Pedro Darío Abella nació en
Rosario hace 20 años, pero desde chico se instaló a vivir con su familia
en Villa Gobernador Gálvez. Allí, en Urquiza al 2300, todos los vecinos
lo conocen como Pedrito, un chico conflictivo y adicto a las drogas.
La Capital |
Pedro Darío Abella nació en Rosario
hace 20 años, pero desde chico se instaló a vivir con su familia en
Villa Gobernador Gálvez. Allí, en Urquiza al 2300, todos los vecinos lo
conocen como Pedrito, un chico conflictivo y adicto a las drogas. La
madrugada del 9 de enero del año pasado su nombre dejó de ser común sólo
para el vecindario y pasó a ocupar un lugar en las crónicas policiales.
En medio de un shock de abstinencia y con la supuesta intención de
robar, el muchacho ingresó a la casa de unos vecinos, se apoderó de un
cuchillo y desató la barbarie: mató a una mujer de 62 años y dejó
gravemente heridos al hijo y la nuera de la víctima fatal. Después huyó
hasta que su conciencia se quebró y decidió entregarse a la Justicia.
Ahora, en un juicio abreviado, el juez de Sentencia número 5, Gustavo
Alfredo Salvador, lo condenó a 20 años de prisión como autor del delito
de homicidio en ocasión de robo y lesiones graves en dos hechos.
Abella vivía junto a su madre y sus
hermanos en una casa de pasillo de Urquiza al 2300, en Villa Gobernador
Gálvez. En la vivienda del frente, identificada con el número 2335,
habitaban Florencia Bravo, de 62 años; su hijo Eugenio Bernachea, de 33;
y su nuera, Romina Eliana Flores, de 32 años. Los tres estaban
durmiendo la madrugada en la que se desató la masacre.
Por el patio. "Alrededor
de las 4 de la mañana me levanté porque tocaron el timbre y pude ver
por la ventana que era Pedrito, que vive en un departamento de pasillo
lindero a nuestra casa. Entonces fui para la cocina y pude ver que saltó
el tapial que divide nuestras casas y en forma rápida fue hasta la
puerta que comunica mi cocina con el patio. Fui al dormitorio a llamar a
mi esposo (Eugenio Bernachea) y escuché el estallido de los vidrios de
la puerta. Cuando volvimos a la cocina Pedrito, sin decir nada, comenzó a
agredir a mi esposo con un cuchillo y ante eso traté de darle ayuda,
pero me agredió a mí también. Cuando pasaba eso apareció mi suegra, ve
lo que Pedrito nos estaba haciendo y empieza a atacarla a ella, que
alcanza a abrir la puerta de calle y sale a pedir ayuda". Palabras más o
menos ese fue el testimonio de Romina Flores ante la Justicia. Idéntico
relato hizo su marido, quien agregó que "jamás tuvimos problemas con
Pedrito ni con nadie de su familia". Pero doña Florencia no lo pudo
contar porque las heridas que recibió le quitaron la vida.
Cuando la policía arribó al lugar
alertada por una vecina, se topó con el cuerpo de doña Florencia tirado
en la vereda, ya sin vida. La mujer murió por una hemorragia masiva
interna debido a las profundas y cuantiosas puñaladas recibidas. En
tanto, Bernachea y su mujer fueron derivados al hospital Gamen con
numerosas heridas punzocortantes de gravedad en el tórax y el abdomen
que los mantuvieron en estado delicado un mes.
Fui yo. Todos los
testimonios que la policía y la Justicia recopilaron en la causa
apuntaron a Pedrito como el autor del sangriento episodio. Los
sobrevivientes no dudaron en acusarlo y varios vecinos dieron su propia
versión de lo ocurrido. Pero fue el mismo imputado el que terminó
aceptando su autoría. Fue el 16 de enero de 2011, después de que el
pastor de un templo evangélico de Villa Constitución llamara a los
investigadores para decir que estaba con él un muchacho que había
admitido ante Dios el haber cometido un crimen y que estaba dispuesto a
entregarse. Entonces lo fueron a buscar y lo pusieron a disposición de
la Justicia.
"Esa noche estuve en la casa de una
vecina comiendo pizza y tomando Cinzano. Al rato apareció mi mamá para
que me fuera a dormir. Le dije que iba a comprar cigarrillos y después
iba. Pero cuando fui al quiosco me encontré con unos muchachos que
tomaban vino con pastillas y me convidaron. Después compré cigarrillos y
volví a mi casa, fui al baño y me quedé dormido allí. Eso fue a la 1 o
1.30. Volví a levantarme y salí de nuevo....después no me acuerdo de
nada", fue lo primero que dijo Pedro Abella en su indagatoria.
Al ampliar el testimonio, el muchacho
admitió: "Me desperté al otro día, todo cortado, en el vagón de un tren.
No recuerdo como llegué allí, no recuerdo nada más".
El tren del que habló Abella lo llevó
hasta la estación porteña de Retiro, desde donde deambuló una semana por
lugares que no supo precisar. Una llamada telefónica que mantuvo con su
abuela lo puso al corriente de lo ocurrido y Pedrito decidió volver
para entregarse. Así, pidiendo plata, en tren y en micro, llegó al
templo de Villa Constitución donde lo fue a buscar la policía.
Cuando lo consultaron acerca de si
había visto a las tres víctimas de su alocado ataque entre el momento en
que se acostó y despertó en el tren, Abella dijo: "Me resulta confuso,
me acuerdo en partes, imágenes no más. Me acuerdo como si fuera en
sueños que mi vecino, Eugenio, se me acerca y se me tira encima y
después forcejeo, forcejeo, hasta que salgo por una puerta y corro,
corro, otra cosa no veo".
Lo último que hizo Pedro Abella antes
de aceptar la condena a 20 años de prisión fue "pedir perdón por lo que
hice. Yo no estaba en mis cabales". La droga había hecho estragos en su
cuerpo y en su mente.
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