Hace 14 años el mundo se vio conmovido por los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York. Impresionantes imágenes transmitidas en directo por la televisión mundial con una audiencia verdaderamente planetaria que se daba cuenta de que algo importante estaba ocurriendo en vivo y en directo, en el corazón financiero, pero también el centro del poder de la potencia imperial más poderosa en los anales de la humanidad. Fue un acontecimiento que obligó a adelantar varias ediciones en todos los diarios, con profusión de fotografías y testimonios y las primeras evaluaciones sobre los atentados que cambiarían definitivamente el curso de la historia.
Todavía se recuerda al entonces presidente George W. Bush escuchando a uno de sus colaboradores en una visita a un colegio de Florida, entre azorado y sorprendido, o quizás sin poder dar crédito a lo que terminaba de oír. Que dos aviones de línea habían impactado en los edificios del Wall Trade Center. Desde entonces, el mandatario republicano abrió las puertas a una furiosa y violenta política de ocupaciones e intervenciones en el continente asiático. Primero en Afganistán y luego en Irak.
No viene a cuento aquí mencionar los diferentes momentos en cada una de esas intervenciones, pero sí recalcar que esa agresividad no sólo que no llevó la paz a ninguno de los territorios donde se asentaban los presuntos autores intelectuales del criminal atentado, sino que en estos 14 años todo fue para peor. Estadísticas que publica la CNN (http://edition.cnn.com/SPECIALS/war.casualties/) señalan que hasta marzo pasado se habían producido 3486 muertos y 20.117 heridos entre las tropas estadounidenses y de sus aliados europeos en Afganistán. En el mismo período hubo 4806 muertos y 32.246 heridos en Irak. Entre los civiles, la cifra que da el Instituto Watson, de la Universidad de Rhode Island (http://watson.brown.edu/costsofwar/costs/human/civilians) es de 210 mil muertos en forma directa para ambas naciones y otras 370 mil víctimas indirectas, mientras que anota 7,6 millones de desplazados y refugiados.
El costo en dinero para los contribuyentes es de 4,4 billones de dólares. Otras fuentes elevan todos y cada uno de estos guarismos, pero con sólo estos es suficiente para tener una idea de la tragedia.
Es así que el caos generalizado que existe en esa región –al que contribuyeron los ejércitos ocupantes tanto como los mercenarios que se desplegaron desde el inicio de las operaciones en esta vertiente de guerra privatizada que fomentó el presidente republicano- no se reduce a la sumatoria de las iniquidades cometidas sino que se continúa en las consecuencias para otros tantos miles de personas que ahora se manifiestan en forma de una ola humana tratando de huir hacia Europa.
La imagen de Aylan, el nene kurdo de tres años nativo de Siria, muerto sobre una playa turca, es apenas una pincelada de un problema que es humanitario, pero también toca todos los otros aspectos de esta nueva realidad que se comenzó a dibujar aquella mañana, mientras Bush visitaba una escuela primaria. Ese dibujo incluye, para los estrategas del Pentágono, el diseño de nuevos territorios donde, por ejemplo, los kurdos puedan tener su propio estado territorial, una reivindicación que tiene ya un siglo, desde que el Imperio Otomano se fue diluyendo en el marco de la Primera Guerra Mundial. También se plantea crear un país para los sunnitas y otro para los chiítas de Irak.
El miércoles, el presidente de la Comisión Europea, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, mostró la necesidad de recibir a 160 mil refugiados más en la Europa comunitaria mediante una fórmula matemática por la cual se reparte en forma más o menos equitativa -de acuerdo a riqueza y población- la cuota de migrantes que debería permitir cada país. Los argumentos de Juncker son demoledores: "(los refugiados) representan sólo el 0,11% de la población total de la UE", y reconoció que el número es mínimo si se lo compara con la oleada que llegó a Jordania y El Líbano, donde suma casi el 25% de su población, "y tienen un quinto de la riqueza de la UE".
Luego abundó en otras razones, como que casi todos en Europa alguna vez tuvieron que refugiarse en otras naciones. Ocurrió durante las guerras regulares que los reinos más beligerantes llevaron a cabo durante siglos. Argentina y muchos de los países latinoamericanos son testigos presenciales de esas calamidades porque se convirtieron en destino no sólo para italianos que escapaban de guerras y de la miseria, como de españoles que huían tras la derrota de la República, sino incluso de sirios y libaneses, conocidos popularmente como "turcos", cuando cayó definitivamente el régimen otomano. Y los recibieron con los brazos abiertos.
En Europa, en cambio, estallaron protestas y quejas entre los países orientales, los más reacios a recibir extranjeros. Quizás por odios ancestrales al mundo musulmán o porque padecen dirigencias demasiado inclinadas a la derecha racista y emparentados con lo peor del eurocentrismo. Olvidando que, como decía Juncker, algunos de los fugitivos recibidos en el extranjero escapaban de la represión luego de la llegada de los tanques soviéticos a Hungría en 1956.
Este jueves un grupo de diarios influyentes de Europa, entre los cuales están El País de España, Liberation de Francia, The Independient de Gran Bretaña y La Reppública de Italia, reclamaron a los distintos gobiernos decisiones solidarias en el mismo sentido que el reclamo de Juncker. Un pedido, el del titular de la CE, que por otro lado, todavía debe debatirse en Bruselas el 14 de septiembre.
Entre las mentes "sospechantes" circuló una explicación economicista para tanto edulcorado discurso. Sucede que entre los que pugnan por llegar a Europa hay profesionales con distintas preparaciones, con lo que podría ser muy útiles para bajar los costos laborales en un continente que padece desde hace décadas la "deslocalización" de empresas, muchas de ellas con destino final en China o los Tigres Asiáticos.
El dato destacado es que otras firmas se fueron de sus lugares de origen precisamente hacia las naciones del este europeo, que también tuvieron su momento de trabajadores muy preparados por el socialismo y dispuestos a trabajar por muy poco. La otra paradoja es que para la derecha francesa, hasta no hace mucho el temor era a los "plomeros polacos". Ahora ya hablan, y lo dice explícitamente el xenófobo holandés Geert Wilders, de que "esta es una invasión que amenaza nuestra prosperidad, nuestra seguridad, nuestra cultura y nuestra identidad".
Más allá de estas disputas que sin duda se acrecentarán en los próximos meses –si ya había grupos neonazis que atacaban a turcos en Alemania, ni qué pensar de lo que podría suceder de ahora en más- la canciller germana fue recibida con vítores por un grupo de refugiados apostados en una oficina de Migraciones de Berlín.
La dura jefa de gobierno alemana deslizó allí la necesidad de contenerlos en su país, la potencia industrial más grande de Europa, mediante "una rápida integración de los solicitantes de asilo (…) para lo que hay que hacer posible una gestión rápida de su situación para que puedan trabajar", por lo que se comprometió a ponerlos "rápidamente" en contacto con las oficinas de empleo.
Alemania debería recibir a 31.443 inmigrantes, la cuota mayor de la UE. Mientras tanto, el presidente Barack Obama anunció que su gobierno está dispuesto a recibir hasta 10 mil sirios para el año fiscal que comienza el 1 de octubre. Apenas un 0.003% sobre su población.
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