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domingo, 30 de agosto de 2015

ROSARIO La construcción debió modificar sus costumbres para enfrentar la inseguridad

La inseguridad tiñe, oscurece y modifica costumbres. En la obra, los pagos fueron bancarizados, otros usan locaciones alejadas y algunos contratan empresas privadas de seguridad.
La Capital | 
La construcción debió modificar sus costumbres para enfrentar la inseguridad
 La inseguridad tiñe, oscurece y modifica costumbres. Cada escenario social, cada profesión, cada ámbito laboral debe adaptar sus precauciones, sus hábitos y su fisonomía para poder enfrentar este auténtico flagelo que azota las calles rosarinas. La reciente muerte del arquitecto Sandro Procopio en el barrio Bella Vista fue una desgarradora muestra de violencia que puso en evidencia el grado de exposición que sufre cada ciudadano, y al mismo tiempo refleja la espesa problemática que rodea el mundo de la construcción.
En los últimos años, el crecimiento de los hechos de inseguridad obligó a arquitectos, ingenieros, maestros mayores de obra y obreros a tomar cuidados adicionales y cambiar conductas de funcionamiento para tratar de evitar ataques, asaltos o robos de materiales.
En este marco de temores fundados, debieron salir a escena cautelas y prevenciones para diseñar estrategias renovadas, fundamentalmente destinadas a alejar el movimiento de dinero de la obra.
Antentos a esta convulsionada realidad, y al peligro que representa, los profesionales decidieron bancarizar los pagos a los obreros, llevar los pagos a otras locaciones, armar dispositivos de custodia para los ingresos de materiales, y algunas obras ya optan por contratar empresas de seguridad privadas para proteger los lugares de trabajo.
Así lo confirmó el presidente del Colegio de Arquitectos, José Saruá. "La inseguridad afecta cada día de la construcción y cambió la metodología de funcionamiento en la obra. A todo nivel. Hoy las obras tienen que estar totalmente cerradas para que no se metan y les roben las bicicletas, la ropa, la comida, las herramientas o los materiales. Todo se agudizó en los últimos años", comentó el profesional.
Sobre las rutinas que debieron modificar, Saruá recordó que "antes uno iba con los sobres de papel madera, con el nombre de cada obrero, llevaba la liquidación o el adelanto, y lo pagaba en la obra, en cualquier lugar de la ciudad. Era una costumbre que no acarreaba mayores inconvenientes".
Pero admitió que todo fue cambiando con el paso de los años. "Ahora todo está bancarizado o se convoca al encargado de la obra a algún lugar fuera de la obra para pagarle, y él después le paga a la gente", apuntó. "En este último tiempo, no sólo le roban al pagador, sino también le roban a los trabajadores que salen de la obra con parte del sueldo encima", agregó.
Para Saruá, este es un fenómeno de dimensión social, pero que tiene su particular incidencia en el mundo de la construcción, uno de los termómetros de la economía rosarina. "La inseguridad es global, nos afecta a todos. En los últimos años tuvimos que acostumbrarnos a mirar para todos lados antes de entrar a la noche en nuestras casas. Salimos de una obra y no sabemos qué pasará", reflejó.
En tanto, aseguró que es un tormento que afecta a toda la ciudad. "Esto ocurre en el centro, en los barrios periféricos, en los barrios obreros, el trabajador de la construcción siempre está expuesto", remarcó Saruá, quien elogió la conducta de los trabajadores del rubro. "Es gente que no se ata a subsidios, sale y busca su trabajo. Y muchas veces tiene que dejar a alguien cuidando sus casas porque son muy violables".
"Esto es robo del pobre contra el pobre. Una angustia que fue creciendo permanentemente en los últimos años", explicó.
En relación a las modificaciones sobre el cuidado de las obras, el arquitecto aclaró que "antes las empresas más grandes siempre tenían sereno a la noche. Hoy se está trabajando directamente con las compañías de seguridad, que disponen sensores de movimiento en la entrada, cuentan con alarma y sistema de monitoreo. Es que hoy corre riesgo la vida de una persona que se quede a dormir en la obra", advirtió.
Asimismo, las construcciones promovidas a través del programa Procrear exhiben un marco de dificultades muy llamativo. "Son construcciones que generalmente están en lugares más alejados del centro. Hay poca gente viviendo en los alrededores y no tienen mucha vigilancia. Ahora la gente no quiere poner ni siquiera las aberturas hasta último momento porque se las roban. Antes se llevaban los sanitarios, pero ahora se llevan hasta las aberturas", reveló el profesional.

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