El Arzobispo de Santa Fe, José María Arancedo, pidió "caminar juntos desde nuestras diversidades en un marco de amistad social, para crecer en una sociedad de hermanos".
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Los invito a acercarnos a la humildad del pesebre para contemplar la expresión del amor y la misericordia de Dios, que “tanto nos amó que nos entregó a su Hijo” (Jn. 3, 16). Ante la presencia del Niño de Belén nos descubrimos hijos y destinatarios de este amor de Dios, pero también hermanos entre nosotros. Quiero compartir con ustedes la riqueza de este mensaje para renovar nuestra fe y recrear nuestros vínculos de fraternidad.
En Navidad celebramos la fiesta del sí de Dios al hombre. Él viene a nosotros en Jesucristo, pero respeta nuestra libertad: “Yo estoy junto a la puerta, nos dice, y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos” (Ap. 3, 20). Dios es fuente de vida y comunión, de paz y esperanza. ¡Que podamos, Señor, ante la contemplación del pesebre abrirte las puertas de nuestro corazón!
En Navidad recibimos el don de la paz como un bien que nos compromete y desafía. La paz es posible, es su mensaje, pero necesita de todos. ¡Que sepamos, Señor, ser instrumentos de tu paz en este mundo herido por el odio, la inequidad y la violencia!
En Navidad participamos del nacimiento de una esperanza que nos abre el camino hacia un mundo nuevo. La esperanza no es el alegre esperar de que las cosas cambien, sino el compromiso con el presente para que ello sea posible. Ella es la virtud del peregrino, del que está en camino. ¡Qué necesario que aprendamos a caminar juntos desde nuestras diversidades en un marco de amistad social, para crecer en una sociedad de hermanos, que se exprese en el dialogo y el respeto, el amor y la solidaridad!
Queridos hermanos, desde nuestra iglesia santafesina, unidos a todo el pueblo argentino los invito a elevar juntos frente al pesebre la Oración que nos acompañó durante estos años: “Queremos ser Nación, una nación cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común. Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios, para amar a todos sin excluir a nadie, privilegiando a los pobres y perdonando a los que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz. Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda. Amén.
Mons. JOSÉ MARÍA ARANCEDO
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
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