La situación de maltrato que se conoció en un jardín de infantes de San Isidro (Buenos Aires) generó indignación en todo el país. Pero además llamó a la reflexión a una gran cantidad de familias que día a día confían el cuidado de sus hijos, por algunas horas, a ese tipo de establecimientos. Pero ¿cuáles son las señales de alerta a las que hay que estar atentos? ¿Cómo se puede identificar si nuestro hijo está siendo víctima de maltrato? Diario UNO dialogó con Nancy Francalanza, educadora de nivel inicial y psicóloga social, quien brindó algunas pautas.
La profesional indicó que es necesario fomentar, desde pequeños, la confianza de los chicos en sus padres o en otros adultos responsables de modo de que puedan recurrir a ellos para contar los que les pasa.
“Según el relato que se difundió en los medios, los chicos se han expresado a través de síntomas y eso a veces no ha sido escuchado. No se debe culpar a los padres pero creo que hay responsabilidades múltiples”, analizó y siguió: “Primero hubo un establecimiento que nunca estuvo habilitado pero funcionó durante muchos años. Luego aparece la figura de una ex maestra que indica a un padre que esté alerta. Eso es muy grave porque dentro de ese lugar ha habido un silencio organizado, hay un complicidad en aquellos que trabajando con niños no han dado cuenta de la violencia”.
En ese sentido, destacó la importancia de que las familias se informen sobre las habilitaciones con las que cuentan los establecimientos y prefieran aquellos que pertenecen al sistema educativo provincial.
Para tener en cuenta
Francalanza también marcó que existen ciertas actitudes y cambios en la personalidad de los chicos que son indicadores de que algo les está pasando. Por lo que es importante analizar cuáles son los problemas que el chico puede estar enfrentando y ver la manera de resolverlo.
Francalanza también marcó que existen ciertas actitudes y cambios en la personalidad de los chicos que son indicadores de que algo les está pasando. Por lo que es importante analizar cuáles son los problemas que el chico puede estar enfrentando y ver la manera de resolverlo.
“Primero hay que creerles”, subrayó y añadió: “Que el chico ponga en palabras lo que le sucede es saludable, aunque a veces asuste a los adultos. Necesitamos que hablen los chicos y escuchen los grandes”.
Por otro lado, marcó que se deben tener muy en cuenta los cambios de conducta de los chicos. “La irritabilidad, la ansiedad, la inapetencia, el aislamiento, si están en estado de pánico, muy temerosos, resistentes a compartir cuando antes lo hacían, ausencia de autonomía. Todo cambio de conducta que le haga sospechar que algo le ocurre debe ser tomado en cuenta”, sostuvo y agregó que lo mismo sucede si de pronto hay pérdida de sueño o se da un sueño intermitente.
La otra estrategia es estar atentos a lo que los chicos hacen cuando juegan porque es ahí donde repiten lo que han vivido. “Hay que mirar el juego de los niños porque a veces no pueden verbalizar pero a través de su juego expresan mucho; y la ausencia de juego también es un llamado de atención. Todo eso da pautas de que algo le pasa al niño. En el juego uno puede ver lo que le ocurre con sus emociones, sentimientos y miedos”, dijo.
Por último, y en cuanto a cómo diferenciar las alertas de los berrinches habituales de los niños indicó que en “los primeros tiempos, y sobre todo en los chicos muy pequeños, es esperable que manifiesten cierta angustia hasta que logran superar el desapego momentáneo de la familia. Pero cuando se crea un lazo de confianza con los padres es mucho más fácil, para los chicos, tener filiaciones múltiples. Es decir, poder confiar en otros. El vínculo de confianza con la familia permite el apego con otros adultos responsables.
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