En mayo próximo participarán en Marruecos de la final de una competencia internacional organizada por IBM. Los estudiantes rosarinos participarán de una competencia sumamente estricta. "No se trata de reproducir conocimientos sino de pensar", afirman.
La Capital |
Por primera vez en la historia de la competencia, tres alumnos de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) participarán de la final de una olimpíada mundial de programación. Al pasaporte al certamen, que se desarrollará del 16 al 21 de mayo de 2015 en Marruecos, lo ganaron después de obtener el segundo puesto en la instancia regional, donde intervinieron alrededor de 160 equipos de diferentes universidades de la Argentina, Perú, Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay. Ahora sólo les queda juntar el dinero que les permitirá viajar.
El nombre del certamen no es muy popular, pero participar del ACM International Collegiate Programming Contest, patrocinado por IBM, es algo así como el Mundial de Fútbol de los estudiantes de Ciencias de la Computación. Y a Mariano Crosetti (21 años), Martín Villagra (20) y Pablo Zimmerman (24), el reto los motiva.
"Es una competencia que desafía la creatividad. No se trata de reproducir conocimientos sino de pensar. Además, incentiva el trabajo en equipo porque obliga a asumir roles y compartir tareas. Y, obviamente, abre muchas puertas", asegura Pablo.
Para llegar a esa instancia el grupo "entrenó" todos los sábados, durante varias horas. La casa de Mariano fue el lugar donde buscaron respuestas a cientos de problemas, generalmente basados en algoritmos matemáticos.
Por ejemplo, uno que planteaba un futuro distópico, con la población envuelta en una gran crisis y una empresa con una estructura jerárquica piramidal concentrando en su cima gran parte de las ganancias mundiales.
Pablo se ayuda con las manos para contar el resto: "Resulta que en la base los trabajadores empiezan a reclamar un aumento de sueldo, pero los jefes de cada grupo sólo pueden elevar ese pedido si era sostenido por el 60 por ciento de las personas que tienen a cargo. Y nosotros teníamos que ayudar al sindicato a encontrar la mínima cantidad de empleados a convencer para lograr la suba de salario. Un problema políticamente correcto".
10 problemas, 5 horas. La ACM es una competición anual de programación que reúne a grupos de universidades de todo el mundo. Para llegar a la etapa final, Mariano, Martín y Pablo tuvieron que sortear la fase regional, que fue el 8 de noviembre en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Unos 40 equipos de distintas facultades del país llegaron ese día al pabellón 1 de la universidad para competir por la instancia Sudamérica Sur.
A las 14 comenzó la competencia que, en forma simultánea y online, se disputó también en Perú, Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay. La consigna era resolver diez problemas en cinco horas. "Arrancamos muy mal, pero a los 50 minutos entramos en el top 3 y de ahí no salimos más", recuerdan.
Cinco horas después, a las 19, ya habían logrado resolver siete problemas, se ubicaban segundos en el ránking de la región y lograban acceder a la final.
Estaba hecha una parte importante del trabajo. Por estos días, el grupo intenta completar la otra: conseguir el dinero para llegar a la competencia de la mejor manera. "El viaje a Marruecos lo paga la Secretaría de Ciencia de la Nación IBM se hace cargo de los costos de estadía. Pero antes hay una instancia de capacitación en Brasil, para la cual sólo tenemos cubierta la inscripción y la comida", explica Mariano.
Para lograr participar de esas prácticas que comenzarán en enero, dicen, ya recorrieron varias veces las 20 cuadras que separan a la Facultad de Ingeniería de la sede de Gobierno de la UNR y tocaron las puertas de algunas empresas y de locales de partidos políticos, hasta ahora sin mayor suerte.
"Quizás el hecho de ser los primeros en llegar a esta instancia nos juega en contra. La competencia no se conoce mucho pero, si contara con más incentivo, realmente en la facultad hay mucho potencial para lograr buenos resultados", advierten.
Caloventor en dos. La competencia tiene reglas sumamente estrictas. La primera, participar en equipos de tres y con una sola computadora; la segunda, cada equipo tiene que tener un nombre. La mayoría apela a fórmulas o teoremas, pero una anécdota previa a participar de la competencia bautizó al equipo "Caloventor en dos".
"En julio estuvimos dos semanas entrenando en la ciudad de Buenos Aires. Estábamos contentos porque encontramos un hostel barato, ubicado en el centro y no muy ruidoso. Estábamos en la facultad todo el día y después seguíamos entrenando en la habitación. Una noche hacía mucho frío y pedimos más frazadas. Nos dieron un caloventor, pero nos avisaron que no lo pusiéramos en dos porque saltaba la instalación eléctrica. Y, por supuesto, varias veces lo prendimos en dos", asegura Martín con una sonrisa. "Somos así", se ríen los tres.
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