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sábado, 15 de septiembre de 2012

ROSARIO: Le dieron 20 años de prisión por matar a una vecina

Pedro Darío Abella nació en Rosario hace 20 años, pero desde chico se instaló a vivir con su familia en Villa Gobernador Gálvez. Allí, en Urquiza al 2300, todos los vecinos lo conocen como Pedrito, un chico conflictivo y adicto a las drogas.
La Capital | 
Pedro Darío Abella nació en Rosario hace 20 años, pero desde chico se instaló a vivir con su familia en Villa Gobernador Gálvez. Allí, en Urquiza al 2300, todos los vecinos lo conocen como Pedrito, un chico conflictivo y adicto a las drogas. La madrugada del 9 de enero del año pasado su nombre dejó de ser común sólo para el vecindario y pasó a ocupar un lugar en las crónicas policiales. En medio de un shock de abstinencia y con la supuesta intención de robar, el muchacho ingresó a la casa de unos vecinos, se apoderó de un cuchillo y desató la barbarie: mató a una mujer de 62 años y dejó gravemente heridos al hijo y la nuera de la víctima fatal. Después huyó hasta que su conciencia se quebró y decidió entregarse a la Justicia. Ahora, en un juicio abreviado, el juez de Sentencia número 5, Gustavo Alfredo Salvador, lo condenó a 20 años de prisión como autor del delito de homicidio en ocasión de robo y lesiones graves en dos hechos.
Abella vivía junto a su madre y sus hermanos en una casa de pasillo de Urquiza al 2300, en Villa Gobernador Gálvez. En la vivienda del frente, identificada con el número 2335, habitaban Florencia Bravo, de 62 años; su hijo Eugenio Bernachea, de 33; y su nuera, Romina Eliana Flores, de 32 años. Los tres estaban durmiendo la madrugada en la que se desató la masacre.
Por el patio. "Alrededor de las 4 de la mañana me levanté porque tocaron el timbre y pude ver por la ventana que era Pedrito, que vive en un departamento de pasillo lindero a nuestra casa. Entonces fui para la cocina y pude ver que saltó el tapial que divide nuestras casas y en forma rápida fue hasta la puerta que comunica mi cocina con el patio. Fui al dormitorio a llamar a mi esposo (Eugenio Bernachea) y escuché el estallido de los vidrios de la puerta. Cuando volvimos a la cocina Pedrito, sin decir nada, comenzó a agredir a mi esposo con un cuchillo y ante eso traté de darle ayuda, pero me agredió a mí también. Cuando pasaba eso apareció mi suegra, ve lo que Pedrito nos estaba haciendo y empieza a atacarla a ella, que alcanza a abrir la puerta de calle y sale a pedir ayuda". Palabras más o menos ese fue el testimonio de Romina Flores ante la Justicia. Idéntico relato hizo su marido, quien agregó que "jamás tuvimos problemas con Pedrito ni con nadie de su familia". Pero doña Florencia no lo pudo contar porque las heridas que recibió le quitaron la vida.
Cuando la policía arribó al lugar alertada por una vecina, se topó con el cuerpo de doña Florencia tirado en la vereda, ya sin vida. La mujer murió por una hemorragia masiva interna debido a las profundas y cuantiosas puñaladas recibidas. En tanto, Bernachea y su mujer fueron derivados al hospital Gamen con numerosas heridas punzocortantes de gravedad en el tórax y el abdomen que los mantuvieron en estado delicado un mes.
Fui yo. Todos los testimonios que la policía y la Justicia recopilaron en la causa apuntaron a Pedrito como el autor del sangriento episodio. Los sobrevivientes no dudaron en acusarlo y varios vecinos dieron su propia versión de lo ocurrido. Pero fue el mismo imputado el que terminó aceptando su autoría. Fue el 16 de enero de 2011, después de que el pastor de un templo evangélico de Villa Constitución llamara a los investigadores para decir que estaba con él un muchacho que había admitido ante Dios el haber cometido un crimen y que estaba dispuesto a entregarse. Entonces lo fueron a buscar y lo pusieron a disposición de la Justicia.
"Esa noche estuve en la casa de una vecina comiendo pizza y tomando Cinzano. Al rato apareció mi mamá para que me fuera a dormir. Le dije que iba a comprar cigarrillos y después iba. Pero cuando fui al quiosco me encontré con unos muchachos que tomaban vino con pastillas y me convidaron. Después compré cigarrillos y volví a mi casa, fui al baño y me quedé dormido allí. Eso fue a la 1 o 1.30. Volví a levantarme y salí de nuevo....después no me acuerdo de nada", fue lo primero que dijo Pedro Abella en su indagatoria.
Al ampliar el testimonio, el muchacho admitió: "Me desperté al otro día, todo cortado, en el vagón de un tren. No recuerdo como llegué allí, no recuerdo nada más".
El tren del que habló Abella lo llevó hasta la estación porteña de Retiro, desde donde deambuló una semana por lugares que no supo precisar. Una llamada telefónica que mantuvo con su abuela lo puso al corriente de lo ocurrido y Pedrito decidió volver para entregarse. Así, pidiendo plata, en tren y en micro, llegó al templo de Villa Constitución donde lo fue a buscar la policía.
Cuando lo consultaron acerca de si había visto a las tres víctimas de su alocado ataque entre el momento en que se acostó y despertó en el tren, Abella dijo: "Me resulta confuso, me acuerdo en partes, imágenes no más. Me acuerdo como si fuera en sueños que mi vecino, Eugenio, se me acerca y se me tira encima y después forcejeo, forcejeo, hasta que salgo por una puerta y corro, corro, otra cosa no veo".
Lo último que hizo Pedro Abella antes de aceptar la condena a 20 años de prisión fue "pedir perdón por lo que hice. Yo no estaba en mis cabales". La droga había hecho estragos en su cuerpo y en su mente.

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