La reflexión pertenece al empresario rosarino Enrique Bertini, al que hace un año le asesinaron un hijo y días después lideró una masiva marcha en el Monumento para exigir Seguridad.
La Capital |
Enrique Bertini recuerda algo y se emociona. "Un día llegué a casa y me encontré a Mariano (su hijo) en el garaje pintando una casita de madera. Me dijo que necesitaba una pala de punta para ir a instalarla en el parque España. La idea era que ahí se guardaran libros que la gente pudiera tomar gratis para leer y luego devolverlos, o sumar otros. Para mí era una locura, una pérdida de tiempo. Le dije que se dedicara a estudiar en vez de estar haciendo eso... Hoy vengo acá a recordarlo. Era un gran pibe..", dice y se quiebra mientras mira esa biblioteca ambulante que el chico colocó junto a los juegos del arenero, en Entre Ríos y el río.
Mariano fue asesinado el 15 de agosto del año pasado en una entradera en Lima al 800. Tenía 23 años y salió a abrir la puerta del garaje para que su padre guardara el auto. Dos delincuentes aparecieron de la nada en una noche lluviosa y cambiaron la vida de esta familia para siempre, como la de tantas familias rosarinas castigadas por la inseguridad.
Seis días después del crimen, Enrique llegó al Monumento, donde se concentraban unas 10 mil personas para exigir seguridad, y pidió disculpas. "Les pido perdón por no haberme involucrado nunca en estas marchas. Yo pensé que jamás me iba a pasar esto a mí", les dijo a las víctimas de la inseguridad.
Un año después dedica gran parte de sus días a participar de reuniones con distintas ONGs y entidades dedicadas a las problemáticas sociales y de la inseguridad. Dice que el tremendo dolor que significa perder un hijo lo acompañará por siempre, pero remarca que "desde la crítica cómoda esta realidad de violencia no se soluciona. Hay que comprometerse. Si no comenzamos a reconstruir esta sociedad, nos va a ir a todos muy mal", advierte.
El poder. Bertini es un próspero empresario local a quien la inseguridad le destrozó la vida. No obstante, apuesta a seguir viviendo en esta ciudad. "Cuando te pasan estas cosas terribles lo primero que hacés es enojarte. Yo me enojé con la vida, con Dios. No tiene ningún sentido que me hayan matado un hijo como me lo mataron", asegura.
Días después de la fatídica entradera, en la que él recibió un disparo en la pierna izquierda, pensó en irse del país. "Lo analicé mucho. Pero como hijo de inmigrantes sé lo difícil que es empezar una vida lejos de tus afectos. Mis hijos (Mariano era el mayor de tres hermanos) tienen su vida aquí, sus amigos, ¿por qué alejarlos de eso?", se preguntó una y mil veces. Y optó por quedarse.
A la casa donde asesinaron a Mariano no pudo volver. La familia se mudó de barrio, inició una terapia psicológica y se aferró a la fe. Y Enrique comenzó con su militancia. Está convencido de que el cambio y el poder "están en uno".
"Rosario somos todos. Nosotros también tenemos la responsabilidad de lograr que se produzcan cambios en la seguridad. Eso se logra con participación. Desde mi tiempo tengo que hacer algo por la sociedad, y eso se hace participando y reclamando también a quienes votamos que hagan las cosas como corresponde", subraya.
La película infinita. De la trágica noche de la entradera le quedan imágenes que se le repiten durante largas horas de insomnio. "Eran cerca de las 23, lloviznaba y Mariano me abrió el portón para que entrara el auto. No sé de dónde apareció, pero me vi forcejeando con un tipo. Yo corrí al asesino, pensé que me liquidaba", recuerda.
Sólo pide justicia. La causa que investiga el crimen no tiene detenidos. Nunca los tuvo. "Quien comete un delito, tiene que ir preso. Y yo sólo busco eso. Que el que mató a mi hijo esté preso", señala.
Está convencido de que "en la sociedad hay una crisis ética y moral. Esto no es privativo de Rosario, sucede en todos lados", asegura. No obstante, remarca otra vez la palabra que dirá una decena de veces durante la charla con La Capital: "compromiso".
"Tenemos que construir para adelante. Comprometernos. Participar. No hay que quedarse sentado. Tenemos que llevar paz a la ciudad. Si seguimos en nuestra zona de confort y cambiamos de canal cada vez que la noticia no nos gusta, nada cambiará. Yo hacía eso. Viví una vida en paralelo pensando que a mí jamás me iba a pasar algo terrible como lo que me pasó. El ejemplo de hacer algo por los otros, por mínimo que sea, ya es importante", remarca.
En la mini biblioteca del parque España el propio Mariano estampó una frase el día en que la inauguraron. "Por un mundo mejor". El sueño del joven quedó trunco, pero su padre trabaja ahora día y noche para, al menos, aportar un granito de arena que ayude a edificarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario