Central debió ganarle a San Lorenzo. No pudo, no ligó y probablemente se le esfumaron las chances de lograr el título. Igual que a San Lorenzo. El empate 2-2 jugó para el xeneize.
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Apenas pasada la media hora Delfino cambió el paso y señaló el punto del penal. El asistente Hernán Maidana le avisó que Caruzzo tomó del cuello a Ruben dentro del área. La consumación fue el gol de Marco que significó el empate parcial de un partido impresionante. Se marca ese momento porque allí Central terminó de darle forma real a una sensación que flotaba desde hacía rato en el Nuevo Gasómetro: el traje de candidato, de equipo capacitado para jugar instancias decisivas le calza perfecto. El resultado final sería después un accidente, aunque les cueste digerirlo. El empate 2-2 (Villalba, dos de Ruben y Blanco) tiene un sabor insoportable a derrota para un equipo que mostró estar a la altura de las circunstancias, sino más. Se levantó de un gol a los 14 segundos. Se puso de pie tras un impacto que suele ser definitivo en un partido decisivo y lo fue a buscar como si nada hubiera pasado. No negoció ni un ápice su estilo, no se corrió una letra del libreto que lo hizo protagonista del torneo. Ese convencimiento casi fanático, que muchas veces es contraproducente, lo mantuvo en partido.
Pero no sólo eso, Central debió ganarle a San Lorenzo. No pudo, no ligó y probablemente se le esfumaron las chances de lograr el título. Igual que a San Lorenzo. El empate era el mejor resultado para Boca, que si le gana a Crucero le habrá sacado 6 puntos al Ciclón y 8 a Central con 9 en juego.
Pero esos son números, matemáticas, resultados... Lo más importante en el fútbol sin dudas y lo que marca las campañas. Quien esto escribe es un resultadista casi fóbico, una especie de talibán del resultado. Pero a veces hasta el más convencido cambia de opinión, aunque sea por un rato. Será sólo un momento para cumplir con otra sensación que quedó flotando tras el pitazo final de Delfino.
Generó verdadero placer ver a Central jugar en semejante nivel. Tras aquellos años amargos y aciagos del ascenso y la aclimatación a la máxima categoría, ahora se tutea en lo más alto. Por eso, aunque cueste digerirlo, porque a medida que pasan los minutos el sabor a derrota y la sensación de injusticia se hacen cada vez más inaguantables, jugadores y cuerpo técnico deben sentirse orgullosos de poner otra vez a la institución en el máximo nivel.
Para analizar la campaña de Central se deberá prescindir del exitismo. Calificarlo como un equipo que se quedó en las puertas del título a tres fechas del final sería artero. A este Central hay que explicarlo desde el inicio de este ciclo, que tenía muchas más preguntas que respuestas. Ni el más osado iluso, y en Central los hay por miles, se hubiera animado a presagiar semejante campaña.
Central no se quedó cerca de un título, que lo puede obtener en la Copa Argentina. Más bien sentó las bases para que nunca más exista un 23 de mayo de 2010. Ayer no sólo dio el piné, también debió ganar. No sólo se levantó de un gol a los 14 segundos, también lo dio vuelta. No sólo se bancó al experimentado San Lorenzo de Bauza, que siempre se las arregla para estar, sino que lo llevó a su propio juego. Lo demolió físicamente. Lo asfixió futbolísticamente. Por esta vez, un resultadista extremo se saca el sombrero para saludar a un equipo que merece ser ponderado por encima del resultado que no consiguió.
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