El investigador y sociólogo afirmó que el Papa no produjo cambios de fondo en la Iglesia Católica. Dijo además que el aborto legal en la Argentina no ha sido posible por los partidos políticos, no por la institución religiosa.
Francisco. El sociólogo dijo que para producir cambios estructurales no alcanza con el hombre extraordinario.
“Los que lo votaron a Ratzinger son los mismos que lo votaron a Bergoglio”, afirmó al comienzo de la charla. Para el reconocido sociólogo “los modelos de Iglesia siguen siendo parecidos” y es muy difícil que se produzcan cambios estructurales en una institución tan vertical, más allá de Francisco y su impronta.
Facundo Mallimaci es docente e investigador del Conicet en temas vinculados con la sociología histórica del catolicismo, y los grupos religiosos en sectores populares. En su charla con Diario UNO abordó la compleja relación entre el Estado y la religión más popular en el país, habló sobre el mito de la Argentina laica, y sostuvo que el Papa no es peronista, sino que el peronismo es el que ha tomado conceptos de la religión católica, como la “traición” y la “lealtad”.
—Cuando recién asumió Francisco usted hablaba de que se elegía un Papa viejo y de transición. Hoy a la distancia, ¿qué opina?
—La distancia ayuda, y uno no tiene que ser necio, y debe tratar de ver qué viene pasando. Sí, sigo creyendo sobre la dificultad de los cambios estructurales, porque los modelos de Iglesia siguen siendo muy parecidos. En otras palabras, los que lo votaron a Ratzinger son los mismos que votaron a Bergoglio, y si son los mismos, uno supone que ciertas ideas existen. Lo que sí creo, que uno va viéndolo de a poco, es que la renuncia del Papa anterior produjo una fuerte conmoción que todavía se analiza. En instituciones tan jerárquicas, tan piramidales, que el que dirige diga que renuncia, es visto como una claudicación, o una traición. Creo que la búsqueda de credibilidad era más fuerte de lo que uno pensaba. Es decir, de hacer otra imagen de la Iglesia, y al mismo tiempo continuar con lo que planteaban los otros Papas. Ese me parece que es un desafío muy fuerte, que Francisco lo ha hecho para potenciar mucho la figura del papado.
En Santa Fe. El sociólogo dictó un seminario sobre catolicismo y política.
—¿Toma por sorpresa a parte de la Iglesia la impronta de Francisco?
—La toma por sorpresa porque son muchos años de un Papa alemán al que no le preocupaba esa presencia pública de la Iglesia. Sí, continúa bastante la de Juan Pablo II que sí estaba interesado en recuperar una credibilidad no solo política, sino también una dimensión más de conciliación, de diálogo interreligioso, de ser puente frente a los conflictos. Es decir, una Iglesia ya no pegada a un grupo social específico, sino que haga de puente. Bastante de esas cosas siguen estando en Francisco, y ese discurso católico siempre combina el antiliberalismo y el anticomunismo, y lo doctrinal, con lo social. No se piensa separado, sobre todo en el Estado Vaticano, en donde lo político religioso es constitutivo. Entonces, hay algo ahí que es con la coyuntura.
—Con la llegada de Francisco ha habido un resurgir del catolicismo en Argentina, ¿cómo contrasta la Nación católica con la Argentina laica?
—Creo que ese catolicismo persiste en las creencias de la sociedad argentina, en una manera de ser católica que es en lo cultural. Es en las expresiones masivas, en una cierta solidaridad grupal, pero no en el seguimiento a la autoridad eclesiástica, ni a las normas de esa institución. Sea el templo, sean los problemas de sexualidad, o sea sobre el matrimonio igualitario, la mayoría de los católicos se enfrentaron en silencio a sus propias autoridades.
—Sin embargo, la Iglesia sigue marcando la dirección…
—Porque tiene una manera de presentarse en la sociedad, por arriba, por afuera, y tiene una manera en la cual la dirigencia política sigue creyendo. Por eso digo, como mito, que esa institución es poderosa a la hora de hacer política, y a la hora de hacer actividades en el Estado. Con lo cual lo laico se ha debilitado mucho, y con la llegada del Papa más todavía, donde ya cada uno cree que el Papa es su amigo, que es argentino, que es peronista, que es socialista, que es del PRO…
—¿Es un Papa peronista?
—Yo diría que al revés, el peronismo ha tomado mucho de la manera y de la cultura católica en América latina. Esa cultura de tener alguien que dirija, de vincularse con las masas, de donde entrar y salir es muy difícil, con cierta fortaleza del que ejerce el liderazgo, con el respeto a esos liderazgos, donde la disidencia es costosa. La traición y la lealtad son conceptos religiosos católicos, securalizados por supuesto en el peronismo, pero no solo en el peronismo. El socialismo en Santa Fe, cuanto ha resignificado concepciones cristianas, o el PRO. Sin embargo, todos en sus candidaturas tratan de mostrar esa dimensión religiosa a la sociedad.
—¿Cuál imagina puede ser la relación con la Iglesia de los dos candidatos que aspiran a la presidencia?
—Más que el problema de la relación, es de la manera de hacer política. Yo creo que depende mucho más de los partidos políticos. Cuando se dice, no hay aborto en Argentina, no es por la Iglesia Católica. La mayoría de los católicos abortan, no tienen ningún problema, creen que se puede, que hay que despenalizarlo. Los partidos siguen creyendo que la Iglesia expresa la voluntad del conjunto. Sería bueno que haya un poco más de laicidad en la sociedad argentina, más separación, más libre conciencia, más libertad. Cuesta, pero no por la disciplina férrea de la Iglesia Católica, sino por las creencias dominantes en el Estado, y en la sociedad política sobre ese rol. Eso se llama poder simbólico, creer que el otro tiene poder. Pasó con la reforma del Código Civil. Se reformó casi todo, menos que la Iglesia es una institución de derecho público. Es lo mismo que decían en 1869 los liberales para dominarla, y es lo mismo que decía Onganía. Y es lo mismo que se dice ahora donde la diversidad y la pluralidad es constitutiva. Hay diversidad sexual, diversidad étnica, y sin embargo se sigue considerando que en el Código Civil, discutido por el Poder Judicial, por el Ejecutivo y aprobado por las Cámaras, la Iglesia Católica goza de un privilegio excepcional de ser institución de derecho público. El resto no existe, entonces hay algo ahí. Yo fui a discutirlo, y cuando fui nadie quería hacerlo.
—¿Por qué falta voluntad?
—Lo que uno tiene que hacer como investigador es preguntarse a qué se debe. Sino la otra es fácil. Es decir: la Iglesia Católica no permite el aborto. Hay que preguntarse por qué los diputados no lo votan, por qué los senadores no lo votan. Lo mismo pasa con la despenalización de la droga. Son temas en los cuales las sociedades han ido admitiendo. México lo acaba de hacer, y también Uruguay. Sin embargo, cuando alguien planteó este tema fue estigmatizado, diabolizado, y ahí los grupos religiosos en su mayoría católicos, evangélicos, judíos e islámicos hicieron frente común porque para muchos de ellos es el diablo. Palabra clave en el discurso de Francisco. En los discursos que hace casi todos los días, utiliza mucho la figura del diablo, sin embargo nadie dice nada. Prefieren hablar solo de lo social. Es un grave error, solo leen lo que dice de lo social, y no siguen leyendo todo el capítulo. Hay que tratar de comprender que el catolicismo de Wojtyła, Ratzinger y Bergoglio junta lo político con lo doctrinal, y lo social con las normas. El vocablo clave es integral, hasta el de la ecología es integral.
Cuando usted lea integral, quiere decir que la Iglesia Católica debe estar, porque si no está, algo le va a faltar.
—¿Está clara más esa línea en Argentina por los documentos sobre la pobreza que ha emitido la Iglesia local?
—Pero todos los de la pobreza hablan también del aborto. Lo que pasa es que los periodistas no los leen. Eso es lo que yo veo. Es más, en la Argentina, cada diario, La Nación, Página, Clarín, Tiempo Argentino, tienen su propia lectura de lo católico, y del Papa ni te cuento. Juegan y se juegan políticamente, por eso es tan interesante, y el Papa después los apoya a todos, y no apoya a ninguno. O al revés, cuando la Presidenta empezó a tener un vínculo muy estrecho con el papado, unos y otros no sabían qué decir. Los que estaban en contra de Cristina se preguntaban cómo el Papa la apoyaba, y los que estaban a favor, creían que tenía que oponerse. ¿Qué cambió, si las dos personas son las mismas en esencia? Lo que ha cambiado es la coyuntura, el lugar que se ocupa, el cargo y el carisma.
—¿Cuál es su opinión sobre José María Arancedo?
—Me parece un obispo muy importante, que le puede dar una cara distinta a la Iglesia Católica. Valoro muchísimo el gesto que tuvo con Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, a la hora de pedir por los niños desaparecidos, y de pedir al pueblo católico que diga todo lo que sabe. Al mismo tiempo están las limitaciones. Ese es un pedido del presidente de la Conferencia Episcopal que ningún otro había hecho. Al mismo tiempo creo que sería un gesto importante, que invite a las Madres y las Abuelas por primera vez a una reunión de la Conferencia Episcopal. Creo que hay una deuda muy fuerte de la Conferencia que recibió a genocidas, ministros, dueños de empresas, militares, y hasta el día de hoy no las recibió, mostrando cómo la memoria de aquella época todavía sigue haciendo ruido en la Iglesia. El martirio de Angelelli ha sido reconocido más por el Poder Judicial que por la propia Iglesia. Los sacerdotes y religiosas asesinadas, los militantes católicos asesinados, sus ejemplos no figuran en las escuelas, y en la Conferencia Episcopal no están sus retratos.
—¿Hay un margen para que la propia Iglesia reconozca esto?
—No solo tiene margen, sino que tiene el deber de hacer memoria. En los últimos años en la Argentina, los temas de derechos humanos han sido recibidos y mucho por amplios estratos sociales. Son pequeños los grupos, un 20% más o menos por los estudios que hicimos, de personas que condenan los derechos humanos y que no quieren hacer memoria. Lo que sucede es que la Iglesia al hacerlo tendría que hacer memoria pública de qué hizo durante la dictadura.
—Por eso le preguntaba, porque sería una postura riesgosa para la institución.
—Bueno, pero o se sigue el ejemplo de Jesucristo, o se piensa en los riesgos. Ahí hay un discurso papal en este caso, y después en la cotidianeidad hay muy poco. Lo dijo un exvocero del Episcopado en una revista católica semioficial, a la pregunta de qué cambió en la Iglesia desde que está Francisco. Él dice, poco y nada. En esto no hay que ser muy sociólogo o investigador, muy poco ha cambiado la Iglesia argentina. Ahora, si ha cambiado muy poco en Argentina, que es el lugar del Papa, ¿usted se imagina en otros lugares? Los cambios estructurales necesitan actores, necesitan propuestas, políticas, no solo el hombre extraordinario que se dirige a la multitud. Eso no alcanza, nunca ha alcanzado. Yo hago Historia Social Argentina, y si no hay multitudes organizadas en el largo tiempo, son esfuerzos individuales, o son modelos de Iglesia que siguen vigentes y que no buscan que haya esa participación, porque hacer lío, significa que habría que cambiar el modelo de autoridad, de obediencia, de libertad individual, de conciencia individual. Saberse que la Iglesia no es la única y verdadera, sino que es una más. Todo eso, por ahora no está en discusión.
Por Coqui Toum - jorge.toum@uno.com.ar / De la Redacción de UNO Santa Fe
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