El conjunto de Arroyito lo hizo de nuevo y en el debut de local se despachó con una victoria que hizo delirar a un Gigante repleto. De yapa, sigue puntero.
/La Capital |
Central ganó. Es lo que cuenta. Lo que vale. Una verdad que debe ser ubicada en el lugar que se merece en la biblioteca de los análisis. Central jugó mal y lo ganó en medio de un partido que quedó totalmente desvirtuado por las expulsiones de dos jugadores de Tigre. Ese tomo debe quedar a mano para repasarlo una y otra vez. Pero claro, intentar explicar con cierta cordura algunas falencias que sobresalieron, y en buena forma, es el ejercicio que incumbe a una parte de la historia. Porque la más importante es la de ese estallido loco que atronó en el Gigante en el mismo momento en que el Chacho Coudet se fundía en un abrazo con sus colaboradores. Dos jugados y dos ganados. Ciento por ciento de eficacia. Un segundo capítulo que se saborea como tal, pero que apuntala lo hecho en cancha de Racing.
Haberle prestado un segundo de atención a lo que fue el final del partido en Arroyito explica esa sensación de satisfacción ante un resultado positivo, aún tapando algunas cuestiones medulares que formaron parte de este triunfo trabajado en demasía.
Claro, tiempo habrá de sobra en los próximos días para ver qué cosas se hicieron mal o al menos no se tradujeron en la manera que se habían diagramado. A partir de eso podrá entenderse por qué un equipo como Tigre le complicó tanto la existencia a un Central que no mostró su mejor cara.
¿Qué hizo ese toque sutil de Marco Ruben en el final para el 2-1? Meter bajo tierra una baja producción, que propició, por ejemplo, contar con la primera situación de gol clara a los 33’, con un remate de José Luis Fernández que se fue a las nubes tras el centro del Chelito Delgado. Pero que llegó después de una jugada en la que Larrondo quedó prácticamente mano a mano con Caranta (2’), una media vuelta de Janson que lamió el travesaño (17’) y un penal de Elías Gómez sobre Godoy (25’) no sancionado.
Tigre hizo lo que se preveía. El que fallaba era el Canalla, que no podía encontrar el desequilibrio, lo que llevó a Coudet a los 15 minutos a cambiar el esquema (4-4-2, con Cervi a la derecha y Delgado como ladero de Ruben). José Luis Fernández pudo empezar a acomodar las cosas, pero otra vez su remate se fue apenas alto (reclamó córner pero no pegó en ningún rival) en el cierre del primer tiempo tras una buena cesión atrás de Marco Ruben.
Cuando Gómez Andrade la metió contra su propio arco (72’), apenas unos minutos después del parate por la agresión a Gustavo Alfaro, la cosa no sonaba a sorpresa. Pero lo que vino fue una catarata de emociones, que alteraron el juego. Porque llegó el rápido empate por parte de Niell en una gran acción individual y rápidamente la expulsión de Larrondo (por agresión a Barrientos). Igualmente, con uno más, a Central le costó poner a un jugador en posición de gol. Ni más ni menos que lo que le sucedió gozando de una superioridad numérica de dos jugadores tras la roja a González Pirez por una mano discutible. Porque fueron 15 minutos en los que la paciencia se mantuvo pero las ideas no aparecieron.
Colman casi hacer vibrar al Gigante con una media chilena que lamió el travesaño. Y no más que eso. Pero tal vez Coudet, o este equipo, estén predeterminados para algo especial. Porque cuando el partido se moría apareció un toque sutil del volante debutante, un taco de Niell y la definición, aunque en claro off side, de Ruben.
El delirio ya estaba en marcha. Ceballos ni siquiera le permitió a Cervi que se quedara en el piso pese al calambre (le hizo señas que sacaban del medio y se terminaba). Y así terminó la noche en Arroyito. Con Central sabiendo que no jugó bien, pero degustando las mieles del éxito.
Por afuera del libreto
“Esto es futbol y los resultados tienen que apoyar”. Palabras más, palabras menos, fue lo que dijo Coudet en la previa del encuentro. Y hay que preguntarles a los hinchas sobre la importancia de los resultados. ¿Quién no festejó la victoria de ayer? Nadie. Por más que la misma haya ido por afuera del libreto minuciosamente diseñado por el Chacho. Es que Central ganó con angustia, jugando los últimos 15 minutos con dos hombres de más y encima con un gol en posición adelantada.
Aquel partido que se imaginó, con Delgado intentando marcar la diferencia, con atropellar a un Tigre que se sabía que iba a complicar las cosas, no se dio. De allí la idea de que el libreto se cumplió en una ínfima parte. Sin poder establecer esos parámetros futbolísticos que durante la semana parecían tan claros.
Ni asfixia permanente, ni manejo de balón. Sobre todo esto último. Porque Central lo termina ganando de guapo, aunque otra no le quedaba. Es que Tigre estaba refugiado contra su arco y por eso se vio, por ejemplo, a Donatti estancado allá arriba como centrodelantero. Era atacar como se podía más que como se quería.
A esa altura, el libreto casi no corría, pero Central nunca tuvo las ideas demasiado claras. Y pese a que ganó lo hizo con una receta que no era la esperada.
Aquel partido que se imaginó, con Delgado intentando marcar la diferencia, con atropellar a un Tigre que se sabía que iba a complicar las cosas, no se dio. De allí la idea de que el libreto se cumplió en una ínfima parte. Sin poder establecer esos parámetros futbolísticos que durante la semana parecían tan claros.
Ni asfixia permanente, ni manejo de balón. Sobre todo esto último. Porque Central lo termina ganando de guapo, aunque otra no le quedaba. Es que Tigre estaba refugiado contra su arco y por eso se vio, por ejemplo, a Donatti estancado allá arriba como centrodelantero. Era atacar como se podía más que como se quería.
A esa altura, el libreto casi no corría, pero Central nunca tuvo las ideas demasiado claras. Y pese a que ganó lo hizo con una receta que no era la esperada.
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