La idea madre es sencillamente hurgar entre las razones que depositaron a Newell’s en el casillero del derrotado en el debut copero ante Atlético Nacional de Medellín.
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No se trata de convocar a pronósticos agoreros ni de buscarle la quinta pata al gato. La idea madre es sencillamente hurgar entre las razones que depositaron a Newell’s en el casillero del derrotado en el debut copero ante Atlético Nacional de Medellín. Tampoco la pretensión es instalar un espíritu de incertidumbre y desconfianza por un paso inicial mal dado. Aunque en el medio haya una realidad incontrastable, y es que el equipo de Alfredo Berti pasó sin escalas de ser el de mejor arranque en un torneo corto a uno que hace diez fechas que no gana.
Perder en Colombia ante un rival que venía precedido de tan confiables antecedentes estaba dentro de las posibilidades. Nadie debería entrar en decisiones apresuradas ni salir corriendo por un partido que también le dio vida a Newell’s. Sin ir más lejos, Maximiliano Rodríguez gozó de cuatro situaciones claras para convertir y si hubiera estado certero como siempre ahora estaríamos contando otra historia.
Pero también es cierto que nadie debe engañarse ni obnubilarse con esto. Hay algo que ya supera la frontera de un resultado adverso por más que se trata de un estreno en la Copa Libertadores. Es evidente que nada de lo que le está pasando al equipo es fruto de una mala racha o de alguna jugada trapera de la providencia.
La muestra más fidedigna fue lo que ocurrió el jueves contra Atlético Nacional. Ahí Newell’s soportó la más dura de sus frustraciones: no poder imponer su juego. Porque en el resto es imposible objetarle a este equipo su solidaridad y entrega para exigir cada pelota.
Lo que llamó poderosamente la atención fue que Newell’s propuso algo que no está en su génesis. Se hizo trampa con cartas que no conoce y jugó a lo que no sabe. Es verdad que si no entraba a poco del final el remate de Edwin Cardona tal vez la crónica hubiera ponderado las virtudes que mostró Newell’s para sacar adelante un partido que casi nunca le fue favorable. Pero nada hubiera cambiado la certeza para asegurar que la producción colectiva rojinegra pocas veces escapó de los movimientos previsibles.
El equipo tuvo poca ruptura por afuera y contadísimas sociedades en velocidad. Bernardi y Banega nunca pudieron asumir cómodos la responsabilidad organizativa para darles imprevisibilidad a los traslados. Casco y Cáceres tampoco rompieron la línea de volantes y defensa de los colombianos con apariciones por sorpresa. Al contrario. Estuvieron siempre con el freno de mano puesto.
Lo mismo le ocurrió a Figueroa a la hora de dar ese pase entrelíneas o meter el estiletazo para dejar cara a cara a Trezeguet o Maxi con el arquero rival. Cuando lo hizo, la Fiera no mostró su habitual capacidad goleadora para aprovechar ese rapto de inspiración del ex volante de Chacarita.
Pero como en el fútbol tallan tantos factores, muchas veces cuesta discernir hasta qué punto un equipo lució desconocido porque se tiró tierra encima solo o porque el adversario lo empujó a esa situación. La sensación que queda flotando en este caso es que Newell’s nunca pudo hacer pie y que no supo en el medio del recorrido encontrar algún plan alternativo confiable que lo sacara a flote sin resignar sus armas futbolísticas conocidas. Fue como si la misma inercia del partido y, obviamente, las capacidades de Atlético Nacional lo empujaron a un escenario desconocido. Por eso cuando lo invitaron a ponerse el traje de fajina el equipo no sólo no se lo puso, sino que buscó desesperadamente adonde había dejado perdido el smoking, pero ya era demasiado tarde.
“Tuvimos algunas chances importantes con Maxi, pero la realidad es que nunca jugamos el partido que quisimos o habíamos planeado”, reflexionó Berti tras la derrota. El DT no hizo más que ponerles palabras a estas líneas. Dijo lo mismo, con una sintonía más sosegada, como lo exige su rol.
Tampoco debe encuadrarse dentro de las casualidades que Bernardi haya sido el que acompañó a Berti a dar la conferencia en el estadio. Si bien el entrenador no necesita que nadie salga a respaldarlo públicamente, la presencia del capitán habla a las claras de que una voz de peso debía sacar la cara por el equipo luego de una noche realmente aciaga. Lucas no sólo siempre lo hace, sino que esta vez se encargó expresamente de desdramatizar el cuadro.
“Muchas veces nos reclamaron que el equipo también debía jugar de otra manera y esta noche (por el jueves) no tuvimos nuestro control de pelota habitual. También fue mérito del rival no dejarnos jugar, pero esto no nos cambia en nada lo que teníamos planeado para este semestre”, resumió el volante.
Si algún valor tienen las derrotas es que sirven para sacar conclusiones. Y lo mejor que puede hacer el equipo de Berti para desactivar las ansiedades que generan este tipo de estampidos es recuperar rápidamente su juego crucero y ganar. Ya se impone cortar esta pendiente para que el virus de la duda sobre si ya vimos lo mejor de este grupo no se instale definitivamente.
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