Un testigo declaró ante el Tribunal Oral de Santa Fe que había visto a uno de los muertos en la masacre de Ituzaingó y Las Heras, en enero de 1977, tirado boca arriba en la vereda y en su pecho ensangrentado, un bebé que lloraba. El caído era Jorge Piotti y el chiquito en llanto, su hijo, que también declaró en el juicio.
Rosario 12 |
Jorge Piotti soñó que su padre montonero lo acurrucaba en su pecho, que el abrazo lo comunicaba con él, hasta que lo sentía muerto y un militar lo desprendía de su lado. El era un bebé de un mes. Se despertó tembloroso, en posición fetal. Y esa misma noche transformó el miedo en canción: "Secuelas". "Recordé un sueño de ayer, de una batalla que tiene un recuerdo y ese soy yo", escribió. El viernes, 38 años después y en la antesala de un juicio, descubrió que la pesadilla era real. Un testigo declaró ante el Tribunal Oral de Santa Fe que había visto a uno de los muertos en la masacre de Ituzaingó y Las Heras, el 19 de enero de 1977, tirado boca arriba en la vereda y en su pecho ensangrentado, un bebé que lloraba. La tortura a un niño, a la vista de todos. El caído era Jorge Piotti y el chiquito en llanto, su hijo, que también declaró en el juicio. Según otro testigo en una investigación a los autores materiales de la masacre, el montonero que salió a la calle, intentó entregarse con las manos en alto, pero un coronel al que llamaban "verdugo" y está prófugo, le ordenó a un soldado a su mando que dispare y éste cumplió la orden.
El ataque de fuerzas conjuntas al departamento de Ituzaingó y Las Heras fue el emblema de la dictadura por la caída de la cúpula de Montoneros. En ese primer piso vivían los Piotti, Jorge que era el secretario político de la organización, su pareja Ileana Gómez y sus dos hijos, Mariano de un año y el bebé de un mes. Los niños sobrevivieron en "un armario", según el relato del mayor. Y allí cayeron el líder de la columna, Osvaldo Pascual Ziccardi, el secretario logístico, Carlos Frigerio. Y una vecina del departamento de al lado, Elina Carlen, cuando intentó cerrar un ventanal que daba a un patio interno y un proyectil le destrozó el cuello.
En la audiencia del viernes por la megacausa del terrorismo de estado en Santa Fe, declararon las familias de dos víctimas. Los hijos de Carlen, Graciela y Carlos Alberto. Y los Piotti, las dos hermanas de Jorge, María Lidia y Leticia, su cuñado Cecilio Manuel Salguero y sus dos hijos, Jorge y Mariano. Es la primera vez en 38 años que un tribunal escuchó sus testimonios.
Graciela Carlen relató cómo murió su mamá. Estaban por dormir la siesta, cuando sonó el portero eléctrico. "Nunca supe qué le dijeron", recordó. Elina fue a cerrar el ventanal que daba al patio interno y cayó. "Escuché un disparo y ví que tenía medio cuello desgarrado. Los ojos abiertos. Creo que mi mamá ya estaba muerta", les contó a los jueces. Las fuerzas conjuntas habían copado los techos vecinos y rodeaban la zona. Graciela dijo que la desesperación la empujó a escapar. "Fue mi tormento de toda mi vida". "Salí a la calle" en medio del ataque. Le dijeron que "se tirara al suelo" y después se refugió en el pasillo de otra vecina.
Según Graciela, su madre fue la primera víctima. "Nunca pudo hablar". Y ratificó que el disparo atravesó el ventanal del este, que daba al patio interno y a los techos cercanos. Un informe de inteligencia de la Policía de Santa Fe incluyó a Elina Carlen entre los "cinco sediciosos abatidos". Después, el ex jefe del II Cuerpo, Leopoldo Fortunato Galtieri, dijo que la había matado "uno de los subversivos". Pero el relato de los Carlen dejó en claro que a su madre la asesinaron los atacantes del Ejército y la Policía.
El esposo de Carlen ya fallecido y su hijo Carlos se enteraron del hecho a las cuatro de la tarde, en Santa Rosa de Calchines, a 42 kilómetros, donde tienen el campo. Antes de las seis ya estaba en Santa Fe. "Era un desastre", relató Carlos. "¿Usted qué vio?", le preguntó el fiscal Martín Suárez Faisal. "Una cantidad de gente". Muchas armas, uniformes, vehículos. "Un muerto tirado en la vereda, que tenía un bebé arriba del pecho, que lloraba", dijo.
Los Carlen no pudieron ver el cuerpo de Elina, se la entregaron en cajón cerrado ("un tío la reconoció") y tampoco el departamento, al que recién pudieron ingresar "tiempo después". "Estaba todo destruido y había una mancha de sangre donde cayó mi mamá", dijo Carlos.
Graciela Carlen llegó a la audiencia con un libro. Abrió una de sus páginas y leyó el relato de un sargento ayudante del Ejército, que les dijo a los autores de la novela ("Hay un positivo") que Piotti había matado a su madre porque ésta se negó a esconder a los niños. "La señora quedó muerta sentada en un sillón que estaba frente a la puerta del departamento", dijo el militar. Y contó que él había interrogado a Graciela, que ella "estaba histérica y lloraba". "Ella me cuenta todo y levantamos un acta, teniendo como testigo a una vecina, la dueña de la casa donde ella se refugió". "Esto es mentira", dijo Carlen.
Y siguió con el relato de otra vecina que atribuyó la muerte de su madre a la compañera de Piotti, Ileana Gómez, también por el mismo motivo, porque se negó a esconder a los chicos. "La Negra le disparó y la mató". "Esto es otra mentira", cerró Graciela. Ella dijo que nunca más había visto a los chicos Piotti, que hoy tienen 39 y 38 años. Los volvió a ver el viernes, en esa antesala del juicio, donde Carlos recordó lo que les dijo a los jueces, que había visto a un montonero muerto en la vereda y arriba de su pecho a un bebé acurrucado, que lloraba. "Eso es lo que yo soñé", dijo Jorge Piotti. "Es lo que yo vi", dijo Carlen. Y siguió un abrazo interminable.
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