayer mismo Marc Coma, el múltiple campeón de motos y hoy director deportivo del rally más duro del mundo. Que otra vez trazó un lugar en el mapa para Rosario.

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