La principal característica positiva del sistema monetario basado en el patrón oro, era la constancia en el valor de la moneda. No había posibilidad alguna de provocar una devaluación inesperada que escamoteara los ahorros de todo un pueblo de un día para otro. Las crisis eran crisis reales, no artificiales como pueden y se crean ahora frente a los propios ojos del Fondo Monetario Internacional.
Claro que el sistema, tenía sus inconvenientes. Por ejemplo, beneficiaba a los países poseedores de oro al permitirles emitir dinero en cantidades abundantes en tanto que los países pobres y emergentes, dadas sus limitaciones de oro, tenían que limitar la cantidad de dinero en circulación a sus existencias de oro.
También, la falta de liquidez tendía a volverse endémica y a provocar un aumento de la deflación y de los desequilibrios que afectaban a cada economía. Pero aun así, el sistema cumplía los requisitos más importantes de toda emisión monetaria: brindaba seguridad y confianza.
Conseguir ambas cosas, en las circunstancias actuales, es muy, pero muy difícil, a menos que aceptemos de una vez por todas la dolarización o, retornáramos, si ello fuera posible, al patrón oro.
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