Solidaridad. Hace un año Cristian González fue diagnosticado de leucemia; hoy, recuperado, dicta junto a un amigo clases de fútbol a cuarenta chicos de entre tres a 11 años en un predio lindante a la parroquia San Francisco Solano
por Romina Elizalde / relizalde@uno.com.ar
En una sociedad moderna y enloquecida en donde el afán de acumular está sobrevaluado, hay un importante número de personas que trabajan en pos de retribuir de forma desinteresada aquello que la vida les dio: una nueva oportunidad. Este es el caso de Cristian González, quien hace un año fue diagnosticado con leucemia, y hoy junto a un amigo encabeza una escuela de fútbol para chicos.
Hace un año la vida de Cristian se desarrollaba de manera normal, junto a su familia y al frente de sus labores cotidianas en la vecina localidad de San Vicente, donde se había radicado hacía un tiempo. Sin embargo, el 3 de septiembre todo cambió luego de que recibió un diagnóstico que lo tomó por sorpresa: padecía leucemia.
"Lo mío fue algo rápido, de una semana a la otra me empecé a sentir mal, dormía mucho y no descansaba nada, comía bien y no estaba en mi peso. Yo soy deportista y dejé de hacer fútbol porque no podía correr", recuerda el protagonista de la historia. Los síntomas se extendieron a lo largo de dos semanas, cuando su cuerpo estuvo al límite llegó a Santa Fe en donde su hermana se hizo cargo de todos los estudios que Cristian debía hacerse.
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09:40 - 29 ago 2016
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"Fue un lunes, a las 7.30 me saqué sangre y después me fui a comprar mercadería para volver a San Vicente –relata el joven. Al mediodía mi hermana me pide la llave del vehículo porque no podía volver, el martes me tenía que internar".Esta escena tuvo lugar el pasado 3 de septiembre, desde ese momento Cristian y su familia empezaron un recorrido que hoy está llegando a su final.
El cuadro de Cristina era grave por la cantidad de glóbulos rojos que mostraba en sangre, cuya cantidad en su cuerpo era poca. Un cuadro que según explicó el paciente, es el segundo que registró el Iturraspe en 25 años.
"Me internaron y gracias a Dios mi hermano tiene una médula gemela a la mía", relató Cristian quien tiempo después fue trasplantado. Este cuadro fue calificado por el protagonista de la historia como una bendición, dado que este tipo de coincidencias suceden en muy pocos casos: de 4.500 familias solo cinco tienen la posibilidad de coincidir. "Ahora soy invitado a congresos, tengo la idea de dar charlas en las escuelas, tratar de ayudar a la gente que no sabe nada de esto", relata.
Los primeros 25 días del tratamiento que tuvo que encarar fueron cruciales. "Yo no pensaba que esto era tan grave", cuenta ya que las primeras dos sesiones de quimioterapia que recibió no lo afectaron, en parte por ser deportista y estar tranquilo mentalmente.
La operación que le salvó la vida tuvo lugar en Córdoba, el pasado 17 de diciembre recibió el trasplante de médula de parte de su hermano. En tanto que el 31 de ese mismo mes, tuvo lugar su alta la cual fue precedida por un importante número de controles. "Hace ocho meses que las células malas no volvieron y ya estoy produciendo las propias", afirma contento.
Proyectos. El cerramiento del predio es uno de los pasos a dar.
Esta etapa fue la más dura, ya que en esa instancia el tratamiento empezó a hacer mella en el cuerpo. "En ese momento le dije a Dios: «Acá estoy, si yo tengo que hacer algo por la gente quiero hacerlo porque lo siento»".
Durante su estadía en la vecina provincia este padre de familia vio pasar muchas realidades frente a sus ojos, personas de distintas edades y estadios de cuadros similares al suyo lo tocaron. "Eso me abrió un poco, no es todo trabajo y vivir acelerado, ir paso a paso es importante no todo es tener en la vida", sostiene el hombre.
El relato de este episodio es crucial, dado que fue este proceso el que generó un cambio en Cristian. Agradecido por haber podido contar la historia y seguir adelante en sus proyectos, hoy junto a un amigo encabezan una escuela de fútbol en un predio lindante a la parroquia de San Francisco Solano, ubicada en Iturraspe al 4100.
"Un amigo, Mario, se contactó conmigo luego de haber acordado con el párroco para encarar este proyecto –contó el ahora profesor. Se firmó un comodato por dos años por el predio". La escuela de fútbol nuclea a un total de 40 chicos del barrio, que tres veces a la semana acuden la terreno lindante a la iglesia para entrenar. "Queremos hacer algo bien hecho, la idea es cerrar el predio dado que es abierto y las personas tiran la basura, dejan los caballos y están aquellos que lo descuidan", describe uno de los responsables del proyecto.
La escuela dicta clases los días lunes, martes y jueves. Si bien empezó a funcionar hace poco tiempo, los alumnos que van desde los tres a 11 años asisten regularmente y con mucho entusiasmo. Es por esto que Cristian, en parte agradecido por la oportunidad que la vida le dio y además por la alegría que le transmiten sus ahora alumnos , enumera las ideas que tienen para que esta iniciativa se mantenga en el tiempo y pueda trascender al fútbol. Las herramientas hoy son básicas, pero eso es lo de menos cuando la energía llega de la mano de los chiquitos que buscan colaborar con los profesores. "Tenemos 10 pelotas y 40 chicos, a veces cuesta un poco por eso nosotros aportamos", cuenta Cristian.
"La idea es darles algo de comer a los chicos luego de entrenar, queremos ayudarlos –adelanta en torno a una de las iniciativas que buscarán hacer realidad. No importa si salvamos a los 40, pero podemos salvar a 30 enseñándoles pautas de respeto y valor". El espacio deportivo sirve para que los chicos aparte de aprender puedan divertirse, esto se evidencia en la llegada temprana de los alumnos. Si bien las clases comienzan a las 17.30, muchos de ellos deciden acudir media hora antes, ya sea para estar con sus amigos o colaborar con los profesores. "Eso nos hace sentir tan bien, el llamado «profe» nada más, ahí uno se da cuenta que ya empezaron con un respeto hacia uno", manifestó el responsable.
Conscientes de que este proyecto recién arranca, pero con la claridad de que si está hecho desde el corazón todo puede darse, tanto Cristian como su compañero Mario seguirán trabajando para sumar más alumnos y darles a los chicos un espacio donde puedan conjugar la enseñanza de valores, deportes y diversión.
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