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domingo, 11 de octubre de 2015

DROGAS DE DISEÑO Las nuevas tendencias se prueban en las disco

En la Argentina se fabrican cada vez más rápido las drogas de moda en las disco de Europa. La variedad de pastillas incita al policonsumo, que puede ser letal. Las “previas” en los foros de la red y la contención de las “guardias médicas”.
Clarín | 
Las nuevas tendencias se prueban en las disco
 La luz blanca del flash ilumina a un pibe flaquito de unos 20 años, que tiene puesta una remera con la figura de “Heisenberg”, el héroe maldito de la serie “Breaking Bad”. La música electrónica rebota en el pecho de todos, por momentos se vuelve insoportable. El pibe de la remera de “Heisenberg” intenta seguir la melodía, los bajos, los climas, pero no hay caso. La escena no termina de cerrar, porque el pibe parece un recién llegado a este mundo de las fiestas electrónicas. Usa esa remera para intentar pertenecer, se le notan las ganas de entrar a un mundo que le es ajeno. A su lado hay un muchacho musculoso, de unos 30 años, remera blanca y anteojos negros. Muy transpirado, muy conectado con la música. Baila torpe pero con ritmo. Robótico pero coordinado. No hace falta ser un experto en drogas para advertir que uno tomó éxtasis y el otro –el pibe con la remera de “Heisenberg”– no. Esto es lo primero que llama la atención en una fiesta electrónica. Como en ninguna otro ritual nocturno, el que no consume siente la distancia, se ve afuera de una celebración que parece perfecta. Los que están en trance derrochan empatía, amor, abrazos, colores. Bailan como si el mundo estuviera en juego ahí, en esta noche, en cada paso. Y no hay manera de romper esa barrera, de quebrar esa distancia. No hay remera de “Heisenberg” que funcione como pasaporte. Como si el único modo de decodificar la melodía frenética de la música electrónica fuera a través de ciertas drogas.
Según los médicos consultados por Clarín, las drogas de diseño tienen cada vez más preponderancia en la noche porteña. Si los ‘80 y los ‘90 fueron los años de la cocaína, las primeras fiestas “raves” en Parque Sarmiento a finales de los ‘90 son también el punto inicial de la convivencia entre música electrónica y nuevas drogas como el éxtasis (antes “bicho”, hoy “rola”), pero también de toda la familia de estimulantes, anfetaminas, cristal, lanzaperfume y ketamina, entre muchas otras.
La globalización también implica la posibilidad de producir en Argentina las drogas que están de moda en Europa. Según la doctora Hilda Montrull, históricamente había una división geográfica del consumo de drogas: en Europa predominaban las drogas derivadas del opio, como la morfina o la heroína, por una cuestión de cercanía con los centros de producción. En América, predominaba la cocaína y la marihuana, por la misma razón de cercanía y costo. Esa frontera se derribó para siempre”.
Argentina es el segundo país consumidor de éxtasis de América Latina, solo detrás de Chile, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen (ONUDC). Y esa cifra viene en constante ascenso: desde un 0,2% hasta un 2,6% de la población, según estadísticas de 2009. De todas maneras, los ingresos a la guardia del Hospital Fernández por intoxicación siguen siendo mayoritariamente por sobredosis de alcohol (53%).
Esta noche, la del pibe de la remera de “Heisenberg”, es en un boliche de la Costanera, uno de los tantos que tiene una guardia médica en la puerta. En ese ámbito, con un famoso DJ italiano que es tratado como una estrella de rock (y que tiene la edad de las estrellas de rock; o sea, más de 50 años), la fiesta es hasta las seis de la mañana, pero sigue en el “after”. Estos lugares abren casi todos los fines de semana (“Pachá”, “ClubOne”, “Club69”, “Crobar”, “Bahrein”). Pero hay también eventos más grandes, comparables a recitales, como el “Ultra Music Festival”, “Moonpark” o “Buenos Aires Trance”. Esa temporada alta de fiestas se corona con la “Creamfields”, el próximo 14 de noviembre.
No hay humo de cigarrillo. No hay (tanto) alcohol. Tampoco hay clima de levante. La noche se vive con frases cortas: “¿Qué tomaste?”, preguntamos. “Qué te importa?”, responden, sin dejar de bailar. Hay una sonrisa en la cara, hay movimiento todo el tiempo. Una suerte de sensualidad pero no sexualidad. Diferente al histeriqueo clásico. Según Victor Lenarduzzi, autor de la tesis doctoral (y luego libro) “Placeres en movimiento. Cuerpo, música y baile en la escena electrónica”, “la pista de baile, al menos la electrónica, en algún punto se desexualiza porque el baile se vuelve eje de la escena. Antes estaba subordinado a la conquista, se sacaba a bailar, incluso se acosaba a las chicas, porque se iba a bailar para tratar de tener sexo. Diría que es post-sexual más que asexuada”.
El consumo dura mucho más que estas horas bajo techo. El consumo empieza antes, en las “previas”, cuando se toma alcohol o algún protector hepático para atenuar los efectos de la pastilla. O quizás el consumo empieza aun antes de la “previa”, en la logística para conseguir nuevas drogas (unos 150 pesos el precio promedio de una “pasti”). O incluso antes de eso, en la información al alcance de la mano que está en los foros (Ver recuadro “El debate...”). Las experiencias de consumo con las diferentes pastillas, las preguntas que un chico le puede hacer con confianza al moderador de un foro al que nunca vio en su vida, pero que jamás podría hacerle a su padre: “¿Recomiendan tomar pasti dos días seguidos?”. Nada demasiado diferente a googlear los síntomas, en lugar de llamar al médico. En los foros se incita a no comprar droga en los boliches y a consumir únicamente pastillas que hayan sido testeadas, a través de un método muy sencillo, conocido como “marquis”, en donde se mide la presencia de la droga a partir de la reacción química.
También, los comentarios en el foro dan muestra de lo que Carlos Damin, jefe de Toxicología del Hospital Fernández, denomina policonsumo. Un ejemplo: “Tomé esta ‘yingyang’ en la bat también, y tuve los efectos que dicen todos, pero pensé que fue por la keta (probé keta por primera vez). La pase muy mal, me sentia muy volado, incomodo, de mal humor, no tenia noción del tiempo, se me venían imágenes a la cabeza, me sentía apagado, sin sentimientos. Supongo que no me dormí porque antes de la ‘yingyang’ había tomado un dedaso de cristal. Al otro día tuve muchos temblores. No las recomiendo”.
La validez de los foros como garantía del consumo responsable encuentra equivalencias con la presencia de las guardias médicas en los mismos boliches. Para algunos, es una incitación al consumo. “Me parece dramático, es como darles vía libre para el consumo porque saben que de última hay un médico en la puerta”, dice Damin.
La prohibición del consumo o la venta de drogas dentro de la disco parece una utopía: atentaría contra el propio negocio y una “pasti” es más chica que una aspirina.
Termina el set del DJ y hay aplausos desde la pista, que no muestra signos del cansancio de una noche en la que nadie dejó de moverse. Hay abrazos y promesas de seguir la noche –ya la mañana– en un after cercano. Del pibe con la remera de “Heisenberg”, ni noticias.

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