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domingo, 8 de noviembre de 2015

ROSARIO Vive en una plaza, lo ayudó un grupo de jóvenes solidarios y ahora maneja un taxi

Guillermo Tiesqui tenía una vida, una familia y soñaba con proyectos. Perdió todo hace ocho años y ahora intenta volver a ser alguien visible de la mano del Movimiento Solidario Rosario.
La Capital | 
Vive en una plaza, lo ayudó un grupo de jóvenes solidarios y ahora maneja un taxi
 Guillermo Tiesqui es un tipo grandote. Parece fuerte, uno de esos hombrones rudos que inspiran respeto por su tamaño y por la forma de mirar. Eso es lo que transmite mientras está sentado sobre el taxi. Cuando se baja del Corsa sus movimientos son lentos y sus gestos denuncian molestias físicas. "Es por dormir en el banco. El cuerpo duele, se pone duro, cuesta manejarlo", dice. Hace ocho años que vive en una plaza. Hasta no hace mucho pensaba que su vida acabaría allí, en la calle, pero ahora tiene una esperanza: consiguió empleo. Empezó a trabajar esta semana y se ilusiona con volver a dormir en una cama muy pronto, ni bien pueda alquilarse una pensión o conseguir una casa. No está solo en el tránsito de ser una persona invisible a ser un hombre como cualquier otro: lo acompaña un grupo de jóvenes que lo conocieron cuando le acercaron un plato de comida y ya no lo dejaron. Son voluntarios del Movimiento Solidario Rosario (MSR). "Mi ilusión se la debo a ellos", dice y la mirada se le ilumina.
Hasta hace algunos años Tiesqui tenía una vida. Trabajaba, tenía familia, hacía proyectos, soñaba. Pero un día cualquiera sucedió algo inesperado y en pocos meses todo se le desmoronó. "Pensé que podría manejarlo, pero cuando menos me di cuenta estaba en la calle", recuerda. Y lo que dice es literal.
Su vida anterior. Tiesqui nació hace 56 años en Rosario. Su vida transcurrió siempre en el barrio Martin. Hizo toda la primaria en dos escuelas y después ingresó en una Técnica, pero en cuarto año dejó y se puso a trabajar. Ya había pasado los 30 años cuando se puso en pareja. Tuvo dos hijos, que hoy tienen 21 y 19 años.
Trabajaba mucho y vivía de sus ingresos. No le iba mal e incluso podía darse el lujo de ahorrar. Un día se le presentó la oportunidad de hacer un buen negocio y se aventuró. Se asoció a un hombre que tenía una licencia de remís, vendió su casa y compró cuatro autos 0 kilómetro. Los pagó al contado y con los vehículos del socio armaron una flota de nueve vehículos.
El negocio empezó bien. Por contactos que tenían ambos consiguieron un buen contrato: serían los encargados de trasladar a los ejecutivos de varias empresas muy importantes de la ciudad. Tan favorable se presentaba la actividad que hasta abrieron una oficina cerca de la sede de esas empresas, en Córdoba y Paraguay. Calculaba que en dos años recuperaría el dinero que había obtenido por la venta de su casa y compraría una nueva.
Todavía no habían hecho el primer servicio para las empresas que los contrataron cuando sucedió una tragedia. Una tarde su socio estacionó el auto en el bulevar 27 de Febrero, entre Dorrego y Moreno, para cruzarse hasta una cerrajería que está justo enfrente. Atravesó caminando el primer carril y cuando encaró el segundo, el que va de oeste a este, no vio que venía un camión. El impacto le causó heridas gravísimas y murió unas horas después en el Hospital de Emergencias. Se llamaba Reinaldo Braconi.
Para Tiesqui el drama apenas estaba comenzando. Los cuatro autos flamantes que compró al contado y puso en la sociedad estaban a nombre del socio. Lo habían hecho así por una razón simple: por ordenanza, la titularidad de los vehículos debe coincidir con la de la chapa de remís.
Tiesqui fue entonces a ver a Susana, la viuda de Braconi. Por más que buscaron entre los papeles del difunto, no encontraron ningún documento que probara que cuatro de los autos eran suyos. Claro que tampoco los heredó ella: por alguna razón se los quedó el concesionario de la calle Ovidio Lagos donde los había comprado. El no sabe explicar por qué, porque tampoco lo entiende. "Yo los había pagado al contado", afirma.
Casi siete años de solidaridad en las calles
El Movimiento Solidario Rosario (MSR) es una agrupación de voluntarios cuyo principal objetivo es asistir a las personas que por distintos motivos viven en la calle. En sus comienzos hacía colectas para colaborar en casos puntuales, pero con el tiempo le agregó una actividad que hoy lo distingue: dos veces a la semana los voluntarios recorren distintas zonas de la ciudad con raciones de comida que ellos mismos preparan y las reparten entre quienes viven en la calle. Para esa tarea dividen los barrios en zonas y cada una tiene un coordinador. Su organización es horizontal y sus integrantes, todos muy jóvenes, se distinguen por el perfil bajo y porque cuando realizan tareas solidarias sólo se identifican por sus nombres de pila. El grupo de voluntarios que contactó a Guillermo Tiesqui en la plaza López está integrado por Carolina, Valentina, Evangelina, Lucía y Sabrina. En la actualidad, el MSR cuenta ya con más de cien voluntarios y está a punto de cumplir siete años de presencia en las calles rosarinas.

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