Los candidatos buscan romper con la inercia que los tiene congelados. Mientras el kirchnerista probó una de sus diferenciaciones más audaces del Gobierno, el líder del PRO optó por archivar al cuestionado Durán Barba.
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Daniel Scioli y Mauricio Macri han decidido que algo tienen que hacer para romper con unainercia que los tiene congelados, según los sondeos que manejan uno y otro. Scioli marcha primero, tiene una clara ventaja sobre Macri, pero los 10 puntos de diferencia están atados con alambre. Macri, en el otro rincón sufre algo parecido: pese a algunos sofocones y resbalones aún es el segundo, pero con números que penden de un hilo, al menos en lo que se refiere a repetir la performance de las PASO. Sergio Massa, el tercero en cuestión, es el más valorado en las muestras, lo que sin embargo no logra todavía transformar en votos, aunque su tendencia es la única que muestra una curva ascendente. A los dos primeros, todavía les queda el consuelo de sus propios encuestadores: faltando dos semanas para la elección, la campaña comenzará a polarizarse como producto del bombardeo publicitario de radio y TV. Un pronóstico, justo es decirlo, que viene fallando desde antes de las internas.
El que reacciono con más audacia esta semana ha sido Scioli. Y lo hizo en el área más complicada y con el tema más sensible: la economía y los holdouts. La audacia no tiene que ver con lo que plantean sus contrincantes al respecto, sino porque los mensajes que dejó su enviado en EEUU Juan Manuel Urtubey, hoy gobernador salteño y flamante canciller en caso de una victoria peronista a partir del 10 de diciembre, fueron un manual de herejía para el kirchnerismo. Cuenta la leyenda que cuando se negoció la candidatura de Scioli con la Presidente, se acordó que el candidato armaría todo el gobierno a su gusto –comenzando por el gabinete– y que las listas al Congreso serian mayormente K. En aquella ocasión Cristina aclaró que había una sola cuestión en la que no cambiaría su opinión y sobre todo no la callaría después del 10 de diciembre: que se opondría a un arreglo en favor de los holdouts.
Urtubey, hoy uno de los hombres más cercanos a Scioli, fue inclusive más lejos. Por empezar denomino "holdouts" a quienes el kirchnerismo llama buitres. Planteo que fue peor no haber acordado antes con los acreedores en juicio, que faltan reformas estructurales, que debe alcanzarse un arreglo con el objeto de conseguir inversiones y recursos –o sea dólares– y como si todo esto fuera poco aclaro que no hay que excluir a ningún país "por cuestiones ideológicas". Todo dicho en Nueva York a pocas cuadras de donde hace menos de una semana, Cristina mostró un enorme enojo con Barack Obama y Estados Unidos, ejemplificado en las comodidades con las que gozaría en ese país el ex espía Antonio Stiuso.
Para que la sangre no llegue al río, tragando saliva y evitando un conflicto en el medio de una campaña de por sí complicada, desde el kirchnerismo solo se desmintió a Urtubey, como si sus opiniones fueran personales. Aníbal Fernández, con una cuidada precisión, dijo que eso no significaba el pensamiento del actual gobierno ni del que vendría. Aunque agregó que si acordar era otórgales a los acreedores que no entraron al canje lo mismo que los efectivamente acordaron no habría problema. Ofrecerles algo mejor a partir de diciembre sería parecerse a Macri.
En el kirchnerismo el enojo con las declaraciones de Urtubey tuvo que ver también con las formas y la oportunidad. "Kicillof y Alberto Pérez en el último mes han dicho que había que acordar con los buitres, pero lo hicieron de otra manera", se quejan. Y agregan sobre la campaña: "Lo que hace falta en la campaña es que hablemos más fácil para la gente. Definiciones concretas, posibles y entendibles. ¿Cuál es la urgencia de ir ahora al Consejo de las Américas a hablar de la deuda si es obvio que por el ambiente vas a terminar diciendo lo que dijo Urtubey? A nosotros no nos faltan votos en Manhattan. Nos faltan en la tercera sección electoral de la provincia".
Macri, por su parte, decidió oficial y formalmente archivar a Jaime Duran Barba. Aquel discurso de lo nuevo y el cambio, que significaba no mostrarse ni aparecer como el pasado, ha quedado atrás. De repente el peronismo se coló en la campaña amarilla: el lunes Hugo Moyano. Y esta semana un acto para inaugurar un momento a Juan Domingo Perón, al que Macri invitó a la mismísima Presidente, a Eduardo Duhalde, a Moyano y varios sindicalistas. Sí, el mismo Macri que hace un año era criticado por oponerse a los monumentos a Perón e Hipólito Yrigoyen en la plaza de la Republica. Hay más: en el acto de ayer reaparecieron Ernesto Sanz y Elisa Carrió, una escena prohibida por Duran Barba con el argumento de que no se quería dar la imagen de una repetición de la Alianza 99 de Fernando de la Rúa. Como se ve, las encuestas tienen cara de hereje: cuando no se crece, lo que hasta hace dos meses era malo ahora es bueno. Y viceversa. ¿Está mal lo que hace Macri ahora de sumar todo y a todos, sin importar el origen ni el tipo de sangre de quien quiere apoyarlo? No. Al contrario. La pregunta es por qué no lo hizo antes.
Son curiosas las diferentes visiones que cada protagonista tiene de la campaña. Para los radicales, Macri debiera tenerlos más en cuenta (consideran no alcanza con la promesa del ministerio de Justicia para Sanz). Para otros aliados circunstanciales del PRO, definitivamente enrolados en el mundo anti K, debe hacerse cualquier cosa que permita ganar (y recuerdan con tristeza que haya resultado fallida la alianza con Massa en junio).
El sciolismo –no necesariamente Scioli– y muchos que se acercan al candidato piensan que lo que falta para superar definitivamente el 40% es diferenciarse lo antes posible del kirchnerismo. En la otra vereda, la Casa Rosada se queja de que la campaña no apunte más a buscar los votos peronistas clásicos y no tanto que tuvo Cristina en el 2011.
Y en el medio de todo Massa. Siendo el candidato más elogiado por propios y extraños en el último mes, sin embargo no logra transformar en números en las encuestas su buen momento. Espera que el debate de hoy lo ayude. Habiéndole sacado a Macri los votos que le impiden consolidarse por encima del 30% y a Scioli del 40 por ciento, aguarda a que la gente vuelva a interesarse por la campaña recién a pocos días para votar. Apuesta a lograr el milagro de que el tercero se transforme en primero. O al menos en segundo.
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